Quitar pluris pega directo a fuerzas opositoras
Si buscamos el matiz democrático de la consulta popular que impulsa el PRI para eliminar 100 curules y 32 escaños en las cámaras legislativas federales, simplemente no lo encontraremos. No existe una explicación lógica, coherente y sostenible en términos democráticos, de por qué una medida de ese tipo fortalecería la democracia representativa; pero lo que sí existen son razones muy concretas, de pragmatismo político puro, para entender por qué hoy el PRI intenta reducir el Congreso.
En efecto, desde hace algunos días el PRI inició en todo el país la recolección de alrededor de un millón y medio de firmas que necesita para acceder a una consulta popular, en los comicios federales de 2015, en la que preguntaría a la ciudadanía si está o no de acuerdo en que se reduzca la composición de las cámaras legislativas federales. El PRI dice que está atendiendo a un reclamo de la ciudadanía, y que además ese es uno de los compromisos que hizo el presidente Enrique Peña Nieto cuando era candidato. Sin embargo, parece que son otras razones (no dichas), las que impulsan esa posibilidad.
Lo primero que debemos preguntarnos es el momento de anunciar la consulta. El líder nacional del PRI, César Camacho, lo hizo apenas una semana después de que el Congreso concluyó los trabajos de la emisión de las leyes reglamentarias de las reformas estructurales. Lo hizo, además, en vísperas del momento electoral que se avecina. Y lanzó la propuesta como un “equilibrio” a la consulta que prepara el PRD sobre la reforma energética, o la discusión del salario mínimo que impulsa el PAN.
Y es que vista desde cualquier perspectiva, la del PRI es una consulta con resultados previsibles y garantizados. ¿Por qué? Porque en efecto, mucha gente exige que se reduzca el Congreso pero no para los fines que quiere el Presidente o el PRI, sino para evitar los excesivos privilegios que tienen los legisladores federales. Es claro que el PRI está impulsando esta consulta con encuestas en las manos, y con la idea de que llevar a cabo este intento encierra un resultado que para ellos bien puede ser un ganar-ganar puro.
Es por eso que en este punto es donde vale la pena reflexionar en dos cuestiones. Primera, ¿quién gana y quién pierde en realidad con esta reforma?; y segunda, ¿cuál sería el efecto colateral de que una medida como ésta pudiera llegar a convertirse en ley, respecto a todo el proceso de reformas que se llevó a cabo recientemente y que al Presidente le interesa mucho perpetuar y evitar a toda costa que ocurra alguna contrarreforma?
Para entender la primera de esas dos cuestiones planteadas en líneas anteriores, es necesario preguntarse a quién le benefician más las diputaciones y escaños del Senado que se otorgan por la vía de la representación proporcional. La respuesta es simple: le benefician más al PAN, al PRD y a los partidos minoritarios, porque territorialmente el PRI tiene más influencia que ellos (tiene, por ejemplo, alrededor de 20 gobernadores, que no tienen problema en ganar la mayoría de los distritos electorales federales) y porque finalmente la representación proporcional lo que busca es equilibrar las fuerzas y dotar de espacios legislativos a los partidos en proporción no a los distritos ganados, sino a los votos obtenidos en las jornadas electorales.
Por eso, una consulta como ésta iría a impactar directamente sobre esos partidos, que verían particularmente mermada su presencia en las cámaras legislativas por la reducción de la representación proporcional.
GANAR-GANAR
Con menos curules y escaños, habría también menos presencia de los partidos de oposición, y entonces habría, valga la redundancia, menos oposición. Ese sería el efecto colateral de una posible reforma encaminada a reducir el Congreso, que el PRI evade explicar a la ciudadanía. Lo hace porque sabe que una explicación de esa es insostenible democráticamente, y porque no parece dispuesto a exhibir su intención de lograr un beneficio propio, a partir del engaño a la ciudadanía respecto a que ésta es una reforma que lo que busca es responder a sus intereses.
¿Por qué sería, además, un ganar-ganar? Porque el PRI y el Presidente están muy interesados en que no haya, por más mínima que sea, posibilidad de que alguna de sus reformas pueda sufrir modificaciones a partir de las acciones de la oposición. Concretamente, no querría ver mermada la reforma energética, a la que le apuestan tanto, o alguna de las otras reformas a las que les pusieron mucho de su capital político. Por eso están tratando de evitar eso “blindando” las reformas a partir de la modificación del esquema democrático de decisión por parte del Congreso.
Ese blindaje se da a partir del hecho de que el PRI irá a fortalecer su presencia territorial para ganar todos los espacios legislativos posibles por la fuerza de los votos, y al mismo tiempo buscará mermar a la oposición para que se quede en la vía de la representación proporcional, a la cual busca restarle espacios. De ese modo, al haber “mucho PRI” y poca oposición en las cámaras, no habrá forma de modificar la Constitución simplemente porque no habrá capacidad numérica para lograr tal objetivo.
Por eso los mexicanos debemos preguntarnos con seriedad si con esta supuesta reforma democratizadora queremos a un Congreso más débil y a un Presidente más fuerte. No parece la ruta correcta de una democracia que se encuentra en crecimiento. Más bien, parece la lectura pragmática –y perversamente hábil- de un tiempo político concreto en el que quien detenta el poder está luchando desde esa posición, para perpetuarse.
Este ya no debería ser un tema de estar de acuerdo o en contra de la reforma sólo por la militancia partidista. La discusión debiera partir de un contexto democrático, y de un análisis serio, en el que debiéramos preguntarnos exactamente qué queremos los mexicanos, y qué planea el grupo gobernante para permanecer en el poder con ventajas.
LA REFORMA Y LOS VACÍOS
Sí debe haber una reforma que replantee el poder. Pero necesita ser mucho más de fondo que la sola reducción de legisladores, sin pasar también por el replanteamiento del poder y la influencia del Presidente. El poder no permite vacíos. Y si alguien tomará la porción de poder que dejará suelto el Congreso al reducir su tamaño, ese será el Presidente, figura sobre la cual nadie discute si es también necesario acotar o replantear sus funciones. Aunque no lo aparenta, esto plantea una abierta tentación autoritaria no vista en los últimos tiempos en México.