+ Alianzas, nulas si omiten gobierno de coalición
Una vez que está firme la nueva coalición de partidos para ir a los comicios intermedios de 2013, los integrantes de esa alianza deberían comenzar a tomar con seriedad el rumbo que están dando a sus supuestos “ejercicios democráticos”. El hecho de que las coaliciones se formen omitiendo la forma y las reglas de un posible “gobierno de coalición” genera tanta incertidumbre, problemas y desencanto, que al final lo que están haciendo es malgastar la credibilidad que tienen en aras del triunfo inmediato, sin considerar que con ello desgastarán de forma indeleble el ánimo de cambio que aún tiene la ciudadanía.
La coalición de partidos en Oaxaca, debía comenzar a mirarse en el panismo nacional que recientemente fue expulsado del poder por el mandato popular. Si vemos esta cuestión en una perspectiva amplia, podremos corroborar que el Partido Acción Nacional no sólo fue expulsado del poder por la incapacidad que demostró para dar respuesta a algunos de los más grandes males que tiene la nación, sino que, colateralmente a su derrota, el pueblo mexicano optó por reponer en el poder al partido (el PRI) que hace apenas doce años habían echado con la fuerza de los votos.
Ese parece el peor escenario para una alternancia. En doce años, el panismo ejerció el poder a plenitud, a tal grado que en ese lapso (corto para una nación) fue capaz de agraviar a los más importantes factores de poder, y a la misma población, que finalmente, en el desencanto, optaron por regresar a las formas seguras de gobierno que ofrecía el partido de siempre. Nadie sabe en realidad cómo será el gobierno ahora que el priismo está reinstalado en el poder presidencial. Pero lo cierto, para el panismo, es que fue derrotado por el exceso de soberbia, por el mal uso y entendimiento del poder, y por su incapacidad para plantear las alternativas sólidas que permitieran a la población tener satisfactores a sus problemas, y a ellos una permanencia más o menos estable en el poder.
Si lo vemos en perspectiva, ese es el mismo riesgo que corre la coalición de partidos en Oaxaca. Al igual que Vicente Fox en el año 2000, aquí la alianza de partidos ganó los comicios de 2010 con un amplísimo margen, y llegó al poder con un alto grado de legitimidad. Esa aceptación hacía imposible cualquier intento por argumentar el fraude o por tratar de tachar de ilegítimas las aspiraciones o intentos del grupo gobernante.
El problema es que Fox no tuvo la altura de miras para entender su momento y emprender una reforma de gran calado al poder y a la institucionalidad, que permitiera una auténtica transición democrática. Simplemente se dedicó a ejercer el poder, y a disfrutar de sus beneficios, sin tener claro que eso no sólo lo ubicaría en la misma zona de desgaste que los presidentes anteriores, y que sus costos personales serían aún mayores, porque de los anteriores ya se sabía que eran “malos” y “corruptos”; pero a él, que se le consideraba “bueno” y “honesto”, tendría que pagar el costo no sólo por sus excesos, sino también por provocar la desilusión de los muchos que creyeron en él, y sólo vieron un ejercicio de poder que no era sino un remedo de sus antecesores.
Algo así habrá de ocurrir si aquí en Oaxaca no se entiende que la auténtica reforma al poder es indispensable, y si, de entrada, siguen sin asumir que las coaliciones sirven para algo más que ganar elecciones, y que la victoria de largo plazo se logra sentando bases de gobierno distintas, y reformas, respecto a las tradicionales sobre las cuales se ha ejercido el poder.
COALICIÓN SIN PROGRAMA
El simplismo, puede llevar a los partidos que integran la coalición, y al gobierno que se benefició de ella, que hoy el poder se ejerce de forma distinta porque hubo ya una reforma constitucional, porque no hay mayorías abrumadoras en el Congreso, y porque se estableció una configuración distinta de la Administración Pública. Podrían decir eso, aunque lo cierto es que ni ellos podrían creer sus palabras. ¿Por qué?
Porque el gobierno vertical, en el que éste era ejercido por una sola persona en los tres poderes, pasamos a una nueva verticalidad en la que esa cúspide ahora ya no se encuentra ocupada por un individuo (El Gobernador del Estado), sino por éste, por los líderes de los grupos políticos aliados, y por las dirigencias de los partidos. Aunque sí, ahora las decisiones son colegiadas, éstas siguen siendo inexplicablemente —para el ambiente democrático en el que se supone que vivimos— asumidas como potestad de un grupo privilegiado en contra de otros que no tienen forma de permear, ni de hacer valer su visión de minorías o de exigentes democráticos frente al poder.
Por esa razón, en estos años de supuesto gobierno de coalición, hemos visto que la democracia unipersonal pasó simplemente a ser una “democracia colegiada”, en la que las decisiones siguen siendo tomadas de arriba hacia abajo, y en función de intereses específicos, y no del interés general que es el que se supone que debía ser salvaguardado con un gobierno de equilibrios por haber sido conformado por una coalición.
Todo esto ocurre porque la coalición es y sigue siendo entendida como una llave efectiva de acceso al poder. Sólo que el hecho de que las discordancias queden a salvo de la coalición (es decir, que no se tomen en cuenta ni se equilibren a través de esquemas específicos) provoca que en un solo gobierno haya expresiones diversas y contradictorias; que, asimismo, en una misma coalición haya gobiernos que no son coincidentes ni cercanos, y que incluso son contrastantes y distantes unos con otros. Un efecto más de eso, se aprecia en el hecho de que coaliciones como la oaxaqueña crean ínsulas y cotos de poder, y no espacios de equilibrio real más allá del reparto vil entre los partidos y fuerzas que la integran.
El costo será altísimo: de seguir así, pronto la ciudadanía traducirá su desencanto en votos. Y seguramente, eso abrirá la puerta a gobiernos priistas iguales o peores, que llevarán como única bandera el hecho de que decir que aún con sus ineficiencias y vicios, ellos no intentan engañar a los electores con promesas de cambio que no habrán de cumplir. Es cuestión de tiempo. ¿Apuestan?
A BENEFICIO…
Miguel Bosé cantó a beneficio del DIF Estatal. Pero sería digno reconocer que también, a beneficio de esa institución, quien pagó el concierto fue la burocracia oaxaqueña, a la que le endilgaron la responsabilidad, económica, de que ese monumento al esnobismo saliera a la perfección.