Congreso: ahí también se notan los cambios

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+ Resistencias internas, constante mal conducida

Ayer, mediante una carta, la diputada Carmelina Cruz Silva anunció su separación de la bancada priista en el Congreso del Estado. Independientemente de que éste parezca un acto de mero berrinche, tardío y cargado de posibles motivaciones personales, también deja ver dos cuestiones que habrán de ser trascendentales para el priismo oaxaqueño en los años que le esperan como fuerza opositora. La primera tiene que ver con el necesario rescate de las correctas formas políticas que deben existir entre quienes componen las representaciones partidarias; y la segunda, con la recuperación de los espacios de tolerancia y pluralidad que hoy, por sus mismos rasgos pedestres, los tricolores tienen extraviados por completo.

¿Por qué hablar hoy del rescate de la tolerancia y las correctas formas políticas dentro del priismo? Evidentemente, no es su obligación reparar en esas cuestiones. Sin embargo, si la misma cúpula tricolor hiciera un desapasionado ejercicio de autocrítica, podría darse cuenta que, a nivel interno, esas fallas se les convirtieron en flagelos, y que ello ha derivado en fuertes disputas que, hasta ahora, se habían contenido ante las exigencias de disciplina coercitiva dictadas desde el poder. El problema es que, si ahora que están a punto de dejar las alturas para convertirse en una fuerza política más, pretenden seguir arraigando esas prácticas, no pasará mucho tiempo antes de que presenciemos una auténtica guerra civil, por motivos hasta tontos, entre los tricolores.

¿Por qué resulta revelador el anuncio de la separación de su bancada, de la diputada Cruz Silva? Porque independientemente de los asuntos personales, y de su conocida rebeldía y actitudes de soberbia que luego convertía en disputas frente a sus compañeros legisladores, este es uno de esos pequeños destellos que antes no ocurrían en el priismo. Era así, de hecho, hasta hace un par de meses, cuando los actos de indisciplina, las discrepancias de pensamiento y posiciones políticas, e incluso los desacatos más simples, eran fuertemente penados y recriminados por su coordinador parlamentario.

En efecto, todo aquel que conoce el funcionamiento del Congreso local, y particularmente de la bancada tricolor, sabe que entre ellos estaba prácticamente prohibida la posibilidad de tener criterios propios, de discrepar, o de generar propuestas o argumentos distintos a los que previamente se dictaban desde la coordinación parlamentaria que, a su vez, recibía las líneas generales de actuación, desde la oficina del Jefe Político.

Era, y ha sido, en buena medida, una equiparación casi precisa de la forma en cómo, a través de eficaces métodos coactivos, se tiene el control de los trabajadores de la Sección 22, quienes deben actuar sin preguntar, y acatar incondicionalmente los dictados de su dirigencia. Los diputados locales del PRI, ante los ojos del público, actúan igual que los profesores democráticos. Es decir, disciplinadamente, acatando órdenes y ejecutando, sin tener al menos la posibilidad de preguntar.

Sin embargo, ello no significa que no hayan existido resistencias internas, y discrepancias fuertes, en algunos debates. El problema es que, hasta ahora, el priismo se había negado toda la posibilidad de permitir posturas particulares de sus legisladores, y la manifestación pública de sus desacuerdos con las posiciones de la bancada. En las ocasiones que en algunos legisladores se han negado a acatar ciertas órdenes, o a respaldar ciertas decisiones, han sido marginados de la actividad política y las responsabilidades más importantes dentro del Congreso o su partido.

¿DISCIPLINADOS O PEDESTRES?

La sola idea de que en las representaciones legislativas, las decisiones se toman en cada bancada de forma consensada y unánime, expresa ya la necesidad de que en ella haya uniformidad y cierto grado de disciplina. Sin embargo, para lograr eso, también se necesita liderazgo, formación y capacidad de razonamiento y convencimiento. Tendríamos que preguntarnos si en una bancada tricolor de tan bajo perfil, como la que ahora representa al PRI en el Congreso del Estado, se dan esas condiciones.

La respuesta, según los hechos, es negativa. Es también una inconformidad reprimida, la relativa a que la conducción tanto de la bancada priista, como de la Gran Comisión y los trabajos del Congreso, han seguido la misma lógica del grupo gobernante de evadir toda posibilidad de diálogo, y preferir el avasallamiento, las imposiciones, y los castigos severos para quienes decidan insubordinarse.

No resulta muy extraño, en ese sentido, que hoy las inconformidades sean muchísimas más que las concordancias en la bancada priista, cuando se tiene el antecedente de que las principales decisiones e “ideas democráticas” emanan de personajes de tan cuestionables antecedentes y formación política, como Antonio Amaro Cancino, Jorge Guerrero Sánchez, o el mismo Herminio Cuevas Chávez. Éstos se han encargado de ejercer un poder que les fue conferido arbitrariamente, a través no de las formas más o menos decorosas, sino acentuando el modo de actuar “tradicional” de los principales representantes del grupo gobernante.

Podría alegarse, en descargo de esos personajes, que las formas políticas no han sido distintas en las anteriores legislaturas. Sólo que en el pasado, a diferencia del presente, y el futuro que está próximo, el PRI ostentaba un poder que ejercía a sus anchas. Uno de los aspectos que les ha generado más problemas a los jerarcas tricolores actuales, es que han querido actuar tan avasalladoramente, como si fueran políticos en funciones hace dos o tres décadas.

Parece claro que, para el futuro inmediato, quienes representen al tricolor tendrán que variar sustancialmente sus formas y grados de tolerancia. Ahora sí tendrán que comenzar a convencer, y a dejar de lado las imposiciones. Ahora sí tendrán que demostrar, pues, que tienen liderazgo, que tienen experiencia y formación política, y que tienen la capacidad de conducir una bancada sin los eficaces métodos coercitivos de los que, hasta ahora, se han valido.

¿SERÁ?

La diputada Cruz Silva, es cierto, tomó tarde una decisión que, por las mismas circunstancias, resulta ser ya intrascendente, insustancial, y seguramente cargada de enojos personales. Pero en el fondo, eso ocurre ahora, y no antes, porque ahora sí algunos priistas ya se están dando cuenta que ante la inminente falta de Jefe Político, ahora sí podrán actuar con un poco más de autonomía y libertades.

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