+ Autocrítica: nada ha hecho México por sus propios migrantes
Hace quince días, la gobernadora del estado norteamericano de Arizona, Jan Brewer, promulgó una ley estatal que criminaliza la sola presencia de personas extranjeras que no cuenten con documentos migratorios en regla. Esto desató una importante secuencia de protestas e inconformidades dentro de Estados Unidos, tanto por los simpatizantes del Partido Demócrata, como por parte de organizaciones defensoras de los derechos humanos. Esas protestas tienen que ver no sólo con el racismo o la discriminación que ahora se oficializa en contra de los indocumentados. Bien a bien, parece ser que no se alcanza a comprender por qué ahora se busca perseguir a quienes han dado mano de obra y desarrollo a la Unión Americana.
Esta discusión, en realidad, ha transitado por todos los polos. En un primer momento, existen importantes grupos dentro mismo de Estados Unidos, que consideran, con razón, que medidas como ésta transgreden gravemente los derechos fundamentales de los inmigrantes, y que reeditan viejas prácticas como la del racismo y la discriminación, que tanto han luchado por erradicarse.
En ese sentido, es innegable que el autorizar a la fuerza pública a que requise y detenga a cualquier persona por su solo color de piel, o sus características físicas, constituye una grave regresión en materia de derechos humanos a todos los niveles, pues tal disposición equivale a negar las declaraciones de derechos civiles existentes en el marco constitucional estadounidense, así como las garantías mínimas que contempla la legislación continental e internacional de la que Estados Unidos es parte, y que por tanto es para ellos de observancia obligatoria.
¿De qué hablamos? De que, en ese sentido, declaraciones como el Pacto de San José, en su artículo 1, establece que “los Estados Partes en esta Convención [es decir, todos los que ratificaron dicho instrumento internacional] se comprometen a respetar los derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social. Para los efectos de esta Convención, persona es todo ser humano.”
Así como ese, existen otros instrumentos internacionales que establecen expresamente la imposibilidad de castigar o perseguir a alguien por cualquier característica inherente a su persona, tal como el color de piel o la procedencia. De ahí que, una de las medidas tomadas por el gobierno federal estadounidense ante la promulgación de dicha ley por la gobernadora Brewer, fue la de presentar una controversia ante la Corte Suprema de Justicia, para tratar de invalidar la norma por las vías legales conducentes.
Sin embargo, tal parece que más allá del racismo, esta es una medida que comienzan a tomar diversos sectores de Estados Unidos para frenar un proceso gradual de reconquista. Arizona era originalmente territorio mexicano, y sólo dejó de serlo formalmente luego de la guerra de 1847. Los colonizadores estadounidenses se quedaron con grandes porciones de tierra que ellos poblaron y desarrollaron. Sólo que en las últimas décadas, ha habido un acelerado proceso de reconquista silenciosa y pacífica por parte de los conquistados.
La de inmigrantes mexicanos, está muy cerca de convertirse en la primera minoría en la Unión Americana. Y los cuatro estados que hoy comparten frontera con México, y que antes fueron parte de nuestro país (es decir, Texas, Nuevo México, Arizona y California) son hoy gobernados por republicanos. Y tanto texanos como californianos y los de Nuevo México, se relamen los bigotes de envidia con Arizona, porque éste ya pudo tomar medidas importantes para frenar este proceso de invasión y recolonización, por parte de los mexicanos.
AUTOCRÍTICA, AUSENTE
Aún cuando este tema afecta a millones de nuestros paisanos que se encuentran en la Unión Americana, es evidente que en México también tenemos un problema grave con la migración. Por nuestro territorio transitan cada año cientos de miles de transmigrantes centroamericanos que no buscan quedarse en el país, sino que intentan llegar a los Estados Unidos. Si los mexicanos vemos con malos ojos a los estadounidenses que a través de su patrulla fronteriza persiguen y cazan a nuestros connacionales, los centro y sudamericanos abrevan el mejor de sus odios en contra de las policías mexicanas, que cometen delitos y abusos abominables en contra de ellos, cuando se encuentran en nuestro país.
En México carecemos de autocrítica. Es bien sabido, porque recurrentemente es “nota” de la prensa, que aquí ocurren todo tipo de abusos en contra de los migrantes que ingresan a nuestro país por la frontera sur desde Centroamérica. Las mujeres son objeto de todo tipo de explotación sexual y laboral, los hombres son perseguidos, maltratados, extorsionados, secuestrados y hasta masacrados, por integrantes de policías corruptas que, tengan o no competencia legal para hacerlo, persiguen y aterrorizan a los indocumentados que se encuentran en nuestro país.
Sólo que, aquí, a muy pocos les importa ese tema. Hasta hace muy pocos años, la Ley General de Población establecía un catálogo de delitos que criminalizaba a todo aquel que estuviera en el país en una situación migratoria irregular. Y los abusos cometidos en contra de los inmigrantes no se han podido frenar. Se han tomado algunas iniciativas importantes, como la presentada hace unos días en San Lázaro por el diputado Jorge González Ilescas, en el sentido de que los grupos beta de protección al transmigrante, tengan sustento no sólo en reglamentos, sino en la misma ley que regula la migración, y que esta responsabilidad sea compartida por el gobierno federal y los estatales, para salvar las garantías básicas de nuestros propios indocumentados, a los que nos negamos a ver.
TOMAR CONCIENCIA
Mientras México no tome medidas firmes y eficaces para combatir la violencia y la persecución en contra de los migrantes, habrá poca calidad moral para exigir esas mismas actitudes a Estados Unidos. Aquí los migrantes sufren horrores y agresiones, que no ocurren al otro lado de nuestra frontera norte. Así, vemos la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio.
almargenoaxaca.wordpress.com