+ Propuestas: no sólo lo que elector desea; que haya seriedad
En una reunión con mujeres, ocurrida hace dos días, el candidato a Gobernador por la Coalición por la Transformación de Oaxaca (PRI-PVEM), Eviel Pérez Magaña, se comprometió a eliminar el gravamen de la tenencia vehicular, una vez iniciado su gobierno. Dijo que con una revisión integral al gasto público, y un plan de austeridad y ahorro, lograrán solventar el faltante que deje la eliminación de ese impuesto que, ciertamente, es uno de los más rechazados por los contribuyentes. Más allá de lo atractivo de la propuesta y del momento político en que ésta se hace, es necesario ver este asunto lejos de las euforias y las falsas expectativas, que sólo generan confusión y desencanto.
El Impuesto sobre Tenencia y Uso de Vehículos, es un gravamen que, como comúnmente se sabe, impuso la autoridad fiscal federal transitoriamente a los mexicanos, para cubrir los gastos extraordinarios que se generarían a partir de la organización de los Juegos Olímpicos, en 1968.
Sólo que una vez concluido el plazo y la finalidad para que éste impuesto fue proyectado, el fisco federal decidió continuar su aplicación con el objeto de mantener los niveles de recaudación. No fue sino hasta hace más o menos una década, cuando se atizó la discusión sobre la urgencia de abrogar dicha ley, para eliminar un impuesto que genera los más altos índices de rechazo por parte de la población. Así fue como, en unas cuantas líneas, se puede explicar y entender por qué la promesa de la eliminación de la tenencia se volvió políticamente rentable desde hace algunos años.
En 2006, el entonces candidato presidencial del Partido Acción Nacional, Felipe Calderón Hinojosa, tomó esa como una de sus tantas banderas de campaña. Dijo que una vez iniciado su gobierno, realizaría las gestiones correspondientes con las fuerzas políticas para eliminar la tenencia. Y lo hizo. Sólo que a medias.
Esto porque si hoy buscamos el fundamento legal de ese impuesto federal que aún es aplicable, podremos constatar que un decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación el 21 de diciembre de 2007, estableció que dicha norma quedará sin efectos a partir del 1 de enero de 2012. En el mismo decreto se estableció la derogación del artículo 2 de la Ley de Coordinación Fiscal entre la Federación y las Entidades Federativas, con lo cual se también estableció que a partir de 2012 las arcas federales dejarán de cobrar ese impuesto.
¿Qué debemos entender de todo esto? Que será dentro de dos años cuando la tenencia deje de ser un impuesto federal, pero que esto no significa que por ese solo hecho se decrete su desaparición. Más bien, el presidente Felipe Calderón transmitió a las entidades federativas la responsabilidad —y el costo económico y político— de las decisiones futuras sobre ese gravamen.
¿Por qué? Porque todo el dinero que hoy se recauda por concepto de tenencia de vehículos, tiene el carácter de federal, pero es directamente transferido al gasto de la entidad federativa donde se cobró. Por eso, son las Secretarías de Finanzas estatales, y no el Servicio de Administración Tributaria, las que recaudan los fondos de ese gravamen. Y por esa misma razón, y otras que apuntaremos más adelante, no parece tan sencilla su simple eliminación por el faltante de dinero tan importante que ocurriría, independientemente de que, al decidir sostener la aplicación del impuesto por tenencia de vehículos, los gobiernos de las entidades federativas sean quienes paguen las consecuencias políticas frente a sus electores.
GASTO COMPROMETIDO
El año pasado, cuando algunos candidatos a la gubernatura de Nuevo León plantearon propuestas similares, el electorado las recibió bien e, incluso, ello reportó incrementos en la popularidad de los abanderados. Particularmente, el candidato priista, Rodrigo Medina, señalaba insistentemente que esa sería una de sus disposiciones, una vez que arribara al gobierno. Amarga fue la sorpresa para él, cuando reparó en que su antecesor había comprometido la recaudación futura del impuesto sobre tenencia y uso de vehículos —hasta alrededor del año 2020—, a cambio de obtener préstamos que le permitieran concretar sus proyectos de gobierno.
Hasta hoy, no ha quedado muy claro todo lo que el Gobierno del Estado ha hecho en relación a sus compromisos de pago. Es hasta ahora incierto todo lo que se ha comprometido a cambio de recursos frescos, en aspectos como la bursatilización del gasto público y la contratación de créditos que, aunque no tienen formalmente el carácter de deuda pública, sí habrán de ser pagados en el mediano plazo por las arcas estatales, independientemente del partido o el grupo político que gobierne la entidad.
Por eso, todo aquel candidato a la gubernatura que lance promesas de ese tipo, tendrá primero que revisar si los esquemas fiscales actuales soportan y permiten la eliminación de ese gravamen, y qué medidas alternativas se pueden tomar para cumplir con lo prometido. Es evidente que si una promesa de ese tipo termina hoy en un cumplimiento tan lejano como el del gobierno del presidente Felipe Calderón, la desilusión será mayor y el costo político alto para quienes prometieron y no cumplieron.
En el ámbito federal se esperaba que la eliminación de la tenencia fuera más próxima. En realidad, el gobierno de la República hizo poco para concretar su promesa, porque la eliminación de la tenencia golpeará directamente a las arcas estatales, porque son las que directamente reciben los ingresos y los distribuyen para su uso.
Así, se puede decir que a las arcas de la Federación de todos modos no le afecta la eliminación del impuesto, y por tanto, tampoco habrá de verse en la necesidad de buscar medidas alternativas de ahorro, eficiencia en el gasto, y austeridad. Todo se quedará en los gobiernos estatales. Y ahí es donde se verá si realmente tienen la capacidad de generar captación alternativa de impuestos, o si se atoran por ese faltante que es nada despreciable en el gasto.
NO OLVIDAR
Sería ideal que promesas de campaña como esa, que son las que desea escuchar el elector, tengan la posibilidad de ser abundadas y justificadas, no en ofrecimientos sacados de la manga ni esperanzas, sino en datos y cifras reales y serias sobre su viabilidad y posibilidad de cumplimiento, en el corto o mediano plazo. Este es un tema que, en el futuro, nadie debía olvidar.
almargenoaxaca.wordpress.com
Muy buena reflexión…. deberían de leerla y aplicarla (que creo que ya sería mucho) muchas personas que conocemos y que desgraciadamente hoy, tienen el poder.