Entrevista
Antonio Gutiérrez Victoria
Israel Castellanos (Ixcapa, Oaxaca, 1945) mantiene viva la memoria de la tragedia y de la injusticia. Tiene motivos para enfrentarlas, para sobreponerse y a la vez, para sanar las heridas que estas le han dejado. Así, en un tono rulfiano, nos dice: “me propuse ser escritor para hacerle justicia a mi padre”. Su vida, su experiencia vital, es el motivo que lo mueve cuando novela para develar los ya viejos vicios incrustados en el sistema de justicia del Estado, que él hace visibles con las narrativas que construye, como es el caso de “Su señoría” su más reciente novela editada por la editorial “1450 ediciones” y presentada el pasado 13 de enero en la Biblioteca Pública Central Margarita Maza de Juárez. Breve pero concisa, esta obra es parte de su labor orgánica, hecha de tradición y aprendizaje, que brilla por la potencia de un pensamiento inquieto, lúdico, quirúrgico en sus descripciones, expresada en una prosa constante, resistente, pero, sobre todo, clara, que viene siendo como la cortesía de su prosa.
Suponiendo que alguien quisiera escribir su biografía como escritor ¿por dónde tendría que empezar?
Bueno, eso sí, de las entrevistas que me han hecho nunca lo había pensado.
Tal vez la vida personal influya, pero también hay otros elementos, yo puedo asegurar que tanto la novela “En algún lugar”, como los cuentos o “Su señoría” que es la otra novela, tienen mucho de autobiográfico, entonces, ¿cuál es la diferencia entre hacer una autobiografía y una novela que tome elementos biográficos?, es difícil distinguir, eliminar, exactamente la cuestión vital, depende de que es lo que uno enfoque, y respecto de la pregunta todo depende del interés de quien entrevista.
Entonces no tendría ninguna objeción, ningún interés especial, que si alguien se interesara por mi persona como escritor tiene margen, no tengo muchas cosas que esconder, he sido un hombre que ha llegado a ser un poco pesimista, por la forma de vida que me ha tocado, creo que eso se refleja también en la obra.
Podríamos decir entonces que, mucho de lo que a usted lo introdujo en el camino de la escritura y de la literatura es su propia experiencia vital, su propia vida.
Definitivamente, pongo un ejemplo, empecé a escribir relatos, cuentos autobiográficos, pero solamente lo hice hasta que estuve en condiciones de tener un manejo que consideré suficiente, pero necesario, para poder meterse en la autobiografía. Por ejemplo, el libro “Escalera al cielo”, lo escribí en una semana, me salió uno tras otro y empecé a trabajar, eso fue por el año 2000, me salieron como 15 cuentos, la mitad la trabajé en un año y los metí como proyecto para una beca, gané la beca y en 2002, hubo la convocatoria para el “Cuento Mito y Leyenda Andrés Henestrosa”, participé y fui mención honorifica. De ahí agarre la otra mitad de los cuentos que tenía escritos en proyecto y los trabajé 15 años y los presente en 2016 a concurso, en la convocatoria de la Secretaría de Cultura y ahí gane el Internacional de Cuento Mito y Leyenda, pero todo es autobiográfico.
Estos cuentos los hice como preparación para la novela que pensaba escribir, porque me considero más novelista que cuentista, y, sin embargo, he ganado concursos en cuento y no en novela.
Pero el gran proyecto literario que tuve fue narrar la muerte de mi padre, 45 años atrás, que es “En algún lugar”. Yo dije, “este es mi único proyecto valido, así que todo lo que sea relato y cuento es una preparación para la novela”. Y ahora tengo igual textos de novela y textos de cuento. Pero me propuse ser escritor para hacerle justicia a mi padre.
¿Qué obra le transmitió la idea de que usted podía ser escritor?
Mas bien creo que fue el dolor interno. Ese trauma interno que me afloró y que me consumía y me consumía, y que solamente 40 años después, yo estaba en condiciones de asumir el reto, y todavía tenía quizá 200 páginas, ahí por cinco o seis años y todavía no estaba seguro de que pudiera terminarla, porque dije: “aquí no puedo hacer concesiones”, y la trabaje 10 años más, me la tuve que quitar de encima porque fue una cosa atosigante y la presente a concurso en 2014, fue que salió seleccionada con cinco ejemplares más, de 60 libros que se presentaron a concurso, salió premiada entre cinco más. Y ese es el premio, por eso lo publicó la Secretaría.
¿Por qué está en la literatura, y qué relación tiene su vocación de escritor con su formación universitaria, es decir, con la filosofía?
