+ Alianzas no significan un régimen de consensos
El México de hoy, está lleno de ejemplos de autoengaños que, por nuestro propio bien, debiéramos comenzar a asumir, y sobre todo no continuar replicando. Uno de ellos radica en la supuesta efectividad de las alianzas electorales, y otro de ellos radica en los supuestos beneficios que tiene el reniego de las siglas e ideologías en quienes, militando en un partido político, terminan buscando cargos de elección popular por las siglas de otro. Oaxaca tiene amplios ejemplos al respecto.
Nuestro Estado vive un momento particularmente atípico. Queda claro que el régimen gobernante no tiene todas las prácticas de sus antecesores. Pero también está perfectamente visto que tampoco tiene una visión específica del Estado que desea, y también del que puede conseguir. En esas condiciones, pareciera que el régimen busca la supervivencia y no la trascendencia. ¿Por qué busca sólo la supervivencia?
La respuesta se encuentra en los compromisos creados, y en la imposibilidad de satisfacer todos los intereses para combinarlos con un genuino anhelo democrático. Lo que fue exitoso, como coalición electoral, no lo es tanto en el intento —lejano— de ser una coalición gobernante. Es evidente que nadie en el gobierno pretende gobernar con partidarios de otras siglas. En similares circunstancias se encuentra el hecho de que, aún siendo parte de la misma coalición, nadie se ve como aliado ni como par del otro. Y es también evidente que, en esas condiciones, la mejor táctica es hoy, la de nadie meterse con nadie. Pero con ello tampoco procurar que las cosas cambien.
El resultado de ello es el gobierno del inmovilismo. El régimen parece estar asumiendo ya la posición de “respetar” las parcelas de poder de cada uno de sus supuestos aliados, a cambio de que éstos le permitan tener las condiciones mínimas para gobernar. Esto, traducido a los partidos, podría decirse más o menos del modo siguiente: el Gobernador, militante del antiguo Partido Convergencia, permite que Acción Nacional, PRD y Partido del Trabajo hagan lo que deseen con sus cuotas de poder, a cambio de que éstos continúen alimentando el discurso del gobierno del cambio y coalición que sostiene su administración.
Esto, en buen español significa una mutua y total entrega: hoy, esos partidos que en otro momento fueron garantes de una feroz oposición al régimen priista, tienen un tufo orgánico que los lleva a quedarse callados en los temas verdaderamente importantes de la vida pública de Oaxaca. Más allá de los destellos de autocrítica y hasta oposición, queda claro que nadie le discute al Gobernador del Estado temas torales como el manejo del presupuesto, como las decisiones controversiales sobre la obra pública, o como la testarudez de algunos de sus colaboradores por llevar a cabo proyectos que son a todas luces inviables y contrarios a una ciudad como la nuestra, en aras de sostener un negocio del que se beneficiarían apenas un puñado de funcionarios y empresarios.
El pago que tienen esos poderes fácticos es también claro: en todas las integraciones hechas hasta el momento de los poderes públicos, el único criterio que ha prevalecido es el de las cuotas, el cuatismo y los compromisos políticos.
De nada han valido el interés y el entusiasmo ciudadano por darle una nueva perspectiva a la función pública. De nada han servido los reclamos airados que hace también la sociedad frente a los actos inopinados del gobierno. De nada ha valido la simple, pero contundente exigencia, de que se respeten la ley y las reglas establecidas, para los procesos en los que finalmente los partidos, y no la ciudadanía, han sido los grandes ganadores.
ESQUEMAS NOCIVOS
Estando en periodo electoral, los ciudadanos debiéramos exigir escuchar mejores cosas que las que apenas si alcanzamos a ver. Nuestros potenciales representantes populares, son personas que no demuestran su calidad política, partidaria, ideológica y de compromiso social. Y nuestros partidos parecen más camarillas preocupadas por conservar, o arrebatar el poder, que por generar mejores condiciones de diálogo y concertación para los múltiples problemas que existen en nuestro estado.
El resultado de eso, lamentablemente, también está a la vista. ¿Cuál de los problemas torales de Oaxaca fue ya resuelto a partir de una conformación distinta del Congreso del Estado? Ninguno. Del mismo modo: ¿Cuál de esos problemas fue ya resuelto a partir de que otra persona, proveniente de un partido político distinto al que gobernara, llegara al poder? Ninguno. Y es porque finalmente queda claro que mientras no exista verdadera voluntad de cambio, más allá del discurso, las cosas seguirán estando exactamente igual que como estaban hace dos, tres, cinco o veinte años en Oaxaca.
El problema en todo esto, es que no existen consensos reales a favor de Oaxaca. Es decir, que los partidos gobernantes no están más preocupados por el interés general, que por los suyos particulares. Es decir que los candidatos y aspirantes a cargos de todos los niveles, ven esta posibilidad de cambio y transición, como una mera modificación en los esquemas de reparto y manutención del poder. Es decir que este supuesto esquema de “alianza legislativa” y “alianza de gobierno”, no es más que lo mismo de antes, pero al revés.
Eso debiera preocuparnos sobremanera. Más porque Oaxaca está tratando de ser vista como ejemplo por las supuestas fuerzas progresistas del país. Porque al mismo tiempo está tratando de ser recolonizada por quienes tuvieron todo y lo perdieron. Y porque, de nuevo, Oaxaca puede ser verdadera punta de lanza de los cambios democráticos, aunque también puede serlo de las regresiones que hoy ya vemos en nuestro ambiente político, y que cualquier día de estos podría replicarse a escalas mayores. Qué lamentable que no aprendemos de la experiencia. Qué mal que la mayoría opta por hacerse como que no vio nada, para convertirse en corresponsable de que los vicios democráticos se sigan reproduciendo.
MUCHOS CONFLICTOS
Tiene razón Andrés Manuel López Obrador: en Oaxaca es preocupante el número de conflictos que existen, por distintas razones, en los pueblos y comunidades indígenas. Pero, el Candidato Presidencial de “las izquierdas” se ha preguntado cuántos de ellos son azuzados por aliados suyos. En eso tendría muchas respuestas… para no estar viendo la paja en el ojo ajeno, y negarse a ver la viga en el propio.