+ Provocaciones más inexperiencia, igual a conflicto
En un destello de humor mordaz, seguramente alguien en el Gobierno del Estado asegurará, si no es que ya lo hizo, que la beligerancia magisterial y el potencial conflicto que está en riesgo de estallar con la Sección 22 del SNTE, también es herencia del gobierno de Ulises Ruiz Ortiz.
Quizá eso sea lo que haya dicho o pensado el secretario de Seguridad Pública del Estado, Marco Tulio López Escamilla, quien en más de una ocasión ha asegurado que ahí se encuentra el origen de todos los males que vive Oaxaca. Sólo que, en el caso de los hechos de ayer, éstos deberán de verse con más responsabilidad y menos simplismo, y no sólo a la luz del pasado, sino de los errores cometidos frente a una protesta en la que no había un solo motivo para que se saliera de control, y provocara el inmenso lío que ahora amaga con afectar a todos los oaxaqueños.
¿Qué ocurrió ayer? De acuerdo con la información preliminar dada a conocer en el transcurso del día por algunos medios informativos digitales, todo pareció comenzar cuando un grupo de profesores de la Sección 22 se acercó a las inmediaciones del Palacio de Gobierno, para tratar de romper el cerco que habían instalado elementos de las policías Estatal y Federal, para resguardar el espacio que sería objeto de la visita del presidente Felipe Calderón.
Según lo informado, al tratar de romper este cerco, los elementos estatales y federales repelieron la agresión, y ahí se inició una gresca que un par de horas más tarde se recrudeció, y que por la tarde ya alcanzaba matices similares a los vistos recurrentemente durante el conflicto magisterial y popular de 2006.
Al caer la noche, se informaba que la dirigencia magisterial había ya llamado a sus bases para iniciar un mega plantón; que, por otro lado, dos aviones con más elementos federales estaban camino a la capital oaxaqueña; y que los profesores de la 22 de nuevo instalarían barricadas y cercos de seguridad para protestar por lo que ellos ya calificaban como un acto de represión.
Todo esto parece tener una lógica exacta, si lo observamos a la luz de lo vivido y padecido por los oaxaqueños durante el conflicto magisterial de hace cinco años. No obstante, parece indispensable ir a la causa de la causa, para comprender con más precisión qué ocurre ahora, y cuál fue el hecho que detonó esta gresca que luego se convirtió en amenaza para la ciudadanía.
Sólo a partir de ello, y de tomar en consideración todos los elementos objetivos, y no sólo las percepciones, podremos forjarnos un criterio más exacto sobre lo ocurrido la mañana y tarde de ayer.
RECUENTO DE HECHOS
Un primer elemento que es indispensable tomar en cuenta, es el relativo a la ausencia de casualidades o actos fortuitos. ¿Por qué decir eso? Porque ante una visita presidencial, los órganos estatales y federales encargados de la gobernabilidad y el control político, construyen escenarios posibles y a partir de ello dialogan y negocian todas las posibilidades que se pueden dar en ese momento.
En esa lógica, la Sección 22 del SNTE y el Gobierno del Estado, ya tenían perfectamente claro que la mañana de ayer los profesores marcharían y protestarían en el marco de la visita presidencial. Unos y otros —la dirigencia magisterial, y tanto la secretaria de Gobierno, Irma Piñeyro, como el secretario Particular del Gobernador Cué, Benjamín Robles— ya habían negociado y acordado con el magisterio que éstos tendrían entera libertad para marchar y protestar en las inmediaciones de Palacio de Gobierno. A cambio, la 22 había pactado no tratar de llegar hasta el sitio en donde se encontraría el presidente Calderón, y el Mandatario Estatal.
Ese pacto, tan natural como las relaciones políticas entre los dos factores políticos más importantes del Estado, fue roto por algo que no resulta ser sino una verdadera imprudencia, y por alguien que no puede ser ubicado más que como un mero inexperto en la contención de manifestaciones o disturbios sociales que debe hacer toda corporación policiaca.
¿De qué funcionario y hecho hablamos? Nos referimos al secretario López Escamilla, y a su imprudente actitud no sólo de pretender dialogar con los manifestantes, sino también de poner en riesgo su vida y tratar de jugar al súper héroe frente a personajes que precisamente iban a buscar un error para tratar de generar violencia.
Así, al pasar los profesores por el lugar donde de manera retadora se encontraba instalado el secretario López Escamilla, aquéllos lo encararon y éste reaccionó cayendo en la provocación. Todo eso derivó en que el Titular de SSPE instruyera a sus elementos a detener a quienes lo estaban retando, a pesar de las recomendaciones del Estado Mayor Presidencial para que no lo hiciera.
Además, desatendiendo aquel principio básico de que la policía se encuentra sólo para resguardar, garantizar el orden y obedecer, y no para dialogar, el Titular de SSPE trató de entablar diálogo con los profesores que se manifestaban. Éstos, como era de esperarse, lejos de dialogar lo tomaron a traición y lo vapulearon como seguramente nunca antes nadie había golpeado físicamente a un Secretario de Seguridad Pública.
Así, lo que comenzó siendo un asunto que no debía pasar a mayores, motivado ciertamente por la combinación de la inexperiencia de un funcionario, con la beligerancia y el radicalismo de militantes fanatizados como los de la Sección 22, ya por la noche amenazaba con escalar de nivel y convertirse en un intento de reedición del conflicto magisterial.
La contención de ese tipo de manifestaciones debe desarrollarse en una lógica y estrategia específicas, las cuales tendrían que ir necesariamente más allá de la sola ingenuidad, imaginación e incluso visceralidad o inconsciencia de un funcionario. El problema hoy es que de nuevo la educación amenaza con perder el trecho apenas ganado en los últimos cinco años. Y la ciudadanía ve con desconfianza y temor los errores de un gobierno que, lamentablemente, pagamos todos.
¿Y LA SEGURIDAD?
Por cierto, habría que hacer una comparación quizá poco afortunada, pero sí bastante reveladora: en abril de 2010, la entonces secretaria de Seguridad de Michoacán, Minerva Bautista, fue atacada a balazos; más de dos mil disparos de AK-47 no fueron suficientes para lastimarla. Aquí en Oaxaca, una turba de radicales golpeó, sin más ni más, a quien ocupa esa responsabilidad en el gobierno estatal. Esas fallas son riesgosas y vergonzosas.