Me decía Bernardo Ruiz, platicando con él en México, allá en mis tiempos más iniciales, lo envidiaba porque él había estudiado letras españolas y yo estaba en peores condiciones para escribir, me dijo, “no es tan vital, ayuda”. Y en ese sentido creo que lo que me motivó fue este aspecto personal, desde luego que uno se siente mejor escritor cuando mejor domina la escritura, y uno maneja mejor la escritura cuando tiene más elementos culturales, científicos, porque se mueve uno con mucha más soltura y el lenguaje está al servicio de la pluma. En cambio, si uno no tiene cierta preparación, pienso que el manejo de la lengua es más difícil. Por esa razón casi la mayoría de los escritores, exceptuando a Rulfo, Arreola, que no terminaron la primaria, pero son grandes lectores; y el mismo Arreola nos decía en una clase que él no se vanagloriaba de ser un gran escritor como Rulfo, sino, que él se consideraba un escribano, porque él no se dedicó en cuerpo y alma a la escritura, sino que anduvo en la vida allá sin prestar demasiada atención y esfuerzo a la escritura, sin embargo, todos sabemos que es un gran escritor.
Su novela me ha hecho recordar a Kafka. En las historias de Kafka el castigo precede al crimen. Los personajes de Kafka tienen que buscar su culpa para justificar la condena que padecen. En “Su señoría” pareciera que el personaje encuentra constantemente pequeñas culpas. ¿No le parece a usted que la culpa, desde luego no la religiosa solamente, nos ayuda a generar un tejido moral que sirve para combatir nuestras pequeñas corrupciones?
No sé, no sé si me propuse algo tan complicado.
Aquí serian dos objetos distintos, dos puntos de vista, morales, diferentes que los lleva a tener una actuación en la vida de manera diametral, mientras que un juez de esas características se preocupa por un bienestar personal y utiliza la profesión como guía para tener satisfacciones pragmáticas personales, la posición del narrador fue más allá, utiliza la profesión como un medio, pero no es el fin.
En ese sentido no genera una situación de contrapeso consiente, sí, quizá porque tienen formas de vida distintas, pero como está narrado en primera persona no le da al personaje filosofar de una manera que se confronte con más cosas, sino que responde a elementos vitales concretos y por eso creo yo que la novela tiende a ser más simple. Quizá la lógica o la validez del texto es que aborde un problema complejo desde el punto de vista de la sencillez y de la manera diáfana de enfrentar la profesión, digamos.
¿Qué aporta la literatura para contrarrestar en cierta medida el problema de la corrupción, en que nos ayuda meternos a la literatura para desde allí empezar a pensar soluciones?
Decía Alfredo Zitarrosa que el arte, la canción en general, era el punto desde el que él se expresaba, era que el arte servía como faro, como la luz roja: ¡alto!, ¡peligro! Por otra parte, como nuestras sociedades están confrontadas socialmente, cada opinión que surge de una sociedad clasista siempre tendrá una perspectiva distinta, por ejemplo, pongo el caso de Octavio Paz, que fue muy conocido por su renuncia sobre la represión del 68 cuando él era embajador en la India, desde ahí se le catalogó como un hombre de izquierda, sin embargo, en el trascurso de su vida literaria, Octavio Paz siempre se manifestó, desde el punto de vista del lenguaje, como un hombre reaccionario, afín al sistema. El acabose de lo que estoy diciendo es cuando dijo que la conquista de América no fue una conquista, sino un encuentro de dos mundos y esto ya matiza lo que viene a ser virulencia de una revolución. Tenemos un personaje contrario a Paz; Neruda, “Oda a Stalin”; Mario Benedetti, Enrique González Rojo, él fue mi maestro y él en el 68 siempre puso su arte y su poesía al servicio del movimiento, como Revueltas (el entrevistado se refiere al escritor José Revueltas); entonces, cómo podemos nosotros decir, una conclusión, ¿para qué sirve el arte?, ¿debe ser una crítica? ¿o el arte por el arte, que es ajeno a la cuestión social?, no sé si pueda haber una respuesta única, porque a nivel más amplio tenemos Estados Unidos, tenemos Rusia, la URSS, los polos antagónicos ideológicos que llevaron, finalmente, a la disolución de la Unión Soviética, ¿por qué? No porque Gorbachov haya traicionado la revolución del movimiento socialista. Creo que es el desarrollo del movimiento capitalista que lo lleva a arrasar hasta los últimos rincones de las sociedades, porque tiene su propio desarrollo y crecimiento independiente de la voluntad de los sujetos. Entonces es un sistema contradictorio, pero, si bien Marx hizo la gran radiografía del sistema, yo me encuentro hoy con catedráticos, doctores en derecho, que dicen que Marx ya no opera, ¿y cómo que no opera? Si él ataca al sistema, desnuda al sistema capitalista, porque produce riqueza y pobreza, guerras, crisis que arrastran a las sociedades, y resulta que ya no es operable, entonces ¿cómo es eso? Pues, por supuesto, mientras exista el sistema capitalista existe Marx como contraposición.
