Aurelio Ramos Méndez
Debatiéndose en hilarantes contradicciones y con lenguaje enrevesado, la Organización de los Estados Americanos (OEA), intentó descalificar la elección judicial en nuestro país, de la cual dijo que es susceptible de mejorar, pero a la vez, recomendó a otras naciones no replicar este modelo de selección de jueces porque “es sumamente complejo y polarizante”.
No es temor a la complejidad organizativa ni a la polarización, sino a la democracia, y pavor a que el modelo mexicano cunda y favorezca una reconfiguración y depuración de los poderes judiciales en nuestra región.
El organismo defensor primordialmente de los intereses de Estados Unidos en realidad se hizo eco de la oposición a la 4T dominada por la derecha, la misma que emprendió una campaña tan intensa como costosa para convencer a los ciudadanos de abstenerse de votar.
La Misión de Observación que acudió a las votaciones del 1 de junio, integrada por 16 personas y encabezada por el ex canciller chileno Heraldo Muñoz rindió un informe digno de ser rubricado por el personaje de Cantinflas, quien desde hace siete décadas ya ilustraba la firmeza de sus convicciones con aquello de “así como digo una cosa, digo otra”.
La primera cosa que dijo la OEA fue que el tiempo de organización de los comicios resultó demasiado breve y en medio de fuerte polarización y alto nivel de litigiosidad.
Dieciséis pares de ojos y 16 de oídos no pudieron percatarse de que eso que la Comisión denomina polarización es más bien un oposicionismo sistemático empecinado en no acatar la voluntad mayoritaria del Congreso, que validó el cambio de método selectivo de jueces, magistrados y ministros.
Tampoco pudieron ver ni enterarse de oídas de que la litigiosidad en realidad fue el uso y abuso de la ley y el conchabamiento de jueces ya en retirada para saturar los tribunales con masivas demandas de amparo y recursos de sabotaje.
Es decir, la colocación al por mayor de palos en la rueda para tratar de darle una voltereta a la decisión del Legislativo, o sea a la voluntad popular.
Menos aún los 16 de diez nacionalidades diferentes pudieron enterarse de la campaña para inducir a no votar, explicación al menos parcial de por qué sufragaron “sólo” 13 millones de mexicanos, “uno de los niveles más bajos de participación en la región para un proceso electoral”, según la organización internacional.
A partir de sus observaciones sesgadas, con anteojeras, la Misión de turismo VIP concluyó que el modelo no debe ser replicado en otros países por complejo y polarizante…
Algo así como rehuirle o eliminar la enseñanza de la física cuántica por su alta complejidad o disolver los parlamentos porque algunos legisladores suelen liarse a trompadas.
Después de haber dicho una cosa, la cantinflesca OEA olímpicamente dijo la contraria. El modelo electoral mexicano ya no le pareció tan malo, sino más bien bueno y perfectible. “Existen múltiples oportunidades de mejor”.
Inclusive recomendó una serie de acciones específicas para el mejoramiento del método. “La misión insta a las autoridades electorales y a los órganos políticos a considerar las recomendaciones formuladas para fortalecer todas las etapas del proceso, corregir las deficiencias actuales y garantizar la sostenibilidad de las soluciones adoptadas”.
La palmaria contradicción, sin embargo, no deja dudas respecto a la posición del organismo regional sobre la elección judicial mexicana. Desde su fundación hace casi ocho décadas ha estado claro que en la OEA únicamente los chicharrones del Tío Sam truenan.
En todo este tiempo esta entidad multilateral no se ha atrevido a perturbar a Estados Unidos ni en los peores momentos de esta potencia.
Ni la más leve reconvención ha planteado respecto a los abusos y exacciones gringas a prácticamente todas las naciones del continente. Menos aún sobre la responsabilidad estadunidense en el fenómeno de las drogas ni su respaldo a las más brutales dictaduras o el derrocamiento de gobiernos democráticos, legítimamente constituidos.
De hecho, el informe de la paseadora misión electoral se conoció en forma casi simultánea con la amorosa protección de la corte de EU a fabricantes y comerciante de armas, concretada en el rechazo a la demanda de México respecto a la responsabilidad que a estos incumbe en el tráfico ilegal de pavorosos arsenales hacia nuestro país.
Ni por equivocación se conoció algún pronunciamiento dirigido al Poder Judicial norteamericano, tan descaradamente defensor de quienes proveen de rifles de asalto, pistolas, bazucas, metralletas, granadas y toda la parafernalia bélica de que disponen los cárteles de las drogas que mantienen a nuestro país hundido en un baño de sangre.
