Avilés no se va a Morena pero sí ha buscado incidir en una de sus facciones

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+ Rencillas al interior del gabinete impiden plantear escenarios rumbo a 2018


Ayer se dejó correr la versión de que el defenestrado ex secretario General de Gobierno, Alejandro Avilés Álvarez, podría adherirse al partido Movimiento de Regeneración Nacional para buscar alguna candidatura en los comicios federales del año próximo. Aunque no existía hasta anoche ninguna confirmación o desmentido directo sobre la versión, lo que sí se debe reconocer es que Avilés ha intentado tener ascendencia al interior de Morena. Lo ha logrado, quizá, parcialmente. Pero en sus condiciones actuales, es casi imposible que eso le sea suficiente para buscar alguna candidatura incluso de concejal en algún ayuntamiento en la elección del año próximo.

En efecto, ayer el periodista Alfredo Martínez de Aguilar dio a conocer una versión según la cual un integrante de Morena le había revelado que Avilés Álvarez se incorporaría a las filas de ese partido para buscar una diputación federal en 2018 bajo esas siglas. Sin ofrecer más detalles, señalaba que Avilés podría no ser el único priista resentido en desfilar a las filas de Morena, aunque tampoco ofreció detalles sobre el posible cambio de partido de algunos políticos hoy identificados bajo las siglas del PRI.

En el fondo, no existe ninguna certeza sobre la versión ofrecida por Martínez de Aguilar, pero lo que sí existen son datos concretos al interior de Morena que revelan cómo Avilés sí intentó incidir en ese partido, a partir de maniobras públicas y conocidas que revelan también el talante corruptor por el que es ampliamente identificado en la entidad oaxaqueña.

Para entender lo anterior, habría que partir de un análisis simple de la composición de Morena en Oaxaca. Pues contrario a lo que pudiera pensarse, en Oaxaca éste no es un partido monolítico ni completamente vertical como su composición nacional. En aquel ámbito, hay un líder supremo e incuestionable llamado Andrés Manuel López Obrador.

Pero en Oaxaca existen por lo menos tres grupos influyentes que han intentado convivir bajo las siglas de un mismo partido, aunque en realidad lo han hecho con más problemas que beneficios, y que tienen ante sí el reto de la campaña presidencial del año próximo —en la que saben que López Obrador será el ganador indiscutible en la entidad—, pero sin tener ninguna certeza de cómo se repartirán entre ellos las candidaturas al Senado, a las diputaciones federales, a las diputaciones locales y a las presidencias municipales que, juntas, estarán en juego en los comicios de junio del año próximo.

Esos tres grupos son fácilmente identificables por sus respectivos liderazgos más visibles. Uno es el del ex senador Salomón Jara Cruz. Otro es el del dirigente social Flavio Sosa Villavicencio. Y existe un tercer grupo, con menos influencia que los dos anteriores, pero con un poder regional importante en el Istmo de Tehuantepec, que es comandado por los hermanos Serrano Toledo. Básicamente, Morena está compuesto de esos tres grupos. Y para entender los intentos de Avilés por influir en alguno de ellos, habría que entender sus respectivas vertientes e intereses que con dificultades han intentado convivir al interior de las mismas siglas partidistas.

TRES MORENAS

Por un lado está la facción de Salomón Jara, que se aprecia como una de las dos más importantes, y que basa su poder en la línea directa que tienen con Andrés Manuel López Obrador. Jara fue uno de los fundadores del partido en la entidad, y ha sido también uno de sus más intensos promotores, además de haber sido el candidato a la gubernatura en los comicios del año pasado. Salomón Jara presume —y demuestra— tener acceso directo al Presidente Nacional de su partido, y es quien también deja una importante capacidad de decisión en algunos de los temas más relevantes de ese partido.

El otro grupo es el de Flavio Sosa. Éste es concomitante al grupo de Salomón Jara, aunque ostenta sus propios liderazgos, que inician justamente con la presidenta del partido en la entidad, Nancy Ortiz Cabrera, que es una de las activistas sociales y políticas que durante mucho tiempo trabajó más con Flavio Sosa que con Jara Cruz, y que representa también el liderazgo que tiene éste último entre los sectores del Partido de la Revolución Democrática que se desprendieron hace tiempo para sumarse a los trabajos de Morena.

La tercera vertiente de Morena en Oaxaca descansa en el liderazgo de los hermanos Serrano Toledo en la región del Istmo de Tehuantepec. Ellos intentaron ser el primer Caballo de Troya para la candidatura a gobernador de José Antonio Estefan Garfias por el PRD. En 2015, Félix Serrano Toledo intentó por todas las vías posibles convertirse en abanderado del PRD a la diputación federal por el distrito electoral federal 05 con sede en Tehuantepec. Ese partido le cerró todas las puertas —incluyendo la ruptura del acuerdo por el que habían definido que sería candidato quien resultara el mejor posicionado en una encuesta mandada a hacer por la propia dirigencia nacional de aquel partido— al asumir que tenía el compromiso político —¿y económico?— de ungir a Estefan Garfias como candidato a la diputación federal para que, ganándola, tuviera una plataforma electoral para poder convertirse en candidato a la gubernatura.

Sólo con esas maniobras, Estefan Garfias se convirtió en candidato, y ganó la diputación federal de manera apretada frente a un candidato desconocido de nombra Pastor Girón Alonso, lanzado por los Serrano Toledo, a través del Partido Encuentro Social. Ello demostró el amplio control político que los hermanos Serrano ejercen en la región, pero también dejó ver el amplio respaldo financiero que “alguien” les estaba ofreciendo.

Ese “alguien” fue Alejandro Avilés, y no la dirigencia del PRI que, desde entonces y hasta ahora, ha sido un mero adorno. Éste era compañero de Legislatura de Félix Serrano. Avilés manejó discrecionalmente el mayor presupuesto de la historia del Congreso del Estado. Y en aquel momento compartían el objetivo común de aguarle las aspiraciones políticas a Estefan porque ello significaba cancelarlo como candidato a la gubernatura por el PRD.

Casi lo logran. Y mientras, Avilés se la pasó financiando a otros pequeños grupos de Morena como el de Armando Contreras Castillo para que realizara recorridos y estableciera representaciones en las comunidades. En su lógica, Avilés sembraba con eso pequeñas semillas de respaldo y apertura política en el partido que a la larga, pensaba, sería el más importante adversario del PRI para los comicios siguientes.

¿HAY FUTURO?

Al final, los vericuetos de la vida pusieron a Avilés no sólo fuera del gobierno sino quizá, también, del poder al interior del PRI. Ello permite elucubrar sobre la posibilidad de que pudiera emigrar a Morena. Aunque, en los hechos, Avilés nunca ha sido un político competitivo —la última elección en la que participó como candidato, por ejemplo, la perdió— y es, de hecho, una de las figuras políticas más rechazadas, y de peor fama, en el escenario estatal. En esas condiciones, quién sabe si tendría posibilidad de volver a presentarse como candidato a algún cargo de elección popular; y quién sabe si sus apuestas a futuro, con el grupo menos influyente de Morena, le pueda de verdad alcanzar para algo en la ruleta electoral del año próximo. Al margen de las fantasías, esto parece casi imposible.

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