Antonio Gutiérrez Victoria
“El puño en alto”, es un texto que, según su autor, Juan Villoro, no pertenece a un género literario, sino sismológico, ya que, según él, se trata de una “réplica”.
Lo importante de esta especie de réplica de que habla el autor es que nos permite formular interrogantes sobre el miedo en general y el miedo a los sismos y su potencial para convertirse en terremotos.
Por eso, quienes leemos el texto de Villoro tenemos la gran oportunidad de hacer con nuestros miedos, nuestro diario; nuestra “bitácora del miedo” para que no se nos olvide que estamos parados sobre terrenos muy movedizos y que toda escritura también está sujeta a las contingencias de magnitudes impredecibles; como el terremoto de magnitud 7.8 que se produjo el 6 de febrero de este mismo año en el sudeste de Turquía y el noroeste de Siria. Según información publicada por “infobae” (25/02/2023) la cifra de víctimas mortales en Turquía y Siria ya superó las 50,000 personas.
La catástrofe reciente, el miedo y la tristeza de esos pueblos nos avisan, de nuevo, que el crujir de las rocas al interior de la tierra es un mensaje de incertidumbre que llega a través de ondas para decirnos que ni siquiera la tierra tiene certezas en sus movimientos. Bastan estas referencias sugeridas por Juan Villoro para que afloren los recuerdos trágicos y las hazañas de las y los sobrevivientes.
Por ejemplo: tras el sismo del 19 de septiembre de 2017, cuando, según Villoro “Llovió sobre mojado / después de las fiestas de la patria, / más cercanas al jolgorio que a la grandeza”, él se pregunta: “¿Queda cupo para los héroes en septiembre?”. Así también, tomando en cuenta que ahora nos sabemos, con los turcos y los sirios, caminantes de una misma tierra a la vez insegura y llena de incertidumbres, podemos preguntarnos: ¿queda en nuestros pensamientos espacio para los héroes de febrero? Y, sobre todo, como en el texto de Villoro, ¿es injustificado tener miedo? ¿o es mejor tener el valor de tener miedo?
Me adhiero al segundo grupo. En los días posteriores al 6 de febrero, conciliar el sueño me resultó difícil. Un día, eran las dos de la mañana cuando mi padre me encontró sentado ante las imágenes del terremoto. Me reprocho que no había dormido y yo le dije que tenía miedo de que sonara la alerta sísmica y me agarrara dormido, y que por eso no dormía. Lo simultaneo e inseguro de un cielo negro e inmenso con una tierra vibrante e intensa, me tienen aquí abajo, sobre tierra, frente al desconcierto de un reloj detenido, esperando cualquier ruido para convertirlo en un signo de alarma. Viendo cómo cualquier objeto puede volverse un sismógrafo accidental. Definitivamente, gracias a nuestras pantallitas (los celulares) nos alejamos de una realidad para acercarnos a otras, hasta el grado de convertirlas en excesos de realidad, que pueden acabar asediándonos en lo más profundo de nosotros mismos.
En “Una filosofía del miedo”, Bernat Castany Prado, escritor y profesor en la Universidad de Barcelona, da al traste cuando afirma que la palabra miedo, a pesar de ser un concepto ambivalente, designa un sistema de conocimiento y motivación que puede integrarse en dos niveles; el primero, un miedo proporcionado y racional; y el segundo, un miedo desproporcionado e irracional. La razón, afirma Castany, es necesaria para luchar contra el miedo, “nos ayuda a desbaratar las supersticiones, a enfriar las aprensiones y a idear respuestas efectivas. Pero la razón no es suficiente, porque el miedo no nace de la razón, sino que se alimenta de ella”, por eso, también nos pide no olvidar que “nuestra razón es, como el caballo, un animal fuerte y noble, pero también muy asustadizo”.
Los terremotos de los que habla Villoro son también inspectores de la honestidad arquitectónica. La naturaleza y su gran fuerza también ofrecen lecciones morales, lo trágico es que suelen llegar demasiado tarde. En efecto, el diario El País, ha informado que la “Fiscalía – de Turquía – ha establecido una unidad especial para investigar posibles negligencias en la construcción y que la autoridad informó que se han dictado 113 órdenes de detención, algunas de ellas destinadas a constructores sospechosos de eliminar pilares para ganar espacio en las viviendas”.
Ante tal escenario, los sacudimientos que producen miedo y que nos ponen en estado de alerta son también un mensaje que nos exhorta a reaccionar, pero no individualmente, sino colectivamente, como bien o mal lo hacemos siempre después de tragedias de esta magnitud, solo así se puede entender lo que el escritor Max Aub, en el monólogo “De un tiempo a esta parte”, nos intenta decir a través de uno de sus personajes, al afirmar que: a lo contrario del miedo… se le llama solidaridad.