+ Oaxaca en contexto nacional: “no molesten”
Quienes creyeron que el nuevo dirigente nacional del PRI, Humberto Moreira Valdez, fustigaría al ex gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz Ortiz, y a su grupo político, se equivocaron. Empero, también erraron quienes vaticinaban que el anterior Mandatario oaxaqueño sería el gran operador electoral del priismo, que sería algo así como el poder tras el trono, o que ocuparía un puesto de primer nivel en el Comité Ejecutivo Nacional de ese partido. A partir de ese planteamiento, aparentemente contradictorio, pueden entenderse la guerra interna que actualmente se libra en el PRI oaxaqueño.
Hoy, queda claro que más que una disputa por el rescate del priismo, o por la democratización del mismo, lo que se libra es una feroz batalla de supervivencia entre los integrantes del grupo político que gobernó Oaxaca los últimos seis años.
En ese sentido, los enormes castillos en el aire que construyeron a partir de una posible victoria electoral en Oaxaca, se vinieron abajo con el resultado de la elección. A partir de entonces, las disputas dejaron de tener como motivo de fondo los altos vuelos, para convertirse en una guerra por los despojos y el reacomodo en los espacios de poder que les quedan.
Hasta antes de julio de 2010, el entonces gobernador Ulises Ruiz se había convertido en una especie de “ejemplo nacional”, por haber sido un Mandatario que aun teniendo en contra todos los factores de poder locales y nacionales, pudo no sólo sobrevivir a la andanada de los profesores de la Sección 22, a las aversiones de los presidentes Vicente Fox y Felipe Calderón, a la posición electoral adversa en que quedó su grupo político en los comicios de 2006, y a todos los que aseguraban que él no culminaría su periodo en la gubernatura del Estado, sino hacer lo que quería dentro del territorio que gobernaba.
A mediados del año pasado, Ulises Ruiz había demostrado, pues, que gobernaba a plenitud una entidad en la que de nuevo el PRI arrasaba; que era el líder máximo de su grupo político, que tenía bajo su control a todas las demás expresiones priistas, que en buena medida se había vuelto inmune a los dardos envenenados que le lanzaban desde la Federación y las directivas nacionales de los partidos, y que incluso se había dado el lujo de improvisar a su candidato a la gubernatura, para ungir no al más idóneo sino quien más convenía a sus intereses.
De hecho, por esos mismos meses sus allegados comenzaron a filtrar la especie de que él había sido el primero que le habló al entonces gobernador Moreira del estado de Coahuila, sobre la posibilidad de convertirse en aspirante a la dirigencia nacional del PRI. También se decía, que independientemente del resultado de los comicios de Oaxaca, él sería el gran ingeniero electoral en el proceso para elegir Gobernador en el Estado de México en este año 2011.
En fin, parecía que el entonces gobernador Ruiz pasaría a ser una figura nacional. El único problema, es que el resultado del cuatro de julio pasado, lo regresó a su realidad de político apestado, de poseedor de una imagen de impresentable en la escena política nacional, que lo perdió todo por su necedad de anteponer el interés personal a las posibilidades de triunfo de su partido, y al que lo único que le quedaba a salvo —antes de que iniciaran las naturales traiciones, y se dejaran ver las ambiciones propias de quienes fueron sus operadores— era el feudo de poder que le quedó en el PRI de Oaxaca.
REALIDAD IMPLACABLE
Quién sabe en qué escenarios estaría hoy el ex gobernador Ruiz si su candidato, Eviel Pérez Magaña, hubiera ganado la gubernatura en julio pasado. Lo cierto es que éste perdió, y a partir de entonces iniciaron tanto las traiciones como las ambiciones, como también los arrepentimientos disimulados de todos aquellos que le prometieron más gloria y fortuna al aún Jefe Político de los priistas.
Hoy está en duda que formalmente él sea el operador electoral en la campaña priista del Estado de México. Aunque fácticamente se entiende que él y su grupo serán actores fundamentales en esa campaña —por los perfeccionados conocimientos que tienen sobre la ingeniería necesaria para manipular resultados electorales—, hasta ahora nadie se ha atrevido a mencionarlo formalmente como una de las piezas del engranaje priista del gobernador Enrique Peña Nieto para los meses próximos.
Del mismo modo, las posibilidades de que el ex gobernador Ruiz se integre en alguna de las responsabilidades formales del Comité Ejecutivo Nacional del PRI son cada vez más escasas. No obstante se ha visto de forma clara el respaldo de la Dirigencia Nacional priista, al Comité Directivo Estatal que encabeza el diputado Pérez Magaña, lo cierto es que las posibilidades de que eso se traduzca en la inclusión del ex Mandatario oaxaqueño en la cúpula priista.
Más bien, lo que se ve es que la época de los intercambios ya comenzó. El dirigente nacional Moreira Valdés parece estar dando, a cambio del asiento que no entregó en el CEN priista al ex gobernador Ruiz, el respaldo para que éste reconfigure su grupo político de Oaxaca. Es decir, que a cambio de no cargar con el costo político de incluir a una figura de tantas aversiones y tantos costos políticos como el ex Mandatario, Moreira le está permitiendo que haga todo para conservar el feudo local que aún tiene en Oaxaca.
De ahí puede entenderse que todos, sin excepción, estén respaldando a la dirigencia del diputado Pérez Magaña, pero que nadie haga más por elevar la presencia del grupo del ex gobernador Ruiz.
Independientemente de las razones en particular que dieron pie a hechos como la solicitud de expulsión del diputado Jorge Franco Vargas, o la remoción del también legislador priista Manuel García Corpus de la Comisión de Asuntos Indígenas de la Cámara baja, es en esa lógica como puede entenderse perfectamente lo que hoy ocurre en esta pugna feroz que está desatada en el PRI oaxaqueño.
DE LO PERDIDO, LO
QUE SE ENCUENTRE
Todos los reacomodos buscan, dicen, “depurar” al Partido tricolor de los traidores. Lo cierto es que, más bien, lo que buscan es consolidar lo que queda del grupo político que gobernó Oaxaca entre 2004 y 2010. Buscan conservarlo aun haciendo la guerra. Y la ruta de choque que eligieron, según lo marcan las circunstancias, es la única disponible. Porque su feudo oaxaqueño, en realidad, es todo lo que les queda.