+ Cambian las fuerzas, dentro y fuera del PRI
Enrique Peña Nieto fue declarado presidente electo de México, y eso impone una nueva correlación de fuerzas en estados como Oaxaca. ¿Qué coordenadas deben observarse ante esta declaratoria, y ante su inminente toma de posesión el próximo 1 de diciembre como Presidente de la República? Estas son sólo algunas líneas fundamentales.
Enrique Peña Nieto llegará al poder dotado no sólo de un grado importante de legitimidad política, sino también acompañado de un Congreso que necesita muy poco para lograr los acuerdos y reformas que necesita para dar viabilidad a su administración. En este escenario, el Presidente contará con una coalición legislativa en la Cámara de Diputados (PRI, Partido Verde y Nueva Alianza) que, junta, alcanza los 251 votos necesarios para aprobar reformas legales, nuevas leyes ordinarias y el Presupuesto anual; y cuenta con cierta apertura de la bancada panista para entrar en acuerdos y eventualmente conseguir los 333 votos necesarios para aprobar reformas a la Constitución de la República. ¿Qué tiene que ver eso con Oaxaca?
En el primero de los aspectos, esa nueva relación de fuerzas entre el Presidente y el Poder Legislativo se relaciona con nuestro estado, a partir del hecho de que nuestra entidad no tiene una bancada fuerte; que tampoco tiene una bancada en la cámara de diputados, que cuente con cierta identidad o relación con los nuevos grupos dominantes; e incluso que tampoco existe claridad en cuanto a la construcción de las posibles fortalezas de las bancadas oaxaqueñas dentro de la cámara baja, y del Congreso en general.
A partir de eso puede entenderse la aceptación expresa, y el reconocimiento del gobernador Gabino Cué al nuevo gobierno. El Mandatario oaxaqueño parece tener claro que una bancada legislativa federal afín, brinda estabilidad a cualquier régimen —pero que de lo contrario puede convertirse en un auténtico lastre no para su gobierno, sino para la entidad—.
En este caso, sin embargo, es al Gobernador a quien más le interesa no tener una relación tirante ni disputas iniciales con un gobierno federal que tiene mayoría legislativa. Por eso, es el propio gobernador Cué quien está dando la pauta de que Oaxaca tendrá una relación respetuosa e institucional, y que no hará propios los conflictos electorales del partido del que emanó.
Ahora bien, en el caso de la pingüe representación priista por Oaxaca, la situación es compleja. En los últimos años, uno de los argumentos que dio mayor rentabilidad a los diputados federales del PRI, fue su supuesta eficacia en el logro de mayores recursos económicos para la entidad, reflejados en el Presupuesto de Egresos. Aunque no se trata de soslayar sus posibles méritos, también es cierto que en la pasada Legislatura federal las circunstancias fueron particularmente favorables para que ciertas fracciones priistas estatales (las numéricamente fuertes) tuvieran posibilidad de intercambiar su voto por recursos, ya que entonces la bancada priista fungía como bisagra de los acuerdos con el gobierno federal y el PAN, para que éstos alcanzaran el rango de ley.
Hoy no habrá nada de eso. En gran medida, el presupuesto para la entidad estará sujeto a las negociaciones que entablen el gobierno federal y el estatal, operando como mediadores los legisladores afines a uno y otro grupo; pero a partir de eso puede entenderse que habrá una imposibilidad casi total de que algún diputado priista se ufane en asegurar que algún monto del presupuesto para la entidad fue mérito suyo.
Esa circunstancia, posiblemente aleje —saludablemente— a los diputados del PRI de su clásica idea de ser simples gestores de recursos, y los aliente a buscar otras causas y otros temas a partir de los cuales también pueden ser útiles a su partido, a Oaxaca y a quienes votaron por ellos. Quizá a partir de entonces podríamos saber si esos legisladores tienen cierta idea del trabajo legislativo, o si simplemente fueron a vegetar, a cobrar su dieta, a saciar sus frivolidades, y a vivir cómodamente los años que les dure el cargo.
REHACER EL PRI
La declaratoria de Peña como Presidente Electo también marca el inicio de la carrera por la recomposición del PRI. Varios han manifestado su deseo de ser tomados en cuenta para el cambio de dirigencia. Sin embargo, nadie tiene aún certeza de cuánto se emitirá la convocatoria para el cambio de dirigencia, y muy pocos se han manifestado en favor de ciertos imperativos que son ineludibles para quien pretenda ser candidato. ¿De qué hablamos?
De que, en las circunstancias actuales, la elección del nuevo Dirigente del PRI oaxaqueño no puede ser de extremos. Es decir, no puede emanar de la simple consulta a los tres ex gobernadores (ni satisfacer el deseo de uno de ellos, en detrimento de los otros dos), como tampoco puede ser a través de una elección abierta. El primero de los casos sólo ahondaría las discordancias actuales. Y aunque la elección abierta parece hasta un romanticismo democrático, es evidente que en los hechos eso llevaría a una colisión irreparable en la que el priismo oaxaqueño —por sus prácticas corruptas, y los vicios de la manipulación, que no han abandonado— terminaría de destruirse.
En esta lógica, la elección debe pasar por el abandono de los ánimos de ruptura y descalificación que muchos han utilizado en los últimos tiempos como moneda de cambio. Será dirigente, por decisión del presidente Peña Nieto, quien garantice concordia y aceptación por parte no de todos, sino de la mayoría de los grupos oaxaqueños; y será dirigente quien expresamente manifieste que llega al PRI únicamente para dedicarse a las labores partidistas, sin escarnios y sin aspiraciones a cargos públicos en el corto y mediano plazo. Alguien, pues, que se asuma como priista, y que sin ambiciones se comprometa a trabajar por su partido.
DIRIGENTE, ¿DE DÓNDE?
Ese dirigente no vendrá, obviamente, ni de la luna ni de otro país. Tendrá que ser un oaxaqueño que reúna los requisitos de certidumbre que son necesarios. ¿Quién puede hacerlo? Aunque no se aprecia aún todo el universo de aspirantes a la dirigencia, el único que sí ha manifestado expresamente su compromiso con la concordia, con el consenso y con alejarse de cualquier futurismo en cargos públicos y de elección popular, para dedicarse sólo a los asuntos partidistas, es el ex diputado federal, Jorge González Ilescas. Los demás tendrán que comprometerse, o descartarse. Eso se dirimirá también a partir de ahora, que Peña ya es Presidente Electo.