Oaxaca de Juárez: rehén de una autoridad municipal indolente

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El sábado 13 de marzo, en una sesión de cabildo extraordinaria, imprevista y hasta con cierto dejo de secrecía, le fue aceptada una licencia por 120 días a José Antonio Hernández Fraguas como presidente Municipal de Oaxaca de Juárez. En esa misma sesión, y por una orden directa convertida en acuerdo entre los regidores, fue designado como encargado del despacho de la Presidencia Municipal, el hasta entonces regidor de Salud, Miguel Ángel Bustamante Underwood. Nadie tenía la idea de que en menos de cinco meses, la indolencia común de esos dos personajes convertiría a la capital oaxaqueña en un auténtico caos en el que predomina el vacío de autoridad.
Hasta entonces, José Antonio Hernández Fraguas había conducido un gobierno municipal que hasta parecía envidiable. Como gobernante del municipio más importante del estado, había sido uno de esos raros ejemplos del político con arrestos, que tiene la capacidad y el valor suficiente como para sobreponerse a ciertas decisiones e intereses de grupos poderosos, o que tienen ciertas colusiones con los ámbitos de gobierno que, teóricamente, se encuentran por encima del municipal.
Gracias a esas actuaciones, el gobierno de Hernández tenía un grado importante de aceptación social, que se había reforzado gracias a la atención directa a la ciudadanía, la sensibilidad en la toma de decisiones, y las respuestas que se daban a las inconformidades o necesidades de los habitantes de las distintas zonas de la capital oaxaqueña.
Hernández Fraguas, en ese sentido, había mostrado tener una capacidad política poco común en un ambiente tan disciplinado como el de Oaxaca. Sin haber emanado de un partido de oposición al de quienes tienen en su poder el Gobierno del Estado, tuvo la capacidad de sobreponerse, e imponerse, a una decisión que había causado importante escozor entre la ciudadanía. Era lo relativo a los parquímetros.
¿Qué hizo Hernández Fraguas con ese asunto? Algo sencillo, y lógico, pero poco común en el escenario político local: anunciar y llevar hasta sus últimas consecuencias, la decisión de hacer eco al sentir ciudadano, y someter a un proceso de revisión el régimen contractual bajo el cual se habían establecido los parquímetros, con el objeto de que su gobierno diera por terminado dicho contrato. La ciudadanía vio con buenos ojos esa respuesta eficaz, cumplida en hecho, del Munícipe.
¿Por qué era rechazada la instalación de los parquímetros? En realidad, en la inconformidad no había una sola razón técnica o de inviabilidad. De hecho, a Oaxaca de Juárez le urge un mejor sistema de ordenamiento de los espacios de estacionamiento. Pero los parquímetros, y su empresa operadora, tenían relación de sociedad cercana a altos funcionarios del gobierno del estado, que buscaban conseguir fuertes ganancias económicas a través del tráfico de influencias y los favores que pudieran recibir desde el municipio, para ser ellos quienes operaran tal negocio y recibieran las ganancias. De ahí el rechazo ciudadano, al que hizo buen eco Hernández Fraguas.
Otra de esas actuaciones fue la relativa al caso Chedraui. La empresa constructora contratada por las tiendas departamentales, derribó más de un centenar de árboles adultos que se ubicaban en un predio del norte de la capital oaxaqueña. Los vecinos y la ciudadanía protestaron inmediatamente. Y el Ayuntamiento citadino canceló definitivamente las licencias de construcción, e impidió que los trabajos de remoción del arbolado continuaran su curso.
Durante su gestión, no hubieron manifestaciones ni convulsiones importantes surgidas del municipio. Hizo algunos intentos genuinos por regular el ambulantaje y mantener en orden los servicios públicos que está obligado a prestar el Ayuntamiento. Esas, a la postre, fueron algunas de las acciones y decisiones que acercaron al gobierno municipal de Oaxaca de Juárez a la población, y dieron al edil Hernández un importante bono de credibilidad y legitimidad que luego trató de utilizar para ascender a nuevas aspiraciones políticas. Esa fue, lamentablemente, el punto inicial de la desgracia que hoy vive Oaxaca.

