Día de la bandera: ¿Qué representa?

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+ Identidad nacional: Dilemas del regionalismo

Pareciera raro, pero cada vez son menos las personas que saben bien a bien por qué el 24 de febrero de cada año, se celebra en México el Día de la Bandera. Ese, que acaso es el más conocido y de mayor referencia entre nuestros símbolos patrios, es hoy un icono imprescindible de unidad e identidad entre los mexicanos, no sólo como integrantes de una misma nación, sino también como parte de una misma cultura y origen social. Sin embargo, más allá de eso tendríamos qué preguntarnos algunos porqués de nuestra bandera, y de cuáles fueron los episodios históricos que determinaron su existencia hasta nuestros días.

La celebración del día de la bandera, que ocurre cada 24 de febrero, no evoca en sí misma al lábaro patrio. Es la conmemoración que también simboliza la más importante declaración de independencia de México respecto de la Corona Española, ocurrida en esa fecha, pero del año de 1821. En la población de Iguala, en el actual estado de Guerrero, don Agustín de Iturbide y el general Vicente Guerrero proclamaron el Plan de Iguala, en el que declararon la independencia del país, así como otros principios que resultaron ser determinantes en la emancipación de México.

El Plan de Iguala establecía una serie de criterios políticos y de organización del poder, regidos en tres pilares que entonces fueron considerados como fundamentales para la existencia de la nación mexicana. Dicho plan, establecía la emancipación de México, y el establecimiento de una monarquía constitucional, que habría de ser ofrecida al Rey Fernando VII o a algún otro monarca europeo (porque hasta entonces se pensaba en una separación, pero no en la modificación del esquema de gobierno que había regido a la Nueva España durante los últimos tres siglos); entre sus postulados establecía la eliminación de las distinciones raciales, proclamaba ciertas libertades y derechos de las personas hasta entonces no reconocidos. Y establecía como sus principios fundamentales el establecimiento de la Independencia de España, el catolicismo como religión única y la unión de todas las regiones, grupos sociales e intereses, en la nación mexicana.

Estos tres últimos principios, son los que dieron origen al Ejército de las Tres Garantías; fue llamado así, porque existía la seguridad de que respetando esos tres principios (independencia, religión y unión) habría posibilidades plenas de alcanzar la independencia y consolidar una nueva nación, unida e identificada por rasgos comunes.

Dicho Ejército (que conjuntaba a fuerzas e intereses tan importantes como los representados por Guerrero e Iturbide) sería el encargado de proteger y establecer las tres garantías. Y como símbolo se confeccionó, ahí mismo en Iguala, una bandera con los colores verde, blanco y rojo, enmarcadas por el escudo de un águila coronada devorando a una serpiente, que daría identidad a la empresa independentista y se convertiría en un símbolo perdurable para todos los mexicanos.

Por ello, están —por decir lo menos— equivocados quienes, en casa y en las escuelas, aseguran que los colores de la bandera nacional representan “la esperanza (verde), la unidad (blanco) y la sangre derramada por los héroes (rojo)”; en realidad, la bandera nacional, tiene como significación la independencia, la religión y la unión, que desde el primer momento le dieron origen y cuyo significado no ha cambiado, ni tendría por qué hacerlo.

IDENTIDAD NACIONAL

¿Por qué asegurar que la significación de la bandera no ha cambiado, ni tendría por qué hacerlo? Porque, se acepte o no, esos siguen siendo los tres elementos esenciales de nuestra nación. Los eventos políticos y armados más importantes de nuestra historia, han ocurrido alrededor de la preservación de nuestra independencia; en la lucha por la ubicación de la religión como un elemento más de la identidad nacional que, sin embargo, debe ubicarse al lado y no por encima de los asuntos propios del Estado; y por la concreción efectiva de la unión en un solo proyecto nacional.

Veamos si no. El primer esquema de gobierno de la nación mexicana era el de una monarquía constitucional. En un principio se consideró ofrecer la Corona al rey Fernando VII, para que la gobernara pero ya sin la dependencia de España; al no reconocer éste la independencia de México, algunas fuerzas nacionales dieron su apoyo a Iturbide para que éste se proclamara emperador.

Sin embargo, pronto diversas regiones del país se pronunciaron en contra del imperio y el centralismo, y fue esto lo que en gran medida impulsó la búsqueda de una forma de organización política basada en el esquema federal, que reconociera la forma de determinación y la autonomía propia de las diversas regiones y provincias que entonces existían en el territorio que hoy, y antes, era parte de México.

Luego, otras guerras existieron en función de la independencia nacional, de los excesos y el control de la religión católica, y de la urgencia por mantener la unidad e identidad nacional frente a los embates anexionistas o intervencionistas de otras naciones. La independencia fue defendida no sólo cuando los franceses intervinieron México y trataron de imponer un segundo imperio, sino también cuando las batallas entre liberales y conservadores implicaban el regreso no sólo de la monarquía, sino de las formas de gobierno que contravenían los principios, derechos y libertades que se habían conseguido a partir del proceso independentista que se concretó, formalmente, en el año de 1821.

Hoy, los problemas de México poco tienen que ver con la identidad. A diferencia de otros países, en los que existen claros intentos separatistas, aquí podemos atrevernos a decir que pocos, pero en verdad muy pocos, son los mexicanos que ponen en duda o reniegan de su identidad. Incluso los grupos armados que existen en nuestro país —que son el ejemplo más hostil de las reivindicaciones sociales y políticos— siempre establecen como uno de sus principios esenciales el de la identidad como mexicanos, e incluso utilizan la bandera nacional como principal símbolo de las causas que abanderan.

OTRAS AMENAZAS

Sin embargo, ello no significa que México no esté sujeto a presiones y hostilidades importantes. Más bien, éstas se encuentran incrustadas en los grupos que están buscando mellar en el ejercicio pleno de la democracia, y la legitimidad de algunas instituciones. Las grandes discusiones nacionales debaten sobre el control del poder, pero no en nuestra viabilidad como nación, en la continuación de la forma de gobierno o el modelo de Estado.

almargen@tiempoenlinea.com.mx

almargenoaxaca.wordpress.com

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