+ Esquema, igual de inoperante que el 066
Apenas este lunes 3 de octubre —hace cuatro días—, el Gobierno de Oaxaca anunció la puesta en marcha del número telefónico de emergencia 911 “para atender asuntos que pongan en riesgo la vida o el patrimonio, con el fin de brindar un servicio más eficiente y oportuno a la ciudadanía”. Dijo también que los números telefónicos 066 y 060 de emergencias “emigrarán al 911, el cual unificará a todas las corporaciones de seguridad, vialidad y auxilio del estado”. Lamentablemente, cualquier persona puede corroborar —cuando tiene una emergencia— que el cambio de número telefónico mantiene la inoperancia de los antiguos números de emergencia en la entidad.
En efecto, en noviembre del año pasado el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) aprobó unificar los teléfonos de emergencia en un solo número, el 911. Con ello, dijo, la ciudadanía podrá reportar emergencia a los bomberos, policía y Cruz Roja, entre otros, a ese número. Esta, quizá se recuerde, fue una de las propuestas que en noviembre de 2014 presentó el presidente Enrique Peña Nieto como uno de los mecanismos para “regenerar la confianza de la ciudadanía en las instituciones”, y para “establecer vasos comunicantes más eficaces y confiables con las autoridades”. En este caso, dijo, para una respuesta inmediata ante las eventualidades y emergencias en cualquier lugar del país.
En ese marco, el 4 de septiembre el gobierno de Oaxaca anunció que a partir del mes siguiente iniciaría operaciones el 911, junto con otras quince entidades federativas. En aquella ocasión, según un boletín de la Secretaría de Seguridad Pública, se dijo que esa unificación ocurría con el propósito de “estandarizar los servicios en términos de cobertura y calidad para auxiliar a la población en casos de emergencia o de prevención de riesgos en materia de seguridad pública y protección civil”.
En septiembre, también la SSPE dijo también que “la unificación de los Servicios de Emergencia 060 y 066, permitirá coordinar las acciones en materia de seguridad pública entre la Policía Estatal, Policía Vial Estatal, Heroico Cuerpo de Bomberos de Oaxaca, Coordinación Estatal de Protección Civil, Policías Municipales, Cruz Roja y demás instituciones de seguridad en el estado”. Todo eso fue reiterado, con bombo y platillo, el pasado lunes, cuando se anunció la entrada en operaciones del 911.
Muchos podríamos habernos sentido seguros y confiados de que, con el cambio, también habría una mejora en el servicio por parte de las corporaciones policiacas; y que con ello quedarían atrás aquellas historias de inoperancia, de lentitud, de incapacidad de respuesta, y de abandono a la ciudadanía justamente en el momento en que necesitaba el apoyo de las instituciones de seguridad, que por largo tiempo caracterizaron —al menos en Oaxaca— a servicios como el 066.
INOPERANCIA
Este es un caso vivido personalmente: la noche del miércoles varias personas acudimos a la casa de un buen amigo, a un evento social, por el rumbo de Huayapam, que terminó al filo de las 0.30 horas del jueves. Con una diferencia quizá de un minuto, varios de los asistentes salimos en nuestros respectivos vehículos, y enfilamos sobre la carretera federal 175 con rumbo a la ciudad de Oaxaca.
Al llegar al acceso de San Agustín Yatareni, al pasar un tope, la unidad de motor de uno de nuestros amigos fue alcanzada e impactada por otro vehículo, que era conducido por un individuo en evidente estado de ebriedad. Uno o dos minutos después, algunos de quienes veníamos de la misma reunión pasamos por el lugar y nos detuvimos a auxiliar a nuestro amigo, que salió ileso del percance pero que enfrentaba el problema de los daños que el impacto le causó a su vehículo.
Un par de minutos después, llegó la policía de Yatareni, que sólo corroboró que no hubiera lesionados y, con toda irresponsabilidad, se retiró del lugar sin siquiera abanderar el percance para evitar que los vehículos en la carretera pudieran ocasionar otros accidentes. El afectado llamó primero al 911 para solicitar el auxilio policiaco, y después a la aseguradora de su vehículo. El ajustador llegó 20 minutos después. La policía, no.
Durante todo ese tiempo, el ebrio causante del percance intentó golpear a quienes auxiliábamos a nuestro amigo; pidió llegar a un acuerdo sin portar al menos una identificación; intentó huir a pie; e insultó, gritó y amenazó reiteradamente a los presentes. ¿Y la Policía? Luego de tres llamadas más al 911, los operadores dijeron, primero, que la patrulla más cercana se apersonaría al lugar; después, que habían dado parte a la Policía Federal, por ser tramo federal. Y al final —después de varias llamadas más del ajustador directamente a las oficinas de la PF, y de varias corporaciones— llegaron a la conclusión de que no sabían qué corporación era la competente para brindar auxilio en el percance.
Finalmente, luego de llamar varias veces directamente a la corporación y ya no al 911, una patrulla de la Policía Vial Estatal llegó al lugar alrededor de las 2.30 —más de dos horas después de ocurrido el percance— para remitir al conductor ebrio ante la autoridad ministerial para el deslinde de responsabilidades.
INOPERANCIA
¿Eran necesarios muertos y heridos en el percance para que la autoridad se apersonara con prontitud? ¿Dónde está la “coordinación interinstitucional” prometida? Más bien, lo que queda claro es que el 911 es lo mismo que el 066, con el doble fraude de ser un programa aparentemente nuevo, pero con las mismas fallas, errores y desdén por los problemas —las emergencias— de la ciudadanía. Es una lástima ver que los recursos y el aparente esfuerzo institucional sean en realidad, un sonoro fraude.