+ FCH: alto riesgo, abandonar a Gabino Cué
Las batallas electorales en Oaxaca, polarizaron a tal extremo el ambiente político, que más allá de las guerras partidistas, un posible entendimiento civilizado entre grupos opositores parecía casi imposible. La política, sin embargo, parece tener tantos entuertos, que hoy algunos extremos que parecían ilógicos en nuestro Estado se están conjuntando, por una razón superior a las disputas facciosas: a pesar de ser rivales declarados, la diputación federal priista ha manifestado su disposición a hacer lo necesario para incrementar el gasto público de la entidad en 2011, ante la poca atención federal puesta a la entidad. Esto, en sí mismo, encierra algunas paradojas que, aunque no lo parezcan, bien podrían ser pautas —positivas o negativas— para estos entreverados gobiernos de coalición.
Más allá de las grillas y de los argumentos electoreros, es evidente que en buena medida, el éxito o fracaso de un gobierno se encuentra determinado por las carencias o suficiencias presupuestales. Objetivamente —es decir, dejando de lado vicios subjetivos como la corrupción, los desvíos, o la ineptitud en el gobierno—, parece claro que si por un lado es necesaria una correcta administración de los recursos para hacerlos eficientes, en el otro extremo es también necesario contar con dinero suficiente para poder cumplir expectativas elevadas, como las que se generaron en torno al triunfador del proceso electoral del 4 de julio pasado en Oaxaca. Es decir que, como parece obvio, con un mal presupuesto, Gabino Cué estaría destinado a no cumplir con lo que prometió, y ver su gobierno encaminado al fracaso.
Hasta hace unos días, todo parecía estar predeterminado por la circunstancia en que compitió electoralmente, y ganó la Gubernatura del Estado. Respaldado por fuerzas políticas como el Partido Acción Nacional, el del la Revolución Democrática, el PT y Convergencia, Cué Monteagudo generó la confianza entre los electores que, de ganar, tendría importantes apoyos —políticos y presupuestales— federales, así como la venia política de las representaciones legislativas de las entidades federativas gobernadas por las fuerzas de izquierda, para ir a gestionar ante el Congreso fuertes incrementos al gasto público, a través de los cuales pudiera apagar los cuestionamientos sobre los gobiernos de coalición, y legitimar su propio arribo al poder de la mano de fuerzas ideológicamente contrarias.
Ese no sólo parecería ser un imperativo particular del gobernador Cué, sino también de los partidos que lo impulsaron, y los gobiernos desde los cuales lo respaldaron. Particularmente, la dirigencia nacional de Acción Nacional se dijo triunfadora en julio pasado sólo por haber arrebatado tres gubernaturas al PRI (Oaxaca, Puebla y Sinaloa).
Y de qué envergadura habrán sido esas victorias, que todas sus demás derrotas —que eran las más— palidecieron, e incluso fue lo que permitió que tanto la dirigencia de ese partido, como la del PRD —que también había sufrido importantes descalabros electorales, y un sinfín de cuestionamientos internos— permanecieran firmes en sus respectivas responsabilidades hasta los tiempos actuales.
En el caso del gobierno federal, y el del Distrito Federal, por citar dos ejemplos, parecía no sólo necesario, sino indispensable, manifestar en todas las formas posibles su total respaldo a un gobierno como el de Oaxaca. Si desde esos dos frentes habrá de legitimarse una nueva alianza en 2011 para en busca de la gubernatura del Estado de México, lo menos que podían hacer es poner todos los elementos a su alcance para demostrar, aún en periodos cortos de tiempo, que los gobiernos de coalición son exitosos y tienen mayores fortalezas por contar con el respaldo de de más de dos fuerzas políticas.
Sólo que esas condiciones parecen no estarse cumpliendo. El gasto público anunciado para Oaxaca en el proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación, que envió el gobierno federal la semana pasada a la Cámara de Diputados, para su discusión y aprobación, reduce a Oaxaca unos 10 mil millones de pesos en relación a su gasto para el presente año. Hasta hoy, las muestras decididas de apoyo por parte de los partidos que llevaron al triunfo a Cué han sido endebles. Y sus rivales priistas —quién sabe si con gusto, pero sí con sentido del deber—, son quienes parecen estar maquinando su rescate.
PARADOJAS POLÍTICAS
El gobernador electo Cué ha corrido con suerte. Luego de los comicios federales de 2006, los entonces diputados federales por Oaxaca de mayoría opositora, hicieron poco o nada por el gasto público para la entidad. Su argumento, era que ellos se abstendrían de gestionar recursos que fueran a parar a las manos de quien (el gobernador Ulises Ruiz) ellos consideraban como un enemigo declarado, para que (según ellos) lo utilizara de forma facciosa, discrecional, ilegal o con fines electorales.
Hoy la historia es exactamente la contraria. A pesar de que algunos diputados federales del PRI hicieron una batalla electoral abierta y declarada en contra de la causa electoral del candidato Cué, y de que consideraron la posibilidad de generar una feroz oposición presupuestal respecto del nuevo gobierno emanado de la oposición, hoy son quienes expresamente han manifestado su disposición a colaborar en una mayor gestión de recursos.
Evidentemente, es posible que la diputación federal priista persiga ciertos fines particulares con ese ánimo colaboracionista respecto al gobierno de Gabino Cué. Sin embargo, aún con eso, es evidente que la actitud manifestada ha sido una de las más decorosas posibles, al generar la idea de que han decidido anteponer el interés común por la entidad, a sus posibles rencillas partidistas, o a las guerras electorales que, al menos para Oaxaca, ahora mismo están quedando en el pasado.
DAÑO A LA DEMOCRACIA
Si el gobierno federal no muestra, y demuestra presupuestalmente, su apoyo al gobierno de Gabino Cué, entonces no sólo correrá riesgos la causa opositora de Oaxaca, sino también las expectativas de las alianzas, la confianza ciudadana en las opciones de oposición, e incluso en la democracia. El abandono generaría fracaso, el fracaso desilusión; y ésta abriría la puerta para el retorno de los viejos autoritarismos que, ante el fracaso de ciertos ideales, tienden a regresar con más fuerza, radicalismo y determinación que cuando intentaron ser erradicados. Aguas.