¿Estará preparado el nuevo régimen para cogobernar con Morena?

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+ Gobernabilidad local quedará supeditada a definición presidencial


Lejos de la expectativa que genera la conformación del gabinete del gobierno de Alejandro Murat Hinojosa —algo que se definirá apenas unas horas antes de la toma de posesión del Ejecutivo estatal—, uno de los temas que más inquietud debe generar en el nuevo grupo gobernantes es qué relación entablará con las fuerzas opositoras, y cómo comenzará a articular su propia estabilidad política de cara a la primera prueba electoral que enfrentará, en junio de 2018. ¿El grupo priista que asumirá el poder, estará preparándose para convivir, e incluso para cogobernar con Morena?

En efecto, una de las tantas particularidades que tendrá el gobierno de Murat Hinojosa radica en que éste tendrá que enfrentar tres integraciones distintas del Congreso del Estado. La primera será la que iniciará funciones el próximo 13 de noviembre; la segunda, será la que resulte de los comicios de 2018 y, en razón del cambio de calendarios electorales, conocerá de una tercera integración en 2021, con la que cierre su administración. Esta particularidad, en sí misma, encierra un grado interesante de complejidad, que se ve incrementada por los efectos que tendrá, particularmente, la elección de 2018. ¿De qué hablamos?

De que en 2018 habrá comicios presidenciales y legislativos, en el ámbito federal, pero también se renovarán los ayuntamientos regidos por el sistema de partidos, y el Congreso del Estado en Oaxaca. Como lo hemos apuntado en otros momentos, estamos convencidos de que ese empalme de procesos electorales locales y federales no resulta benéfico para la democracia representativa en un país como el nuestro, en el que la cultura democrática es incipiente, y aún el sufragio se encuentra sujeto a muchas amenazas.

Dichas amenazas pueden enumerarse en la cooptación, la compra o el condicionamiento del votos; y a otras prácticas aún más nocivas, como la irreflexividad del voto y la incapacidad de muchas personas para utilizarlo como un mecanismo de evaluación de partidos y gobernantes, y de diferenciación entre los órganos que renuevan. Así, por ejemplo, es bajísimo el índice de voto diferenciado y, además, es también común la práctica del voto comercializado.

Estas condiciones tienen que ver mucho con el empate de procesos electorales, porque resulta que en la realización simultánea de comicios locales y federales irremediablemente terminará ganando el que genere más expectativa e interés entre la ciudadanía. Siempre ha ocurrido que en México los comicios presidenciales son los más competidos y concurridos de todos los demás que ocurren en una sociedad. Así, el emparejamiento de las jornadas electorales locales y federales terminará generando una inercia en la que el resultado de los comicios presidenciales determinará —y arrastrará, como en un aluvión— los resultados de los demás procesos electorales.

RESULTADO PREDECIBLE

Oaxaca ha sido, en la última década, uno de los principales bastiones de Andrés Manuel López Obrador. Eso se ha visto reflejado en los resultados de todos los comicios —locales y federales— en los que ha intervenido el tabasqueño participando o poniendo candidatos; y su mejor muestra fue en la elección reciente, en la que el Movimiento de Regeneración Nacional quedó nada menos que como la segunda fuerza política en Oaxaca.

¿Por qué es relevante el 2018? Porque Oaxaca es un semillero de votos de López Obrador, que en esos comicios tendrá su mayor oportunidad de conquistar la presidencia; lo es, además, porque Oaxaca será gobernada por el PRI, y porque por una cuestión casi natural, el gobierno de Murat Hinojosa enfrentará el reto de hacer convivir la militancia con los resultados para su partido. El problema radicará, en el ámbito local, en que el Gobernador tendrá que asegurar una integración digna de la segunda Legislatura (la LXIV Legislatura) con la que convivirá y cogobernará, y a su vez una representación mínima en el Congreso federal, de diputados oaxaqueños del PRI.

Ese es un problema mayor, porque en 2018 López Obrador buscará como nunca llegar a la Presidencia. Es muy posible que en entidades como Oaxaca no haya posibilidad a la concertacesión de espacios legislativos y nichos de votación, porque cada voto —y cada representante popular, local o federal— le será útil a López Obrador, ya como candidato, ya como posible Presidente; y porque siendo entidades como la nuestra sus semilleros de voto, cada uno será necesario para contrarrestar las estructuras electorales que se creen en otras entidades federativas por parte del PRI para hacer ganar a quien sea su candidato.

¿ALIANZA O ESTRUCTURA?

Esto abre un abanico de posibilidades: una, es que desde ahora el PRI se alíe —de jure o de facto— con Morena en Oaxaca para plantear un gobierno (un cogobierno) de equilibrios, que en 2018 les permita la posibilidad de postular a algunos priistas por la vía de Morena y así equilibrar la estabilidad del régimen de Murat Hinojosa. Otra, menos posible, es que el PRI genere una extraordinaria estructura electoral que le permita contrarrestar la fuerza que Morena irremediablemente tratará de imprimir en Oaxaca para ganar la mayor cantidad de votos, y lograr que —independientemente del resultado de la elección presidencial— el régimen gobernante local pueda seguir teniendo la mayoría de diputados en el Congreso local, y cuando menos algunos aliados en las cámaras legislativas federales. De esto depende en gran medida la gobernabilidad y el proyecto de supervivencia del PRI en el poder en Oaxaca. Por eso, este es un tema de la mayor relevancia, más allá de quiénes serán los integrantes del nuevo gabinete.

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