Puede Mafud, y hasta podría ser Osorio Chong, pero Segego seguirá inoperante

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Cricarde

+ Secretaría General, con escollos estructurales y políticos que la inhiben de fondo


Debiera ser visto como un caso de estudio, el hecho de que María del Carmen Ricárdez Vela fue encargada de la Secretaría General de Gobierno (Segego) por alrededor de una semana, y los temas y a las comunidades que atendió rápidamente se dijeron inconformes y hasta timadas. Debiera ser, insistimos, un caso de estudio si es que los nuevos funcionarios de la dependencia, con Héctor Anuar Mafud Mafud a la cabeza, tuvieran ganas de entender la crisis institucional de la Secretaría General de Gobierno, para hacer algo por mejorarla. Pues en sus condiciones actuales, la Segego podría estar encabezada hasta por Miguel Ángel Osorio Chong, y de todos modos ser el mismo ente abúlico, predecible e inoperante que ha sido en los últimos años.

En efecto, una interrogante que debería tener el nuevo Titular de la Segego es qué estructura administrativa necesitaría para poder tener un destino distinto, y mejor, al de los titulares de esa dependencia en las últimas tres administraciones, que al margen de sus nombres y trayectorias políticas —en algunos casos muy notables, como la de Jesús Martínez Álvarez o Alfonso Gómez Sandoval Hernández—, se han enfrentado a los problemas estructurales que han impedido un trabajo más eficaz en las tareas de concertación, gobernabilidad y control en los conflictos políticos de la entidad.

A estas alturas, y luego de la amarga experiencia —para Oaxaca— del paso de Alejandro Avilés Álvarez por la General de Gobierno, esta debería ser una interrogante indispensable. Mafud tendría que estar evaluando, desde el primer día de su segunda gestión como titular de la Segego, qué se perdió, qué necesita componerse y, sobre todo, qué Secretaría General de Gobierno necesita Oaxaca, por encima de la estructura administrativa para incluir en la nómina oficial a sus allegados, o las ambiciones políticas que él pudiera abrevar en lo particular.

En el caso de Avilés, siempre quedó claro que él sí se dedicó a pensar en la Secretaría que él quería, sin considerar si eso mismo era lo que Oaxaca necesitaba. Por eso, en nuestra entrega del 18 de abril, en el marco de la ‘renuncia’ de Avilés a la Secretaría General, apuntamos algo que ahora Mafud tendría que reconsiderar con seriedad, ahora que en él recayó la responsabilidad de encabezar los trabajos de la gobernabilidad y que está obligado a tener una gestión eficaz no para su camarilla ni para sus intereses, sino para Oaxaca.

Avilés —apuntamos en aquella ocasión— nunca se preguntó qué necesitaba modelo actual de la Segego para operar correctamente. Más bien, lo que intentó en la reforma a la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo, ocurrida en septiembre del año pasado, fue tomar la mayor cantidad de espacios posibles para tener, en su lógica, la mayor cantidad de poder respecto a la integración del gabinete. Por eso la Segego nuevamente asumió las delegaciones de gobierno —que no fue sino el cambio de nombre de las coordinaciones regionales que ya existían, y que entonces como ahora eran inoperantes— e intentó ganar espacios al interior del gabinete.

REPETIR EL PASADO

Lo que seguramente Avilés nunca consideró —seguimos apuntando en nuestra entrega del 18 de abril— es que la influencia de la Secretaría General no se traduce en qué tanto margen de operación tiene hacia dentro, sino en qué tanta influencia tiene con relación a las demás secretarías del gobierno. Por eso, en una integración ‘plural’ del gabinete —o de reparto entre grupos, como también se podría leer— su influencia resultó relativa, y sus excesos y errores iniciales significaron una señal en sentido contrario de lo que quizá habría querido para mostrarse como un secretario fuerte.

