Ojalá solo lloviera en el campo de Oaxaca

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Carlos Villalobos

Llegó la etapa de huracanes y con ello el que Oaxaca esté inundada, principalmente el Istmo y la Costa. Como si no fuera ya una tradición propia de estas fechas, casas, negocios y el patrimonio de toda una vida, familias enteras ven como el agua se las lleva.

Tomar nota y aprender de las derrotas es algo que los tres órdenes de gobierno no han entendido que tienen que llevar a cabo para mejorar las condiciones de nuestras comunidades, o al menos contar con planes de protección civil lo suficientemente robustos para evitar tragedias como las que años con año, sufren municipios como Juchitán o Unión Hidalgo.

Comunidades incomunicadas, sin medios de comunicación, pero sobre todo sin sustento diario, en plena pandemia, es algo importante a considerar en la proyección de planes anuales o al menos trimestrales.

¡Vamos! Que, si ya sabemos que en septiembre, o un poco antes, las lluvias en el estado aprietan, desazolves, desfogues escalonados de presas y monitoreos de ríos y lagos, tendría que ser prioridad. Los huracanes a diferencia de los sismos, que también son desastres naturales, se pueden prevenir de una manera más efectiva.

Algo a considerar también, es que lo que se propone desde este texto, no es solo el otorgamiento de presupuesto para la reconstrucción de las comunidades (lo cual es necesario), también se debe de partir de campañas de concientización enfocadas a los posibles desastres naturales que azotan las regiones en las que se focalicen los trabajos.

Realizar el ejercicio de gobierno, no solo se finca en realizar magnas obras o negociar con grupos de poder, el fin ultimo de gobernar es que se priorice la vida y de ahí todas las posibles acciones y actividades tendrán un correcto cause.

Hemos normalizado a tal punto la desolación y el sufrimiento de nuestras comunidades, que hoy en día la nota no es que los municipios estén bajo el agua, la nota son los memes de aquel señor necio en Juchitán que trato de ganarle al flujo de agua, causando que su camioneta se quedara varada y tuvieran que rescatarlo.

A manera de apología, es justo mencionar que el problema actual no se le puede cargar a las presentes administraciones, sin embargo, la gestión de la crisis y es ahí donde se tiene que hacer especial énfasis. 

Ya no es tiempo de discursos, hoy necesitamos de funcionarios que den la cara y que pongan sobre la mesa soluciones que sean concretas y realizables en el corto plazo, que tiendan la mano cuando todas las cámaras y micrófonos se hayan ido, que se hagan presentes con acciones.

De cara al proceso electoral, es tiempo de identificar que no todos los políticos son iguales, pero tampoco todos deben de ser santos de nuestra devoción. Las acciones se deben ver en la elaboración de reglamentos y leyes, así como en campañas de concientización; con el fin de minimizar los daños; y llegado el momento la suficiente sensibilidad para atender a todas y todos aquellos que lo necesiten.

Ojalá que solo lloviera en el campo para que el maíz creciera y así nuestras ciudades no se inundaran. Ojalá algún día se priorice la protección civil y la concientización ciudadana, sin banalizar ejercicios como los simulacros o la puesta en marcha de albergues durante emergencias.

Ojalá.

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