+ ¿Quién respaldaba realmente a maestros en 2006?
Ayer, en un artículo publicado en el periódico El Universal, de la Ciudad de México, la periodista Denise Maerker trataba de demostrar que las manifestaciones magisteriales en contra del gobernador Gabino Cué, hoy tienen un efecto distinto al que en su momento tuvieron con su antecesor, Ulises Ruiz. ¿Es esto cierto?
Maerker inicia asegurando que “quienes piensan que pueden actuar igual frente a Gabino Cué como lo hicieron con Ulises Ruiz están equivocados”. Y, refiriéndose particularmente a la Sección 22 del SNTE, a los hechos del pasado 15 de febrero, y al condicionamiento lanzado al gobernador Cué, señala que:
“En Oaxaca hay varios grupos que parecen estar en esa situación. Actúan como siempre, presionan como siempre y quieren lo de siempre. El problema es que sí ha habido cambios y no son menores: ya no gobiernan los mismos y sobre el nuevo gobierno pesan expectativas muy distintas. A Gabino Cué Monteagudo lo observan, lo apoyan y le exigen grupos muy diversos y opuestos a los que respaldaban a Ulises Ruiz Ortiz…
“Entonces, cuando un grupo de maestros de la sección 22 —está probado que fueron ellos— se lanza violentamente contra la Policía Federal y denuncia represión, no es tan fácil que reciban el apoyo ni el beneficio de la duda de amplios sectores de la sociedad oaxaqueña y nacional como hace cinco años; todo lo contrario, despiertan una inmediata desconfianza. No es lo mismo rebelarse contra un gobierno que torpemente intentó por la fuerza desalojarlos del centro de Oaxaca, como lo hizo Ulises Ruiz el 14 de junio de 2006, que hacerlo contra un gobierno recién electo, que no ha hecho nada en su contra y que goza de una legitimidad excepcional porque derrotó, gracias a una gran alianza, a quienes detentaban el poder desde hacía décadas.”
Maerker asegura que frente a los hechos del 15 de febrero, y la molestia y los amagues de la Sección 22 al gobierno de Cué, “sabiamente” la mayoría en la Asamblea Estatal de la 22 decidió “enfriar” la situación, antes que seguir el plan de acción que proponía el secretario General, Azael Santiago Chepi, para hacer bloqueos, paros y cerrar carreteras en presión al Gobierno del Estado.
Señalaba que el único punto que prevaleció, fue el exigir la renuncia de Irma Piñeyro y Bernardo Vásquez Guzmán, por ser cercanos a la profesora Elba Esther Gordillo. Y que, en el fondo, estos movimientos tendían no a presionar al gobernador Cué, sino a reforzar el control económico que la 22 ejerce sobre el sector educativo en Oaxaca.
Pareciera que más que analizar una situación delicada y tan llena de aristas como la que prevalece en Oaxaca, lo que Maerker pretendía era “apartar” al gobierno de Oaxaca de la percepción de que el magisterio lo puso contra la pared.
No se equivoca cuando dice que los equilibrios de fuerzas son distintos, que la imagen y el grado de legitimidad del gobernador Cué nada tienen que ver con los de su antecesor, y que incluso ciertas prácticas en el poder son distintas.
Sin embargo, es claro que ni entiende por completo la lógica de la Sección 22, ni tampoco toma en cuenta algunos de los factores que verdaderamente fueron el detonador del conflicto magisterial vivido aquí hace casi cinco años.
¿APOYO POPULAR?
Para todo aquel que vive y conoce Oaxaca, está claro que si existe aquí un factor de poder que nunca considera, ni tiene sensibilidad alguna respecto a lo que la sociedad opina de ellos, ese es la Sección 22 del SNTE.
En razón de ello, queda claro que antes y ahora sus acciones han sido abiertas. Y que aún en contra de lo que se pretende justificar, la 22 nunca necesita ni aparentar ni tomar acciones desesperadas para mantener el control de sus trabajadores, que ejerce plenamente a pesar de todos sus adversarios políticos en Oaxaca y el país.
En un primer momento, es claro que la exigencia de renuncia no de dos, sino de cuatro funcionarios de primer nivel del Gobierno del Estado, por donde le vea constituye un golpe certero a la estabilidad y la autoridad de cualquier régimen, y que es una demostración implacable del grado de influencia que puede llegar a manifestar un poder fáctico como en Oaxaca lo es la Sección 22.
Contrario a la percepción, la 22 sí puso al gobierno estatal contra la pared, porque un resolutivo de su Asamblea Estatal adquiere, por esa sola razón, la calidad de irrenunciable e innegociable. Es decir, que la renuncia de Piñeyro, Vásquez, Marco Tulio López y Benjamín Robles, ya no están, ni estarán, sujetas a negociación. Y llegado el momento, el magisterio hará todo lo necesario para hacer valer dicho acuerdo. Si ese no es un golpe brutal para cualquier gobierno —aún un ampliamente legitimado como el del gobernador Cué—, entonces no sabremos qué tendría que ocurrir para de verdad tambalearlo.
Pero además, en lo relativo al respaldo social, es claro que ese y otros análisis omiten innumerables elementos que desencadenaron la crisis magisterial hace cinco años. Es cierto que en 2006 la decisión del desalojo tomada por Ulises Ruiz fue torpe y mal planeada. Pero también es cierto que el conflicto alcanzó magnitudes alarmantes, sólo cuando inconscientemente la sociedad oaxaqueña fue involucrada a través de la manipulación propalada desde las estaciones de radio ocupadas por el magisterio, por los amplios espacios dados por ciertos medios informativos, y por todos los factores políticos, económicos y sociales que en ese momento se conjuntaron tanto para reforzar los objetivos de la 22, como para destruir al rancio grupo priista que entonces gobernaba.
¿QUIÉN CAMBIÓ?
En realidad, antes como ahora, el grueso de la sociedad oaxaqueña no ha visto con buenos ojos las acciones del magisterio. Su radicalismo ha provocado incuantificables quebrantos económicos, rezago educativo, violencia e inestabilidad. Y todas esas facturas las ha pagado, siempre, la sociedad. Más bien, lo que ha cambiado es el partido y las personas que detentan el poder. Antes, cuando el impresentable Ulises Ruiz era gobernador, para amplios sectores de la llamada “prensa nacional” la lucha magisterial era justa y tenía total respaldo social. Sólo que ahora, cuando la circunstancia política es distinta, pero la lucha magisterial es la misma de siempre, entonces sí deciden poner en entredicho la legitimidad de las causas, el respaldo de la sociedad oaxaqueña, e incluso los intereses de fondo por los que luchan. Está claro, pues, qué cambió y qué no en Oaxaca.