+ Elección cerrada; resultado al aire: los números no dan certeza alguna
Poco se ha analizado el reto mayúsculo que significa la elección de la próxima autoridad en el ayuntamiento de la capital oaxaqueña. Sin exagerar, este municipio significa el segundo mayor capital político a disputarse luego de la gubernatura, y pasando muy por encima de las diputaciones locales y, sin menospreciar, de cualquier otro ayuntamiento en la entidad. Si Oaxaca de Juárez es el epicentro de la actividad política en la entidad, la competencia por conquistar ese espacio es, como nunca, de pronósticos reservados.
En efecto, esta será una elección municipal atípica en la capital del Estado, por la desconcertante selección de candidatos que ocurrió en los dos principales partidos. Por un lado, en la coalición que integran el PRI-Partido Verde-Nueva Alianza, se decidieron por José Antonio Hernández Fraguas, y en la coalición PAN-PRD por el panista Sergio Bello, rompiendo con esas dos decisiones la inercia aparente de que la alcaldía citadina se la disputarían esencialmente mujeres. Esta es una cuestión relevante, aunque no precisamente por el impulso a la fuerza electoral sino porque, en apariencia, ambos bloques habrían intentado deprimir la participación y el interés del electorado.
Para explicar esa situación, sólo basta con voltear a ver a sus candidatos: por el lado priista se encuentra Hernández Fraguas, que en realidad no goza de todo el prestigio y los buenos antecedentes que presume como político y como ex gobernante de la capital. Si se recuerda, su gestión estuvo enmarcada por la intermitencia en la atención al municipio, derivada de los evidentes afanes electorales que hicieron creer a Hernández Fraguas que podía ser candidato a Gobernador. Además de eso, en su gestión no se consiguió ningún resultado relevante y tampoco hubo signos distintivos. Tan no fue así, que casi faltándole un año para terminar su trienio, Hernández Fraguas se separó definitivamente de la alcaldía para sumarse a otra campaña —la de Eviel Pérez Magaña— fallida.
El caso de Sergio Bello es tanto o más alarmante. Es un empresario hotelero que consiguió la curul —¿a la que alguien sabe si solicitó licencia?— en el Congreso local gracias no al trabajo político sino a las amistades que tiene en el Comité Ejecutivo Nacional del PAN. A decir de los mismos panistas, Bello no tiene trabajo político ni capitales electorales, además de que su desempeño como legislador local plurinominal tampoco ha tenido un solo signo distintivo como para pensar en la segunda candidatura más importante de esta contienda. ¿Qué pasó entonces? Que las dos coaliciones tomaron sus respectivas decisiones considerando al adversario. Y este fue el resultado.
No obstante, aunque pudiera parecer esto lo interesante, en realidad hay mucho más. Porque resulta que antes de Fraguas y Bello como candidatos en esta contienda, la capital de Oaxaca ya tenía su propia historia de desencuentros electorales entre esos partidos. Apenas la contienda de 2013 por la alcaldía citadina, estuvo enmarcada por la rudeza y la incapacidad de las fuerzas políticas de construir escenarios definidos.
Fue tal la polarización, que Javier Villacaña logró alzarse con la victoria en alguna medida impulsado por la división de las fuerzas coaligadas que se generó desde el gobierno estatal, por la aversión del grupo gobernante contra Luis Ugartechea como presidente saliente, y qué decir de Francisco Reyes Cervantes como abanderado de un sector panista con el que el gabinismo no sentía ningún compromiso.
DEVENIR ELECTORAL
Los resultados de la elección municipal de 2013 en la capital fueron, según el IEEPCO, los siguientes: la Coalición Compromiso por Oaxaca (PRI-Verde, que impulsó a Villacaña) obtuvo 35 mil 913 votos; la coalición Unidos por el Desarrollo (PAN-PRD-PT, que abanderó a Reyes Cervantes) logró 35 mil 282 votos. Una diferencia de sólo 631 votos, en un contexto en el que el propio gobierno estatal envió al perredista Hugo Jarquín, a dividir (y romper) el esquema de triunfo de la propia coalición, a través del Partido Unidad Popular, del que fue candidato. Jarquín obtuvo —en esa elección definida por menos de mil votos— un total de nueve mil 448 sufragios.
¿Qué es lo relevante de todo esto? Primero, que si otra hubiera sido la decisión del PAN, y ésta hubiera sido acorde con los intereses del gobierno estatal, entonces no habría habido una división de las fuerzas de izquierda y la coalición PAN-PRD habría barrido sin problemas a un priismo que aún con todos los votos que logró Villacaña no habría tenido lo suficiente para ganarle al abanderado de la otra coalición con al menos tres cuartas partes de los votos que le robó Hugo Jarquín.
Hay un segundo efecto: hoy, aún con el poco entusiasmo que generan los dos principales candidatos a la alcaldía, hay elección de Gobernador en la que, por un lado, se encuentra Alejandro Murat como candidato creciente; pero en la que, en el otro extremo, hay una coalición no dividida, en la que Bello y Jarquín juegan más o menos en el mismo carril de los intereses electorales.
ELECCIÓN INÉDITA
Por todo eso, la pregunta que debían hacerse los candidatos —y particularmente Hernández Fraguas— es qué tan sobrado puede estar en la campaña. La capital no es un territorio que fácilmente se presta a ser indulgente con el priismo. Pero la coalición lleva una carrera muy cuesta arriba con un candidato como Bello. Por eso no es exagerado afirmar que el resultado será de pronóstico reservado.