+ Alianzas políticas: o se evitan, o se impulsan de cara a la ciudadanía
En Oaxaca tenemos ya una historia larga de coaliciones estériles y, por la estabilidad y credibilidad del nuevo gobierno, y de la propia Legislatura, deberían evitarse las alianzas de facto o, de lo contrario, establecerse con corresponsabilidades y de cara a la ciudadanía. Es el caso del Movimiento de Regeneración Nacional, cuya fracción parlamentaria en el Congreso local ofrece un voto de confianza a la administración que iniciará el 1 de diciembre, pero sin establecer con claridad en qué implica ese posible acuerdo inicial con el inminente nuevo oficialismo oaxaqueño —el PRI.
En efecto, en entrevista con TIEMPO, el coordinador de la bancada de Morena en la LXIII Legislatura, Irineo Molina Espinoza, dijo que se le debe dar un voto de confianza a la administración que encabezará Alejandro Murat Hinojosa, y que en ese tenor se analizará el proyecto de Presupuesto de egresos 2017 que presente en fechas próximas, así como la designación de los integrantes del gabinete. Negó, además, cualquier posible acuerdo “en lo oscurito” con el PRI, o que la decisión tomada para que sea Morena quien presida la Junta de Coordinación Política en el primer año legislativo, sea producto de una concesión otorgada por el PRI (a través del nuevo método del “voto ponderado”) a cambio de su respaldo a la nueva gestión gubernamental.
Esta situación hay que verla con claridad: de facto, Morena trabó una alianza inicial con el Partido Revolucionario Institucional. El contenido del acuerdo, es evidente: el PRI le dio a Morena el reconocimiento como segunda fuerza política de la entidad, gracias al cambio de modalidad en la determinación de los órganos de gobierno del Poder Legislativo, a cambio de que éste reconociera su respaldo al nuevo gobierno. Eso no está mal. Finalmente, la política se construye con acuerdos, concesiones recíprocas, y consensos. Y por eso mismo, lo que quedaría pendiente es saber hasta dónde Morena cargará con la corresponsabilidad del apoyo al gobierno, y hasta dónde pretendería también institucionalizar y asumir el apoyo que está concediendo.
Nos explicamos: en los últimos seis años, hubo una alianza igualmente fáctica entre el gobierno de Gabino Cué Monteagudo y los partidos Acción Nacional, de la Revolución Democrática y, parcialmente, del Partido del Trabajo. El problema es que dicha alianza careció permanentemente de cualquier tipo de contenido político, de gobierno o de corresponsabilidades. Es decir, la alianza funcionaba cuando le funcionaba al gobierno, o a los partidos que la integraban, pero sólo servía para facilitarles ciertos acuerdos o decisiones. Esa coalición nunca pasó por el tamiz de las corresponsabilidades, de los débitos institucionales, o del cumplimiento de cierta agenda común.
Eso generó que el gobierno tuviera siempre el respaldo de una coalición condicionada; que esa coalición chantajeara abiertamente al Gobernador para que éste les diera concesiones o prebendas a los legisladores a cambio de su apoyo; y que toda la parafernalia relativa a la portentosa alianza de partidos opositores que triunfó sobre la maquinaria autoritaria priista, terminara siendo una simple pose, carente de contenido, explicación, resultado, o agenda. Del lado del gobierno, esa supuesta alianza le obligó a hacer un gobierno carente de responsabilidades: el Gobernador tomó sus propias parcelas dentro del gabinete, y entregó el resto de la administración a representantes de los partidos políticos que integraban la coalición, como espacios francos para que ellos sirvieran a placer.
Esos antecedentes, avivan la necesidad de que toda coalición en Oaxaca, de jure o de facto, sea de cara a la ciudadanía y con un contenido específico, pero no como lo está haciendo Morena al inicio de la LXIII Legislatura.
CHEQUE EN BLANCO
Es evidente que Morena no está —al menos por ahora— en la posibilidad de cogobernar con el PRI en Oaxaca. No, porque este primer tercio del gobierno, será el del bono democrático de Alejandro Murat como gobernante, emanado de una amplia mayoría electoral. Pero por eso mismo, si hay acuerdos iniciales, éstos deberían ser llevados concretamente a las instituciones para ser verificables, para ser confiables, y para ser políticamente transparentes.
¿De qué hablamos? De que Morena y el PRI tendrían que ser claros, y utilizar la Constitución, para establecer los albores de un gobierno de coalición, en el que no sólo Morena, sino cualquier partido que trabe un acuerdo con el oficialismo, tenga también una corresponsabilidad por los efectos positivos o negativos de las decisiones que se tomen, y que se respalden. El eslabón más perfeccionado de esa cadena sería el establecimiento de un gobierno de coalición, como sí lo contempla la Constitución local, a partir del establecimiento de una agenda, de posiciones administrativas, y de un programa conjunto de gobierno. Pero, por ahora, iniciarían bien estableciendo al menos algunos compromisos conjuntos para generar un mejor panorama para Oaxaca.
ACUERDOS CLAROS
Finalmente, cuestionar una alianza de facto como la de Morena y el PRI no debe llevar irremediablemente a pensar que hubo acuerdos “en lo oscurito”. Eso, de hecho, es lo de menos. Más bien, de lo que se trata es de que esos acuerdos tengan contenido, tengan claridad, sean explicables a la ciudadanía, y tengan efectos positivos en los poderes del Estado. Si son alianzas como las del pasado, de auténticos cheques en blanco o de conveniencias y chantajes mutuos, entonces no le estarían procurando un futuro mejor a las instituciones oaxaqueñas.