Ayuntamiento: Oaxaca no se merece tanta inestabilidad

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+ Calderón, pieza clave para Hernández Fraguas

Ayer se consumó un acto más de desprecio hacia la ciudad de Oaxaca de Juárez, sus habitantes, su importancia como capital del Estado, y sus problemas: en una acción previamente determinada, el Cabildo del Ayuntamiento citadino aceptó una nueva licencia por 120 días al edil José Antonio Hernández Fraguas, y ahora nombró como encargado del despacho de la Presidencia Municipal al hasta ayer síndico Procurador, Irineo Pablo Calderón González. Miguel Ángel Bustamante Underwood salió por la puerta de atrás. Y lo único que siguen demostrando quienes manejan el Municipio de la capital oaxaqueña, es que seguirán viendo no por el interés público, sino por sus intereses particulares.

En efecto, aunque durante toda la primera parte de su gobierno, el edil Hernández pareció —y demostró— ser un hombre comprometido con la política y la administración municipal, para hacer un buen gobierno, hoy sus acciones demuestran que o no sabe qué hacer con el final de su administración, o simplemente dejó de tener importancia para él. Es lamentable que una gestión de la que se tenían altísimas expectativas, esté terminando su periodo de una forma por demás tambaleante.

Tendríamos que comenzar a entender el actuar de Hernández, pero ya no de cara a sus aspiraciones políticas, y de sus triunfos y fracasos partidistas de los últimos meses, sino en función del control que ha pretendido seguir sosteniendo en relación al Municipio citadino. Cuando se separó de su cargo, en el mes de marzo pasado, el Edil pareció enviar el mensaje de que seguiría siendo el factor determinante de los problemas y la administración municipal, al nombrar como encargado del despacho —y no edil interino— no a la persona más capaz, sino a la que parecía tener más afecto y confianza personal dentro de la Comuna. En razón de ello, dejó en su cargo al hasta entonces regidor de Salud, Bustamante.

Parecía, ante ello, que la separación de Hernández sería transitoria y, en buena medida, sólo como un mero trámite de formalidades políticas y jurídicas. Había dos razones para suponerlo. La primera, porque la Ley Municipal señala que sólo cuando el Munícipe solicita una licencia a su cargo mayor a 120 días, entonces el Cabildo debe llamar a su suplente o, en su caso, nombrar de entre sus miembros a quien deba concluir el mandato. Hernández parecía decidido a seguir teniendo el control, y mandando en el Ayuntamiento, a través de un encargado del despacho, y no de un interino, al que nadie sabe si podría controlar una vez asumiendo el cargo. La segunda razón, era que entre Hernández y Bustamante, había la suficiente cercanía como para que el primero pudiera seguir actuando y decidiendo a través del segundo.

Sólo que las cosas no le salieron a Hernández como lo había calculado. Tanto en sus aspiraciones políticas como para el rumbo que deseaba para el Ayuntamiento que él encabezaba. En el terreno político, su candidato a la gubernatura perdió los comicios, la bancada que iba a encabezar le dio la espalda, y sus propios compañeros de partido lo han fustigado hasta la saciedad, aprovechándose de su posición o tolerancia.

Pero en lo administrativo tampoco consiguió todo lo que esperaba. A pesar de que él estaba decidido a hacer una administración municipal que pasara a la historia como la más eficiente y eficaz de los últimos años, Bustamante resultó ser un pésimo ejecutor de las decisiones que él siguió tomando; ni uno ni otro pudieron demostrar el liderazgo que era necesario para encabezar el trabajo municipal en el último tramo del gobierno; y el Encargado de la Presidencia Municipal fue señalado, fundadamente, de tener poco interés en atender de tiempo completo los problemas del Ayuntamiento.

Al final, lo que uno y otro demostraron es desprecio por la ciudad y su preponderancia social y política. Bustamante por no haber puesto todo lo que estaba a su alcance para hacer un trabajo cuando menos decoroso. Y Hernández por empecinarse en seguir teniendo el control del Ayuntamiento a través de encargados, a costa de lo que fuere, sin asumir con valor y determinación la decisión de regresar a concluir —o reencauzar— su mandato, o separarse definitivamente de su cargo. Las consecuencias, evidentemente, están a la vista.

NUEVO ENCARGADO

Así, tendríamos que preguntarnos con serenidad quién es Pablo Calderón González. Es, como bien debe saberse, un abogado litigante que llegó a la administración municipal como otro de los cercanos de Hernández Fraguas. Sólo que éste, más que por amistad, arribó al Municipio por los intereses en común que tiene con el Edil con Licencia.

En efecto, desde el 3 de enero de 2008, en este espacio señalamos algunos detalles sobre las  cercanías e intereses políticos del entonces recién asumido Síndico Procurador del Ayuntamiento citadino. Dijimos entonces, que Calderón había accedido a la política municipal, llevado de la mano de dos personajes: Alfonso Gómez Sandoval Hernández, y el fiscalista Sergio Castro López. El primero por amistad, y el segundo por haber sido cliente de su despacho de abogados.

En efecto, desde aquellos momentos advertimos que Calderón había sido el gestor de Castro ante el Ayuntamiento, cuando éste impulsó la creación de lujosos antros de vicio, y el otorgamiento de los permisos respectivos para consumo de alcohol, evidenció los intereses y la corrupción que, para complacer a Castro, envolvió a la administración citadina que inició Jesús Ángel Díaz Ortega, y concluyó Manuel de Esesarte.

Y advertimos entonces que “su objetivo [de Calderón González], bisoño pero nada desdeñable ante el poderío económico del grupo al que pertenece, habría de ser el de promoverse como uno de los candidatos a sustituir al actual Munícipe [Hernández], cuando éste se separara del cargo para buscar la postulación de su partido como candidato a Gobernador.”

¿INTERESES PROTEGIDOS?

Como lo previmos, Pablo Calderón llegó a la Presidencia Municipal para tratar de enderezar, en nombre de Hernández Fraguas, todo lo que está chueco en el Ayuntamiento. Dentro de esos asuntos que atenderá, estará el seguimiento al caso Chedraui. Ese es, lo acepten o no, otro de los intereses que les quita el sueño. No es gratis, seguramente, todo el desprestigio, los cuestionamientos y el costo político que ellos están pagando aparentemente a cambio de nada. Por eso, no podían seguir dejando a la deriva estos “delicados” asuntos municipales.

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