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La trama de la elección de candidatos a cargos de elección popular en el Partido Revolucionario Institucional de Oaxaca, parece como sacada de una historieta chafa de terror. Porque en esta historia, una serie de huérfanos, mal educados y mal preparados para la vida, están intentando determinarse sin saber cómo, y en medio de un escenario hostil y adversarios ponzoñosos que sólo están esperando el momento de comérselos vivos. Quien no crea que esta historia es real, es porque en realidad no termina de ver que, según como va, la del priismo es la historia de un descuartizamiento anunciado.
El problema que hoy apenas alcanzamos a ver, en realidad está segmentado en varias capas. Porque si bien es cierto que la parte visible de todo esto radica esencialmente en la pugna entre algunos grupos (los leales al dirigente estatal, los rebeldes, y los antiguos patriarcas), lo cierto es que en el fondo esta aparente orfandad tiene otros orígenes que se remontan a más tiempo y circunstancias de las que apenas alcanzamos a ver.
Y si hoy hay determinaciones, en este momento, no es sólo porque no existan los consensos en este momento, sino porque en la tradición partidista tampoco se encuentran este tipo de ensayos. E incluso porque los antiguos jerarcas de ese partido nunca fomentaron la creación de líderes y cuadros políticos de verdad. Pero vayamos por partes.
En primer término, lo que hoy alcanzamos a ver es el mismo problema de siempre, pero magnificado por las circunstancias. Es decir, que el —ahora “autodenominado”— Jefe Político en turno pretende imponer a su delfín como candidato al mayor cargo político de elección popular, luego del de Gobernador del Estado. Es decir, como Senador.
Este intento de imposición, se está encontrando con las mismas resistencias y competencia que siempre existieron al interior del tricolor. El problema es que hoy, ese autodenominado Jefe Político (léase, el ex Gobernador inmediato anterior) ya no tiene las facultades coercitivas del Estado (o del erario) que siempre tuvo al alcance para disciplinar a sus muchachos.
La resistencia, hoy a diferencia de antes, es encabezada desde dos grupos distintos. Porque por un lado se encuentran los rebeldes que intentan una suerte de “parricidio”, pero por el otro están aquellos que gobernaron en otros tiempos y que hoy intentan regresar por sus fueros.
Unos y otros, argumentan a su favor, que el partido tricolor no puede ser sólo de unas cuantas personas, y que tampoco se vale que se intenten las mismas formas antidemocráticas que en el pasado. Y, según parece, tienen razón. El problema es que ellos intentan hacer, con sus propios métodos y formas, algo muy parecido a lo que tanto se han deshecho en criticar.
Y es que, desde todas las trincheras alcanzan a percibir los riesgos de ir en esas condiciones a una contienda electoral como la que se espera para los próximos meses. Es decir, que los detractores argumentan exigir la democratización de los procesos internos, en primer término para evitar la ruptura partidista, pero en segundo término para evitar que ello provoque afectaciones al proyecto mayor —cosa que, en general, parece importarles poco a aquellos que pretenden el juego de las imposiciones. Pues según ha quedado claro, su lógica parte de conseguir ellos caer de pie, aunque el mundo a su alrededor se esté deshaciendo por completo.
NO HAY LÍDERES
Todos batallan y temen, pero al mismo tiempo se sienten grandes y con derecho a ser todo dentro de su partido, porque en realidad la lógica de la preservación del poder del priismo de las últimas décadas fue la de erradicación de los liderazgos crecientes para no poner en riesgo el actual, por encima de la visión de largo plazo que, se supone, debiera llamar a la perpetuación de nuevos liderazgos, para que a través de ello pudiese haber continuidad en la preponderancia de la institución política que todos juntos dicen representar. De ahí parte el problema, ya en sus capas interiores.
¿Por qué, por ejemplo, el centro del conflicto actual se llama Eviel Pérez Magaña? Fácil: porque él, como la mayoría de los políticos actuales del tricolor, fueron creaciones de un gobierno y/o de un régimen. Fueron esencialmente circunstanciales. Y por esa razón les es indispensable mantener la presencia de manera permanente. Saben, pues, que sin el banquito, es muy fácil que se caigan.
Y es que, sin el banquito, es muy fácil que se caiga Eviel, pero también la mayoría de sus adversarios internos, salvo unos cuantos. Porque si lo vemos en perspectiva, Eviel es apenas el factor de negociación del grupo que lo respalda, mientras que los demás, por esa misma razón buscan otros cobijos para poder transitar en esta compleja ruta que parece tener el ánimo de depurar a los aspirantes por sus propios orígenes y circunstancias.
Hasta ahora, ha quedado claro que el ánimo de no hacer líderes fuertes está hoy teniendo un costo alto para las definiciones del priismo. Pues como no existe un factor que tenga a su favor la elegibilidad constitucional, que además ostente liderazgo, y que además haya sido formado sólidamente por su partido, para poder ser la figura sustentada que de cauce en estos momentos de difíciles definiciones, entonces todos los que medio tienen alguna de esas características se sienten con la posibilidad de competir entre sus iguales. Y eso, no sólo para un partido como el PRI, sino para la democracia —e incluso para el Estado y para el país— es gravísimo.
En el fondo, no se ve con claridad si en las otras fuerzas políticas hay algo mejor —o más estructurado, o más organizado, o más ordenado, o más disciplinado— que en el priismo. Pero si se puede apreciar el hecho de que tantos años de supuesta historia y tradición, han servido para poco ante las inclemencias del ambiente, y sus propias circunstancias.
AGUAS CON LA DEMOCRACIA
Estos juegos perversos que ya comenzamos a ver en Oaxaca, en el fondo parecen buscar llevarse a las causas democráticas entre sus fauces. Es decir, pretenden culpar a la democracia y al entramado institucional por sus insuficiencias e indefiniciones. Sólo esperemos a ver cuando la autoridad electoral, saque sus armas y comience a sancionar todos los excesos que hasta ahora se han cometido en Oaxaca por los partidos y sus candidatos. En eso, por cierto, el PRI será el menos culpable. ¿Ya lo vemos en respectiva? Ya deberíamos…