UABJO, doblegada por corrupción y porrismo

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La situación de la UABJO no acepta puntos medios. A pesar de ser una Universidad con gran vocación y tradición nacional en la formación profesional de hombres y mujeres importantes para el país, hoy se encuentra en una situación deplorable. En ella, los intermedios no existen, porque así como desde algunas perspectivas se pretende demostrar su avance en cuanto a la formación académica y la aportación al desarrollo de Oaxaca, las manifestaciones brutales tanto de la violencia, como del porrismo y los vicios de la corrupción, muestran fehacientemente que la nuestra no es hoy una Universidad que vaya por buen camino.
El contraste entre los dichos y los hechos, revela una Casa de Estudios prometedora pero también desesperanzadora. De acuerdo con cifras oficiales de la propia institución, en el ciclo escolar actual, se encuentran inscritos 27 mil 75 estudiantes, en las diferentes escuelas, facultades y centros de estudios de esa Institución. De ese total, casi 20 mil se encuentra cursando alguna de las 17 licenciaturas que ofrece; 6 mil 600 son alumnos de nivel medio superior, y menos del dos por ciento del total de la población estudiantil cursa niveles de postgrado, como especialidades, maestrías y doctorados.
De acuerdo con lo dado a conocer por el rector Rafael Torres Valdez en el único informe de labores que ha rendido ante el Consejo Universitario, y cuyo texto se encuentra disponible en el sitio oficial de internet de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca, durante su gestión “hemos logrado duplicar el número de programas educativos de calidad, ya que pasamos de un total de 7 programas evaluados por los CIEES en el nivel 1 de calidad en el 2007, a 14 programas en el año 2008, lo que representa un 57.3 por ciento de nuestra población estudiantil atendida en programas ubicados en el nivel UNO de calidad. En el mismo sentido, el número de programas educativos evaluados externamente por los diferentes organismos acreditadores registrados por el COPAES, aumentó radicalmente en el periodo que se informa. Pasó de tres programas educativos acreditados en mayo del 2008 a un total de ocho programas acreditados en junio del 2009.”
Así, lo que parecería es que para una universidad pública estatal, considerada la más importante e influyente de la entidad federativa en que se encuentra, estos números no sólo no son cuestionables, sino incluso tendrían que ser dignos de reconocerse. No obstante, al entrar en los detalles y el desglose de los mismos, además de combinarlos con la realidad cotidiana que se vive en la Universidad, podremos darnos cuenta que las cosas no son tan benignas como parecen.

CIFRAS CHOCANTES
Retomemos las cifras. La UABJO tiene una población estudiantil, total, de 27 mil 75 estudiantes. De ellos, 6 mil 683 pertenecen a las escuelas de educación media superior, y 19 mil 967 a licenciaturas. Sólo que, en cada uno de los casos, son sólo dos escuelas las que aglutinan a porcentajes muy altos de estudiantes, mientras que otras tienen niveles bajísimos. Veamos el contraste.
En el ámbito de las escuelas de instrucción media superior, sólo entre las Preparatorias 1 y 6, concentran a alrededor de cuatro mil alumnos, de los seis mil que conforman su población escolar. Siguiendo únicamente a los números. ¿Cómo entender que si existe una oferta académica en siete escuelas, sólo en dos se concentre más del sesenta por ciento del universo de estudiantes? Esto, en realidad, tiene una explicación que más bien está basada en la corrupción, el porrismo y la masificación, que la UABJO ni atiende ni reconoce ni combate.
Algo similar ocurre con las carreras universitarias. De los casi 20 mil alumnos que están inscritos en el nivel superior, casi 8 mil forman parte de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Algo así como el cuarenta por ciento de la población universitaria que cursa instrucción superior, y cerca del 30 por ciento de todos los estudiantes inscritos en la Máxima Casa de Estudios. Valga decir, que además de masificada, esa Facultad concentra altísimos niveles de atraso, violencia, inestabilidad y corrupción, que no tienen comparación con ninguna otra escuela de esa Universidad.
Ninguna de las acreditaciones con que cuenta la UABJO es, como popularmente se conoce, “patito”. Todas las certificaciones de calidad en la enseñanza y en los programas de estudios, las otorgan organismos regulados por la Universidad Nacional Autónoma de México, y por la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior. Es un despropósito considerar que esas acreditaciones son compradas, que son patito o que son expedidas por órganos que no tienen la legitimidad suficiente como para corroborar que, en efecto, la instrucción y los planes en que se basa la educación superior, son de vanguardia.
No obstante, tendríamos que preguntarnos que, si la mayoría de las Escuelas y Facultades de la UABJO están certificadas, entonces cuál es la razón de que su nivel académico sea tan bajo. Instituciones como la ANUIES pueden certificar los planes de estudio, e incluso la preparación y dedicación de profesores y alumnos, pero no pueden tomar como punto de referencia las convulsiones políticas o los procesos de inestabilidad. Seguramente los planes de estudio son de vanguardia. Pero las condiciones en que éstos se desarrollan son lo que empaña toda la labor constructiva de la institución.
Y es por eso mismo, que finalmente nadie cree que, en efecto, los planes de estudios y la calidad en la enseñanza estén certificados y sean competitivos nacionalmente. Porque desde fuera, sólo se ve la cotidianidad violenta de nuestra Universidad.