“Avilés, de hecho, nunca demostró ascendencia con el Gobernador —es decir, que éste lo escuchara y respetara su opinión—; nunca demostró asertividad en el manejo de los conflictos políticos; tampoco demostró control ni influencia con cualquier otro ente que no fueran los partidos políticos; fue rápidamente desacreditado por las principales organizaciones sociales, encabezadas por la Sección 22 que, por su misma falta de ascendencia respecto al gabinete, no lo reconoció como un interlocutor válido, y luego abiertamente pidió su renuncia; y todo lo coronó con sus rápidas muestras de corrupción, de manejo patrimonialista del presupuesto y recursos de la dependencia, y de avidez en asuntos como su insistencia machacona en temas en los que contradecía al Gobernador, como la permanencia de los administradores municipales.

“Por eso hoy quien vaya a resultar como nuevo titular de la General de Gobierno debe preguntarse con seriedad si esa estructura actual —que es un Frankenstein entre el pasado, y las ambiciones de Avilés— le sirve a quien resulte como Titular de la Segego para desarrollar una gestión a favor Oaxaca, o si es necesaria una reingeniería de la dependencia para que en verdad pueda ser operativa, independientemente de qué tantos empleos tiene el Secretario para repartir entre sus allegados.

“En el fondo, hay un elemento subjetivo que se debe considerar, y es que quien sea designado como titular de la dependencia sea en verdad alguien que entrevere el entendimiento real de los procesos políticos y de gobernabilidad de la entidad —y que no sea una repetición de la soberbia e insensibilidad que se aprecia claramente en muchos funcionarios de la administración estatal, que siguen pensando que el gobierno de Oaxaca es una dependencia federal—, con el respeto y el respaldo político del Gobernador para ser, de jure o de facto, un jefe de gabinete que se pueda allegar de la ayuda todo el gobierno para resolver los problemas de la entidad.

“Si no se cumplen esos parámetros mínimos, y no existe ese ejercicio de autocrítica sobre la administración pública, entonces no podremos esperar sino una repetición de los excesos, errores y debilidades que llevaron a Avilés al fracaso.”

Frente a las circunstancias, vale remarcar lo dicho, ahora particularizándolo en la figura de Mafud Mafud: si el Gobernador no le da el respaldo político que necesita, si no lo instituye de jure o de facto como un Jefe de Gabinete, y si no gana el respeto y el respaldo de todas las dependencias que deben coadyuvar para encauzar los conflictos y los problemas políticos de la entidad, entonces dentro de una o dos semanas comenzaremos a escuchar —como fue el caso inercial de Carmelita Ricárdez— que Mafud tima a la gente, que no tiene capacidad operativa, y que es —como se ha señalado de sus antecesores inmediatos— sólo un costoso ornamento para la administración pública.

En el fondo, debían entenderlo con sencillez: con una estructura contradictoria e inoperante, y sin el respaldo político del Gobernador, cualquiera podría ser el Secretario General de Gobierno con los mismos malos resultados. Podría ser Mafud, cualquier otro del gabinete, o hasta Miguel Ángel Osorio Chong y los resultados serían más o menos los mismos, o hasta peores si a ello se le combinara inexperiencia, soberbia, prepotencia y algunos otros males que son casi inherentes a esas responsabilidades, y que abundan en un escenario como el actual de Oaxaca.

¿Estará claro Mafud de eso? Pronto lo sabremos.

¿ENCUBRIMIENTO?

Ayer la delegación en Oaxaca de Coparmex emitió un duro comunicado particularmente contra los encargados del área financiera del gobierno estatal, porque les exigen que contra un pago parcial de sus adeudos, firmen desistimientos anticipados de cualquier acción judicial. Coparmex dice: no queremos ir contra el gobierno actual, sino contra los responsables de la administración de Gabino Cué, por este quebranto financiero. El problema es que al obligarlos a firmar esos documentos, los funcionarios actuales deslindan y protegen a los anteriores, e inopinadamente se vuelven sus cómplices. Algo contradictorio, artero e inadmisible, desde el ángulo que se le vea.

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