La moda mezcal: racismo, clasismo y otros complejos

Date:

  • Primera parte

Renato Galicia Miguel 

Por ahí veo en face que anuncian un curso sobre mitos del mezcal. ¿Neta? ¿Van a aventarse el tiro o sólo a engrosar los choros exquisitos y sofisticados ‘light’,  sin tocar lo temas cabrones del Oaxaca profundo?

Para empezar, parafraseo lo que me dijo un día el cineasta de Zaachila, Rigoberto Perezcano: quién sabe si el mezcal quiera estar donde lo puso la moda.

Pero también hay que ponderar que ésta, la moda, ha situado a la bebida, ciertas comunidades, algunos palenqueros y productores de ella y una que otra mezcalería en un nuevo estatus y un contexto muy distintos a los inmediatamente anteriores a los últimos 15 años. 

Básicamente, digamos que el universo mezcal pasó de ser  comunitario, rural y de la periferia o sitios céntricos clandestinos de la ciudad de Oaxaca a convertirse en una pomposa industria orientada a las grandes urbes —como la Ciudad de México— a través de un complejo proceso de pros y contras.

Da la idea de que a la cultura del mezcal que tanto la enaltecían cuando se hablaba del llamado boom, la dejaron como botella vacía de caguama tirada a orilla de carretera. A nadie parece  importarle ya que fuera una forma de vivir de habitantes de municipios de los Valles Centrales y de la capital oaxaqueña, principalmente, porque en la sierra mazateca, la Sierra Norte y la Mixteca alta, por ejemplo, prevalece la ingesta del aguardiente de caña.

Puede decirse que con la moda mezcal inició la etapa actual de la gentrificación y turistificación, debe aclararse que ha difundido un desconocimiento  de la realidad sociocultural oaxaqueña, tiene que postularse que es indispensable revalidar una discusión amplia y crítica del otro Oaxaca relacionado con el mezcal en este caso, del Oaxaca neto, no del Oaxaca ‘marketing’.

Como para abrir ronda mezcalera en una tarde lluviosa, retomo unos apuntes hechos a partir de mis  entrevistas realizadas a la antropóloga zapoteca Olga Montes.

Pero primero preguntémonos por qué  Oaxaca, con todo y su moda mezcal y general, no deja de encabezar el ranking de los estados con mayor pobreza económica y peor distribución de la riqueza.

En la entidad prevalece, contestaría aquella estudiosa, una “sociedad racializada” en “situación colonial” producto de un orden social originado en la época virreinal: un orden que primero buscó destruir “la visión del mundo de los indios e imponer otra que garantizara el dominio español” y generó “toda una ideología acerca del indio que justificaba su situación de subordinación al blanco en tanto era inferior”  por tonto, vicioso, perezoso y, por lo mismo, pobre.

Y que después, luego de la Revolución mexicana, impulsó la visión del “indio idealizado que aún vive en el atraso” y “necesita ser redimido por la nueva clase política”: el “indio folclorizado que vive feliz en su pueblo pese a su miseria” y, en la fiesta de la Guelaguetza, “gustoso ofrece su riqueza cultural, como tributo, a la ciudad de Oaxaca, asiento de las élites políticas, económicas y sociales”.

Ello quiere decir, en palabras de Olga Montes, que “la mentalidad racista impuesta durante la llamada  Colonia a la provincia de Antequera que ahora es el estado de Oaxaca, [y] continuada durante el siglo XIX, se mantiene presente hasta nuestros días. 

“En Oaxaca existe toda una forma de pensar, valorar y actuar que marca los límites entre los grupos sociales. La gran mayoría no traspasa esos límites. […] la población india es la mayoritaria. Los blancos, por el contrario, son una minoría, sin embargo constituyen el grupo social dominante, el que impone su ideología.

“Si bien en este momento el racismo que se vive en Oaxaca no es semejante al que existía en la Colonia […], sigue persistiendo y es un problema social muy importante que permea a toda la sociedad oaxaqueña. Podemos decir que Oaxaca es una sociedad racializada”.

Incluso, abunda en su explicación la antropóloga, en Oaxaca “el multiculturalismo concebido como la aceptación de las culturas puede ser una nueva forma de racismo”, pues, como hay que ser respetuoso de aquél, el multiculturalismo, no se cambian bailables y escenificaciones que expresan la reproducción de la supremacía del hombre, el consumo de alcohol y la desigualdad y la opresión de la mujer india, porque eso es lo auténtico.