CAMINO EN REVERSA

Regular los mercados o el ambulantaje no es una tarea fácil. Durante su gobierno, Hernández Fraguas hizo importantes intentos por mantener a raya a los ambulantes; consiguió el traslado del famoso “tianguis del viernes” en el parque El Llano a otro sitio menos agresivo para la imagen y patrimonio de la capital, e incluso evitó la instalación masiva y reiterada de vendedores ambulantes en el primer cuadro de la capital.
Aunque su gobierno no estaba exento de vicisitudes y decisiones erróneas, lo cierto es que no parecía cercano un panorama tan desolador como el que hoy impera en la capital oaxaqueña.
Una cosa queda clara: Hernández Fraguas “encargó” el gobierno de la capital —el cual, inicialmente, había prometido no dejar en aras de otras aspiraciones políticas— a Miguel Ángel Bustamante, no porque éste fuera un administrador o político eficaz o experimentado, o porque existiera algún tipo de compromiso político que necesitara ser cumplido, pagado o satisfecho. No. Se dispuso que fuera Bustamante el encargado, porque además de ser un buen amigo de Fraguas, él era quien cumplía los requisitos de ser un bajo perfil, que no tomara decisiones importantes, y que no opacara la imagen del Edil Titular, ni cuestionara las decisiones e influencia, que éste sigue teniendo sobre la mayoría de los concejales.
Así fue como aquel sábado 13 de marzo, Bustamante Underwood tomó posesión como “encargado del despacho de la Presidencia Municipal”. Es decir, un cargo de tercera importancia —porque ni siquiera alcanzó la calidad de interino—, para una responsabilidad tan importante como lo es conducir el gobierno de una ciudad compleja como Oaxaca de Juárez. Quizá todos pensaron que esto era un juego, o una posibilidad de simple administración. Y se equivocaron.

CIUDAD SIN ORDEN
Seguramente, Miguel Ángel Bustamante Underwood consideró que ejercer el cargo de edil significaba sólo asistir a los eventos sociales, a las giras del Gobernador, a recitar discursos, o a cortar listones. No se daba cuenta que la responsabilidad de la capital va mucho más allá, y que muchos de los quistes sociales que siempre la han afectado, esperaban sólo un momento de debilidad para hacer crisis.
Así, el primero de los problemas importantes que aprovechó la ocasión, fue el ambulantaje. Apenas unas semanas antes de la jornada electoral, los comerciantes ambulantes que anteriormente instalaban sus puestos en el Parque El Llano, y que fueron reubicados a la agencia municipal de Candiani, sin más decidieron retornar al Paseo Juárez, alegando que la autoridad municipal había incumplido con las cuestiones a que se había comprometido cuando acordaron el cambio de sitio en la instalación del tianguis de los viernes. Fue el 25 de junio cuando esto ocurrió.
Una semana después, el encargado del despacho de la presidencia municipal, declaraba lo siguiente a El Imparcial: “Las pláticas van encaminadas para que los tianguistas vuelvan al área que ya está acondicionada en Candiani, un espacio que esta administración logró habilitar para que ellos pudieran estar en ese lugar” al tiempo que manifestaba que “que este viernes [es decir, al día siguiente, 2 de julio] se espera que los tianguistas ya no ocupen el Paseo Juárez, ‘porque ya entendieron que esta área no puede ser utilizada por ellos’”.
Los tianguistas no sólo volvieron, sino que un mes después continúan ocupando libremente un espacio cada vez mayor en esa y otras plazas públicas de la capital oaxaqueña. Del mismo modo, el mismo zócalo citadino ha sido objeto de todo tipo de ocupaciones por parte de tianguistas que ni siquiera son de origen oaxaqueño, ni expenden otros productos que no sean fayuca, piratería o productos copiados de auténticos oaxaqueños.
Su autoridad, valga decirlo, ha valido de nada.

“CIUDAD BASURA”
Desde que se inició la presente semana, se preveía el incremento en las inconformidades de los trabajadores de limpia. Las razones no eran tan elevadas como parecían. Ellos, con justa razón, demandaban la dignificación de su trabajo, a través de la dotación de uniformes y enseres de trabajo, además de la reparación de las unidades que se encuentran estacionadas debido a desperfectos menores, como la pinchadura de una llanta. Alegaban que era inadmisible que el gobierno municipal no pudiera atender ni siquiera esas demandas menores.
Así, ya para el miércoles, la ciudad era un caos. Los barrenderos y trabajadores de limpia decidieron no hacer más su trabajo hasta que no hubiese una respuesta favorable de la autoridad, y ésta se apresuró a tomar medidas sólo cuando ya la otrora Linda Oaxaca era un muladar. Para variar, el encargado del despacho de la Presidencia Municipal se encontraba ausente. Y fueron funcionarios de menor jerarquía quienes se vieron en el deber de emprender las negociaciones pertinentes.
Hasta la mañana de ayer viernes fue restablecido el servicio. Un día antes, se supo a través de la Agencia Quadratin, que dirige la periodista Guadalupe Thomas, que Bustamante no se encontraba al frente de los problemas y la administración municipal de Oaxaca de Juárez, no porque se encontrara atendiendo “una comisión”, como se alegaba, sino porque se encontraba vacacionando y, según, descansando de unas funciones que en realidad nunca ha ejercido.
Hasta el momento, José Antonio Hernández Fraguas no ha dado la cara para responder por el mandato que la ciudadanía le confirió, y que él abandonó ante el privilegio de sus ambiciones políticas, pero tampoco para poner las cosas en orden y, por lo menos, salvar lo que quede de la dignidad de su gobierno en estos últimos cinco meses que le restan de gestión.
Bustamante no está comprometido. Ya lo demostró. Pero Hernández Fraguas tiene el deber de dejar el bajo perfil, y asumiendo o no el cargo, hacer todo lo que esté a su alcance para hacer de esta ciudad no un territorio anárquico, sino una zona digna y habitabl

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