Adrián Ortiz Romero Cuevas
El pasado 23 de abril, la gobernadora de Arizona, Jan Brewer, promulgó la ley antiinmigrante más dura emitida hasta ahora en Estados Unidos, la cual convierte en delito el ser inmigrante indocumentado y autoriza a la policía a detener, solicitar documentos de identificación e incluso arrestar a quien pudiera parecer sospechoso de ser un “espalda mojada” proveniente de cualquier parte del mundo.
Dicha ley, que entrará en vigor a mediados del mes de julio próximo, convierte a Arizona en la primera entidad estadunidense en adoptar reglamentos federales de inmigración y en acrecentar sus implicaciones al criminalizar otros aspectos relacionados con extranjeros indocumentados, tales como la sanción a los ciudadanos norteamericanos que empleen, alojen o presten ayuda a quienes no cuentan, en esa entidad, con una situación migratoria regular.
Esto desató una importante ola de protestas dentro y fuera de los Estados Unidos. Desde el día en que la Gobernadora de Arizona firmó y promulgó formalmente la ley mencionada, cientos de ciudadanos norteamericanos de origen extranjero se manifestaron en diversos puntos de la Unión Americana, por lo que consideraron es una ley discriminante que atenta contra los derechos fundamentales de quienes ahora serán considerados como delincuentes, por el solo hecho de haber cruzado la frontera ilegalmente.
Ahí mismo, en Estados Unidos, el presidente Barack Obama consideró a la ley antiinmigrantes aprobada en Arizona como intolerante y equivocada, pues a juicio de su gobierno y del Partido Demócrata, deben establecerse mecanismos eficaces no para criminalizar a los indocumentados, sino más bien para regularizar su estancia y que éstos sirvan de mejor manera a la economía y el desarrollo de aquel país. Junto con su pronunciamiento y la definición de su postura al respecto, anunció que el gobierno federal estadounidense presentaría un recurso legal ante la Corte Suprema de Justicia, para controvertir y atacar esa norma estatal de Arizona.
Fuera de Estados Unidos, las reacciones fueron también importantes. Arizona es uno de los estados de la Unión Americana que, junto con Texas, Nuevo México y California, comparte frontera con México; esa línea divisoria de más de mil 200 kilómetros lineales, es la más extensa que comparten dos países no sólo en nuestro continente, sino en el mundo. Aquí, tanto el gobierno federal como el Poder Legislativo de la Unión, se pronunciaron en contra de la decisión tomada en Arizona y llamaron a los mexicanos a evitar acudir a aquel estado, a invertir en él, y, en general, a realizar un boicot comercial y turístico, en protesta por la aprobación de la ley en comento.
Sin embargo, más allá de los hechos, quedan muchas preguntas en el aire. ¿Es esta ley una acción aislada en contra de los inmigrantes indocumentados? ¿Es parte del cumplimiento de una política conservadora de los estadounidenses? ¿Tiene esto que ver con un tema que en realidad se explica en su preocupación por la seguridad nacional? ¿Es una reedición del racismo, del proteccionismo económico, o incluso una vuelta al mercantilismo e imperialismo que caracterizaron a aquella nación todavía en el pasado reciente? ¿O es esto parte de una decisión que pretende imponer condiciones más complejas al migrante para que éste sostenga su fuerza de trabajo a menores precios? Tal parece que la respuesta general a esta cuestión, no se encuentra en una sola de las vertientes. Y aunque hay temas como la seguridad nacional, que preocupan a los estadounidenses, lo cierto es que todo debemos seguirlo también a través de la ruta de la economía y el dinero.
REEDICIÓN DEL RACISMO
Estados Unidos, como cualquier nación, no podría explicarse sin su pasado. Y una parte fundamental de éste, tiene que ver con la visión racista que todavía prevalece en ciertos sectores del país. A pesar de que la estadounidense es una sociedad fundamentalmente compuesta por procesos migratorios, en aquella nación prevalecieron políticas como la del esclavismo, y lo que ahora se conoce como apartheid (es decir, la práctica a través de la cual se establecen sitios exclusivos para los blancos, o vedados para las personas de color), la primera hasta bien entrado el siglo XIX, y la segunda hasta apenas hace unas cuantas décadas.
El racismo tiene diversas explicaciones sociales, económicas y en algunos aspectos hasta religiosas. Históricamente, se creyó que la superioridad de la raza blanca se explicaba en la eficacia que éstos tuvieron para colonizar tanto a los nativos americanos como a los africanos. Decían que aún cuando éstos últimos tenían la capacidad de ser físicamente superiores, no contaban con las habilidades intelectuales suficientes como para ser similares a los seres de piel blanca.
Incluso, varios autores han postulado a la religión, más concretamente las iglesias protestantes, como protagonistas de un progreso muy superior a las demás, debido a su postura favorable al enriquecimiento, muestra de lo que la persona será en la otra vida. Así los países colonizados por Países Bajos o Alemania serían naciones desarrolladas y los colonizados por Francia o Bélgica serían países subdesarrollados.