Para nadie es secreto que los poderes judiciales en los países que conforman la OEA, como ramas del poder público encargadas de cuidar el respeto a la ley, son por definición instancias abocadas a preservas el statu quo, el orden de cosas establecido.
Por lo mismo, la elección de jueces, magistrados y ministros apunta a un cambio profundo de semejante perfil y a una mayor vinculación e identificación de ese poder del Estado con los ciudadanos comunes, no con las élites históricamente detentadoras del poder.
A un cambio radical en este campo le temen quienes parten el queso en la OEA. Más claro no canta un gallo.
BRASAS
De consecuencias impredecibles para los Estados Unidos, el mundo y desde luego México es el pleito de drogadictos y delincuentes que ha estallado entre Donald Trump y Elon Musk, hasta hace días amigazos del alma, de francachelas, transas electorales y cochupos de todo tipo.
Rifirrafe por el cual el planeta todo está enterándose de que en EU no solo gobierna un delincuente convicto de 34 delitos relacionados con pagos ilegales a una actriz porno, sino un pederasta que para mayor alarma quizá toma graves decisiones en un estado de conciencia alterado por substancias psicoactivas prohibidas por la ley.
Hay razones fundadas para suponer que la megalomanía y el comportamiento errático, bravucón y hasta esquizofrénico de Trump muy probablemente es producto de adicciones compartidas con su ex asesor estrella, el hombre más rico del mundo.
Al despedirlo del gobierno, el mandatario dijo esperanzado con respecto a este personaje a quien él admira sin pudor, que en realidad no sería su último día como colaborador del gobierno “porque siempre estará con nosotros ayudándonos en todo”. Se equivocó de modo garrafal.
Apenas unas horas después el magnate tecnológico empezó a destilar encono.
Llamó abominable y repugnante el plan fiscal del presidente-delincuente y cerró la semana con una escandalosa acusación de pederastia. Y echándole en cara el archimillonario apoyo que le dio para su campaña: “Sin mi habrías perdido las elecciones”, le dijo abollándole el ego a despreciable gobernante.
Además: “Es hora de lanzar la gran bomba Donald Trump está en los archivos de Epstein. Esta es la verdadera razón por la que no se han hecho públicos”, escribió en su red social X.
Musk se refirió de ese modo al financiero multimillonario Jeffrey Epstein, acusado de violación, abusos sexuales y tráfico de niñas, quien luego aparecería en su celda presuntamente muerto por suicidio.
El pleito –ni a cuál irle– está como para apartar butaca de primera fila, por más que vaya uno a saber si estos maleantes pendencieros están en sus cabales.
Del desembozado neonazi, Musk, ahora se sabe que en la campaña electoral solía ponerse bizco de alucinógenos y que viajaba con una cajita con una veinte pastillas y substancias ilícitas.
Según The New York Times y el propio presidente de EU el magnate consumía desde el poderoso anestésico veterinario Ketamina hasta la anfetamina Extasis y hongos psilocibios como los de María Sabina.
Ante semejante revelación se imponen sencillas preguntas:
¿Podrá Trump combatir la epidemia de fentanilo de que tanto se queja y la usa como pretexto para atacar a México, si no pudo evitar los “viajes” siderales de Elon que ocurrían en sus narices o que los hacían a dúo?
El mandamás de la Casa Blanca podrá emular a Felipe Calderón y decir que no conocía las andanzas de su colaborador consentido. Será, como en el caso del michoacano, una descomunal mentira o una confesión de estupidez.
Bien visto el asunto, claro, frente a la veintena de patillas que Musk y quizá Trump se metían por todos los orificios de su organismo, la afición de Calderón por los destilados ciertamente parece travesura de adolescentes.
Será cosa de esperar para ver si el palmarés de 34 delitos que Trump ostenta aumentará con otros muchos ilícitos, en especial violación y consumo y tráfico de drogas.
Y si los electores del presidente gringo tomarán semejante record como timbre de orgullo o razón para –por fin—destituirlo y encaminarlo hacia la cárcel, como se merece.
RESCOLDOS
Desopilante. La embajada de Estados Unidos desmintió que en su gobierno exista una lista de gobernadores y políticos mexicanos vinculados con el narcotráfico. La lista de la que hablan algunos medios, dijo, es falsa. De esta manera les quitó la escalera y dejó colgados de la brocha a varios periodistas dizque expertos en la relación bilateral México-EU, quienes otra vez hicieron el oso…
aurelio.contrafuego@gmail.com
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