VICIOS, INTOCADOS
Quienes han tenido la Universidad bajo su control, se han negado sistemáticamente a emprender programas serios y drásticos en contra de vicios como la corrupción. De éste se desprenden otros males mayores para la Universidad, tales como el tráfico de calificaciones, la venta de servicios administrativos, la extorsión, el acoso sexual y, sobre todo, la lucha entre grupos de poder y el porrismo que agobia a la UABJO.
El caso paradigmático de todo esto, de nuevo, es la Facultad de Derecho. Aunque en su diagnóstico, plasmado en su informe de labores, el rector Torres Valdez considera que “con el reconocimiento de que el desarrollo en los procesos de evaluación de calidad es dispar, por la magnitud matricular y otros factores, la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales promete emerger de sus crisis para incorporarse como programa educativo de calidad, convirtiéndola en el detonante que nos permitiría ingresar al Consorcio de Universidades Mexicanas”, lo cierto es que esa escuela está aún muy lejos de ser lo que sus autoridades pretenden aparentar.
La realidad de esa Facultad quedó constatada apenas hace dos semanas, cuando grupos de estudiantes se enfrentaron a balazos, unos para defenderse del intento de agresión y de recuperación de las instalaciones que tenían en su poder, y los otros para tratar de conseguir su cometido. El resultado de aquella refriega, fue de varios estudiantes lesionados, y una corresponsal nacional fuera agredida de un disparo de arma de fuego en una de sus extremidades inferiores.
¿Por qué decir que la Facultad de Derecho es el ejemplo de la UABJO real? Porque es la escuela más masificada, que tiene una oferta académica desfasada en tiempo y en necesidad de profesionales en la entidad, que es la que mayormente se ha negado, o no ha hallado las condiciones adecuadas, como para abandonar sus recurrentes estados de crisis; y porque ahí es donde se han configurado de mejor modo todos los actores que, por medio del porrismo y la corrupción, desean tener el mayor control posible de los vicios y los defectos de la Universidad, que sin embargo son redituables en el campo de lo económico y de lo político para sus manejadores, pero altamente perjudiciales para la academia.
La masificación, por ejemplo, es sinónimo de desatención y de corrupción. Desatención porque no se han podido frenar los vicios, y corrupción porque las viejas prácticas indebidas, e ilegales, prevalecen libremente en esta Casa de Estudios. La administración central universitaria no ha tenido la atención y la ayuda suficiente como para emprender una tarea reformadora de mayor calado. No basta que en los documentos existan certificaciones de calidad en la enseñanza: esto debe verse y reflejarse en una mejor situación académica de quienes forman parte de ella.

MÁXIMA CASA DE ESTUDIOS
La UABJO se merece ese calificativo. A pesar de que hoy es una institución plagada de vicios, inestabilidad y violencia, que son prohijadas por la infinita ineptitud y dejadez de su rector, el arquitecto Rafael Torres Valdez, también es cierto que la Universidad ha sido un semillero de grandes hombres y mujeres que han aportado mucho a la ciencia, las artes y la cultura de nuestro estado, en todos los tiempos.
Desde grandes médicos, arquitectos y abogados, hasta Gobernadores y Presidentes de la República, pasaron por las aulas de una Universidad, la de todos los oaxaqueños, que hoy se encuentra enfrentada y confrontada por grandes problemas y rezagos que no tendrán solución mientras exista la voluntad por tolerarlos y fomentarlos. La academia —que es constructiva pero silenciosa— es un parámetro de la UABJO. Pero para mal de todos, la violencia y la corrupción —que son ruidosas y nocivas—, también.


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