¿Ahora está escribiendo? ¿Qué sigue después de Su Señoría? ¿Nos podría dar un adelanto acerca de los temas sobre los que está escribiendo ahora?
Hablando de esto, yo tengo dos novelas, fácilmente, que ya terminé, ya me faltan detalles, una que habla de la universidad y la otra del contexto del movimiento de 2006. Y aquí es complicado decirlo porque hay demasiados actores, yo me propuse escribir no la crónica, no un ensayo; me propuse hacer una novela, y lo único que puedo adelantar es que están los personajes visibles, reales de ese movimiento, porque a lo mejor me arrepiento y ya no la publico.
Ha dicho que se considera más novelista que cuentista ¿Cómo se llega a ser novelista? ¿Qué se requiere para eso?
Miren, tradicionalmente la diferencia entre un cuento, un relato y una novela, en primer lugar, es la extensión, el cuento puede ser de una a quince páginas, por ejemplo. Y hay cuentos de una página y cuentos de un renglón como el de Monterroso, y la característica del cuento es que es un universo cerrado, empieza y termina. El relato deja un margen abierto para interpretar una solución diferente. En la novela es un relato mayor. No sé cuál sea el escrito perfecto, si es el cuento o la novela, porque puede ser del tema autobiográfico, histórico, psicológico, del alma, del amor, de la traición, depende como se le aborde.
Yo todavía me pregunto, qué es lo que me hace ser novelista, no lo sé con precisión, pero lo que sí sé es que es un entramado muy complejo donde con cualquier hilo se puede ir para abajo. Cuando empecé a escribir “En algún lugar” posiblemente yo la tenía en mente dos, tres años, tenía todo el material porque, pues, viví la muerte de mi padre, la vida de mi padre. Mi problema era como demonios empezar a escribir la novela, si empezaba por aquí no me daba, empezaba por acá seguía y hasta ahí me atoraba. Meditaba por las calles, parques, acostado ¿dónde entrarle a la novela? Cuando en un chispazo dije, “siempre supo que lo matarían”, tenía yo la novela. Ahí agarre el hilo,” aquí está”, pero fueron dos, tres años de estar pensando en la novela, por eso digo que se puede describir cual es la diferencia entre una y otra, pero ya como narrador agarra uno el género como medio expresivo y ya no se fija uno si es mejor o no, simplemente se me presenta un cuento, lo escribo y lo termino según mis exigencias.
¿En algún momento de su formación estudio géneros literarios, técnicas de escritura o tomó cursos especiales?
La fuente que tenemos los escritores normalmente se reduce o se amplía, según se vea, creo yo a dos: una, la lectura inevitable, las lecturas; dos, que uno encuentre un espacio donde se analicen las posibilidades y esto se da en los talleres literarios, en los talleres de creación literaria.
Yo en la UNAM era muy inquieto y me metí de oyente, tanto en la carrera de filosofía, el área de marxismo que oía a Sánchez Vásquez y también el área de literatura española, y ahí fue donde me encontré con Beatriz Espejo, con Arreola, y comencé a ver creación literaria; y entonces ahí es donde uno abreva y de manera más concreta ya de trabajo, en un taller que dirigía José Agustín, Gerardo de la Torre y René Avilés. Yo le aprendí mucho a Gerardo por un detalle, eran contrapuestos, artísticamente hablando, él y René.
René era el glamour, “La Sorbonne”, Jean Paul Sartre, y cuando yo presente mi primer cuento a critica, por fortuna ya sabía que mi texto era malo, pero ya sabía que no me llenaba ya, de 6 meses antes, cuando llegue, subí al taller y vi, ¿quién será René?, me pregunté, y cuando terminó la sesión él me pregunto, “qué pasó, cómo te llamas, qué vienes a hacer”, le dije, “mira, la mera verdad quiero ser escritor y quiero saber cómo se escribe”, y todos se tiraron la carcajada, entonces dijo Gerardo, “mira yo tengo ya 20 años escribiendo y tengo tantos libros y todavía no sé cómo se escribe, lo único que hay que hacer es agarrar la pluma y escribir, escribir y escribir”.
En aquel taller Gerardo de la Torre me ayudo a identificar algo muy importante. Cuando presenté mi primer texto a critica observó un renglón en especial y dijo: “aquí se prueba que hay un narrador, autor y actor de su propia imaginación”. Esta es la metáfora, este el narrador.
Yo empecé tarde a escribir, 25 años, por ahí, y me preguntaba ¿qué es lo que me queda?, estar entre los escritores oaxaqueños, buscar ahí un lugar y espero que se me cumpla un día estar ahí entre los escritores oaxaqueños.