Partido abúlico, sin rumbo y copado de vicios
La improductividad de la fracción parlamentaria del PRI en el Congreso local, es apenas un destello de la falta de rumbo que ha demostrado ese partido en Oaxaca. Si el partido tricolor no sabe a dónde va en el terreno de la política —no de la grilla—, ni tiene una proyección de sus planes políticos más allá de los procesos electorales, entonces es de explicarse que su representación legislativa local sea un desastre y que, del mismo modo, su dirigencia estatal no tenga ningún rumbo, porque tampoco tienen ascendencia como fuerza opositora.
En efecto, en la semana anterior vimos cómo la fracción parlamentaria del PRI provocó una crisis en el Congreso del Estado, por su inexplicable inasistencia a la sesión de apertura del segundo año de trabajo de la LXII Legislatura, en la que el gobernador Gabino Cué rindió su informe de actividades. La explicación —que nunca salió de la palabrería y los lugares comunes— versó en el sentido de que la fracción priista no convalidaría el fracaso del gobierno de Cué. Ello provocó que las fracciones de los demás partidos decidieran quitar a los priistas que habían sido electos para integrar la Mesa Directiva. Y una vez que lo hicieron, los priistas llegaron al extremo de tomar la tribuna para impedir los trabajos del Congreso.
Frente a todo esto no está de más preguntarse cuál es el motivo de esta nueva disputa entre fracciones en el Congreso local. Pues, en primer término, sólo un ingenuo podría creer que en realidad la fracción priista no acudió al informe como una forma de reprobar al gobierno de Cué, cuando ellos han sido la oposición más colaboracionista y sometida al poder de que se tenga memoria. El límite de la fracción priista siempre ha sido el de abrir un margen de negociación, en el que puedan salir beneficiados ellos, pero sin apegarse nunca a una convicción o línea política.
Por eso hoy es ridícula la explicación relacionada con que hay una definición política del PRI para rechazar los resultados del gobierno estatal. Pues en este periodo la fracción del PRI nunca ha establecido una línea política, y planteamientos de oposición civilizada, no solamente para reprobar o criticar al gobierno, sino para fungir como acicate de mejores resultados en beneficio de una ciudadanía que ha sido reiteradamente menospreciada por todos.
Qué lamentable que la oposición que ha alentado el diputado Alejandro Avilés sólo haya servido para alimentar la corrupción, las negociaciones a espaldas de la ciudadanía y, en resumen, la parálisis y la crisis legislativa a la que hoy tienen sometido al Congreso, por una razón que evidentemente no es política ni es ideológica, sino que más tiene que ver con la búsqueda de un mejor margen de negociación con las demás fracciones y con el gobierno estatal, que también tiene involucrados intereses dentro del Congreso local.
En este panorama, lo más trágico es que nadie le puede poner un freno —o al menos fungir como un contrapeso— a la ambición y los vicios que hoy anida la fracción priista en el Congreso local, porque resulta que nadie tiene la legitimidad y la estatura moral o política para hacerlo.
Pudiera suponerse que el equilibrio natural tendría que darlo la dirigencia del PRI en el estado. Pero resulta que en ese espacio no sólo no tienen el peso para fungir como contraparte de unos legisladores que van para ningún lado, sino que parecen estar afectados por una pereza que les impide hacer algo más que sólo seguir negando la realidad, como si ello resolviera alguno de los muchos retos que tienen como partido, o estableciera alguna de las muchas definiciones que ellos han omitido como fuerza de oposición en el Estado.
UN LUJO INÚTIL
Quienes conocen las actividades cotidianas del presidente del PRI, Héctor Anuar Mafud Mafud, saben que casi a diario desayuna, come y cena con alrededor de diez personas —sus asistentes y colaboradores en la dirigencia priista— en algunos de los restaurantes más caros de la capital oaxaqueña. Y la misma gente de sus alrededores lo sostiene: el dirigente gasta en promedio 10 mil pesos diarios sólo en comidas y cuentas de restaurante, sin tomar en cuenta otros gastos que genera su actividad diaria como dirigente.
Quienes saben esa situación, entienden —y critican— también que esto no es proporcional a la precaria situación que vive su partido hoy en día en Oaxaca; que tampoco es proporcional al verdadero trabajo político que debiera estar desarrollando de cara a los procesos electorales que vienen; y que sobre todo contrasta sobremanera con la inexistente figura de oposición que hoy en día es el PRI en el escenario estatal.
Pues al margen de filias y fobias entre grupos priistas, en lo que todos coinciden es en que Mafud no está haciendo su trabajo, pero que sí le cuesta mucho al PRI. No está haciendo su labor, dicen, porque no ha podido posicionar al tricolor como una fuerza opositora, razonada y propositiva, que pudiera no sólo aparentar desacuerdos sino que estuviera en posibilidad de establecer alternativas de solución viables a algunos de los problemas que enfrenta la ciudadanía.
No ha hecho su trabajo, dicen además, porque en medio de una abulia inexplicable, sigue esperando quién sabe qué para restablecer las estructuras electorales de su partido que quedaron abandonadas desde 2010, y que siguen sin ser atendidas. Incluso, afirman que no ha hecho su trabajo, porque en Oaxaca el PRI sigue dividido en varios bloques (los de los ex gobernadores) que siguen teniendo diferencias irreconciliables, lo que generará exactamente los mismos problemas, discordancias y rupturas que en los procesos electorales anteriores, al convertirse el reparto de candidaturas en una guerra en la que no hay reglas ni árbitros legitimados.
En esas condiciones, ¿qué se puede esperar de un PRI que es sólo aparente, que es una fuerza de oposición sólo por suposición, pero que nunca ha hecho su trabajo como tal? ¿Y qué se puede esperar de una bancada priista que, dominada por el oportunismo de Alejandro Avilés, pretende vender la idea de una oposición real cuando lo que está buscando es el mejor escenario para negociar sus intereses?
¿NEGOCIAR QUÉ?
Incluso, todos los priistas, juntos, debían explicar a todos los oaxaqueños para qué sirvieron todos los acuerdos hechos entre fracciones cuando Avilés era presidente de la Junta de Coordinación Política, si no hay otro año legislativo que rebase al primero de la LXII Legislatura en improductividad, parálisis, opacidad y sospechas en la administración de sus recursos.