Sin embargo, el racismo nunca alcanzó a ser una explicación suficiente para apuntalar la versión de que el color de la piel, la procedencia o las características físicas hacen a una persona superior a la otra. En realidad, las circunstancias de colonización y de éxito de unas sociedades sobre otras, y su posterior superación o fracaso económico, con los adelantos tecnológicos, con las armas, con el belicismo, y con los conocimientos que hasta entonces se habían adquirido. Pero no estrictamente con las razas.
Sin embargo, el racismo fue una característica estadounidense. Hace apenas unas décadas, los afroamericanos lograron su reconocimiento pleno como personas iguales a los blancos, y se les dejó de separar abiertamente de los blancos, eliminando muchas de las barreras de discriminación que hasta entonces existían. Sin embargo, este proceso ha sido mucho más lento en relación a los latinos, los asiáticos, o todos aquellos que no comparten características físicas con los estadounidenses promedio.
Así, en un primer momento podría suponerse que el origen de la norma que criminaliza a los indocumentados tiene que ver con ese talante discriminatorio y racista que afecta a los estadounidenses blancos. Sólo que, ante otras circunstancias que detallaremos más adelante, podremos corroborar que hay mucho más que intolerancia étnica en la aprobación de dicha norma.
¿UN ASUNTO RELACIONADO
CON LA SEGURIDAD NACIONAL?
En Arizona, los defensores de aquella norma aseguraron que ésta buscaba proteger no sólo al empleo y la economía local, sino también contribuir con los asuntos de seguridad nacional que, ahora, están afectando recurrentemente a los estadounidenses. Los defensores de las políticas republicanas de repudio a los migrantes y a la legalización de los mismos, aseguran que el relajamiento de las normas federales migratorias, están propiciando huecos a través de los cuales se están colando diversos riesgos tanto para la seguridad nacional, como para otros aspectos tales como la inseguridad o el crimen organizado. Sólo que algunas cifras simplemente no cuadran con sus cálculos ni con las justificaciones que ellos dan para sostener sus argumentos en contra de los migrantes, particularmente los indocumentados, y para decir que el incremento de éstos no sólo afecta la economía sino también alimenta a tendencias como la del terrorismo.
En este sentido, el periodista Andrés Oppenheimer daba algunas cifras sólidas al respecto, en un artículo publicado en el Diario Reforma el pasado 7 de mayo. En él señalaba que “hay muchos terroristas nacidos en Estados Unidos. Sólo basta recordar el atentado de 1995 contra un edificio federal de Oklahoma City por Timothy McVeigh, que dejó un saldo de 168 muertos y más de 500 heridos, o el caso del ‘Unabomber’ Ted John Kaczynski, quien llevó adelante una campaña de letales ‘cartas-bomba’ en las décadas de 1980 y 1990. Incluso entre los terroristas islámicos y los simpatizantes de la jihad hay muchos nacidos en Estados Unidos.
“Tal vez recuerden a José Padilla, un joven nativo de Nueva York que fue declarado culpable de intentar detonar una ‘bomba sucia’, o de los ‘Seis de Lackawanna’, de Buffalo, Nueva York, en su mayoría estadounidenses de familias yemenitas arrestados en el 2002 y luego declarados culpables de estar vinculados a Al-Qaeda. O la mayoría de los cinco hombres de Liberty City, Miami, acusados el año pasado por planear atentados terroristas con Al-Qaeda, o de ‘Jihad Jane’, la rubia de ojos azules de Pennsylvania que fue recientemente acusada de intentar reclutar militantes para la jihad por internet.”
¿Qué significa todo esto? Que la migración, o el relajamiento en los controles habidos por el gobierno estadounidenses, no son directamente responsables, o con posibilidades sólidas de ser relacionados con el terrorismo. Incluso, en otra parte de su texto, Oppenheimer refiere datos del diario LA Times, en el que se establece que el crecimiento de la migración latina a Arizona es directamente proporcional a la disminución de sus problemas relacionados con la delincuencia.
DEBATE DE CLAROSCUROS
Aunque la de apoyar las políticas antiinmigrantes estadounidenses parece una postura francamente indefendible, es claro que esto deja ver dos cuestiones: por un lado, que la sociedad norteamericana está transitando nuevamente hacia el conservadurismo, a través del cual busca proteger su economía y sus intereses, sin importar el precio que otros tengan que pagar por ello. No parece raro que otros estados gobernados por el Partido Republicano vean no sólo bien, sino hasta con recelo y envidia, el hecho de que Arizona ya hubiera podido concretar su ley antiinmigrante.
Sin embargo, en el otro polo, esto también habrá de acelerar la discusión sobre una reforma migratoria que dé más apertura, y no que cierre las puertas a los inmigrantes indocumentados. El presidente Obama ha dicho que ese tema será discutido el próximo año en el ámbito federal. Esto daría la pauta para presionar en la posibilidad de que ese debate se emprenda antes del 2011.
Chato: Según la Comisión Internacional de Límites y Aguas la frontera tiene una longitud de 3,326 kilómetros (1,951 millas).[1]
Gracias por la corrección! Saludos.