Bajo estas premisas, vamos a describir algunas escenas y pasajes que esperemos den cuenta de lo que tratamos de decir 

Uno. El Dolores es albañil, vive en la colonia Loma Linda de la ciudad-capital, Oaxaca de Juárez. Cuando tomaba, compraba su mezcal de 50 grados proveniente de Yautepec en la tienda de don Cele, un marrito de a cuarto o un marro de a medio, pero cuando éste se volvió inaccesible para su bolsillo, comenzó a tomar botellitas de 225 mililitros de alcohol del 96  rojo que compraba en una farmacia.

Dos. En la herrería del Coqueto, al norte de la ciudad de Oaxaca, su esposa, que es de Yautepec, vende mezcal a granel de 50 grados de  Santa María Quiegolani y a veces también aguacate. Le compran lo mismo un chaval del barrio Río Blanco que se toma un litro y se queda a dormir en el viejo safari  estacionado por ahí, que un viejón adinerado que pasa en su  camioneta del año. Los sábados se reúnen con el Coqueto amigos de toda la vida que rondan los setenta años, un mecánico, un dueño de camiones de pasajeros, sus extrabajadores que instalan puertas automáticas. Preparan  tostadas con requesón y toman mezcal como gente decente.  Dos o tres tragos, más un tanto para llevar, y hasta el próximo sábado. Es una rutina que le conozco al Coqueto, David López, nacido en el barrio de Los Siete Príncipes, desde hace casi 50 años: la compra e ingesta sabatina de mezcal en sitios clandestinos de antaño y de hoy: en la contraesquina de la terminal de autobuses del ADO o en la calle Libres o en el fraccionamiento Lomas, puntos de venta que sólo están en su memoria.

Tres.  Voy crudo al bar El 20 del centro de la ciudad de Oaxaca dispuesto a curármela con un cedrón. Me siento en la mesa que está frente a la rocola. Un tipo fanfarrón ocupa la mesa de al lado. Ni lo pelo. Se acerca la mesera y le pido mi trago. De volada trae la botella con sus características ramitas de la yerba y su color café, y me sirve la copa.

—¿Por qué te sirvió a ti primero si yo pedí antes—me comenta el fanfarrón.

Ni lo pelo. Al ratito le traen su cerveza, en tanto que pido otro cedrón y una pareja joven que resulta ser de Tijuana llega a ocupar la mesa cercana.

La mesera repite el ritual: trae la botella de lo mismo y me sirve el trago en la mesa.

—Allá atrás están Dionicio y los demás— me comenta.

—Aquí estoy bien, ahorita no quiero ver borrachos— le respondo.

A la pareja de Tijuana le llama la atención la botella de cedrón. Medio alcanzó a explicarle de qué va ese mezcal, por mi cruz y porque el fanfarrón me interrumpe. Me desentiendo. Alcanzo a escuchar que les habla de Miahuatlán, de los karwinskii…

—¿Eres de Oaxaca?— le pregunto después, un tanto repuesto con mis dos tragos de cedrón al hilo.

—¿No, no, de la Ciudad de México— responde con un dejo de sobradez.

Chale, un “experto” más de mezcal, de dónde saldrán tantos, pienso, al tiempo que tomo mi tercer cedrón y me voy atrás con el Dionicio y demás borrachos.

—————————————————————-

Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivamente responsabilidad del autor y no reflejan necesariamente la postura o el pensamiento de “Al Margen”. La empresa periodística se deslinda de cualquier comentario o punto de vista emitido en este texto, ya que estos corresponden al criterio personal del articulista. 

Share post:

spot_img

Popular

More like this
Related

EL LABERINTO DE LA JUSTICIA || Hugo Aguilar: La voz indígena que llegó a la SCJN con méritos propios

Antonio Gutiérrez Los pueblos y comunidades indígenas de México han...

DICEN QUE… || Nada cambia, ¡pero no es cierto!

Juan Carlos Salamanca  Dicen que nada cambia. Que las cosas son...

CONTRAFUEGO || CNTE, derecha dura y pura

Aurelio Ramos Méndez ¿Hasta cuándo el Estado mexicano emprenderá una...