Eufrosina: el dilema de los usos y costumbres

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+ Derecho indígena, como paradigma y debate

Es innegable que la ahora diputada presidenta de la Mesa Directiva del Congreso del Estado, Eufrosina Cruz Mendoza, ha sabido construir su liderazgo e imagen a partir de la adversidad. Alrededor de ella, se ha creado una figura más bien mítica, en la que lo mismo es la encarnación viva de la marginación que sufre la mujer indígena en el ejercicio de sus derechos políticos, que una lúcida luchadora social que buscará representar a las minorías étnicas en la Cámara de Diputados. Ahora que se encuentra ahí en donde se crean las leyes, deberá demostrar que esas dos cualidades, de mujer e indígena, son componentes y no disolventes de una verdadera convicción política.

¿Qué hace particularmente llamativa, en política, a Eufrosina Cruz? En primer término, que es una mujer que ha sabido remontar sus propias adversidades, y que ha convertido la desgracia en éxito. Hace tres años, en su natal Santa María Quiegolani, Yautepec, pretendió participar en el proceso de designación de autoridades municipales, pero fue impedida por los usos y costumbres que, en esa comunidad, negaban la posibilidad de que las mujeres pudieran votar.

Hábil como pocas, Eufrosina Cruz vino hasta la capital oaxaqueña para inconformarse públicamente, y ante los poderes del Estado. El Congreso le restó importancia a su argumento, y fue sólo cuando se presentó ante los medios de información, que su historia resultó llamativa para todas las fuerzas políticas. Investida en su calidad de mujer, e indígena, argumentó que había sido marginada del proceso de elección de autoridades en su comunidad.

Utilizando palabras que no mentían, pero que tampoco decían verdades completas, dijo que se le había impedido ser presidenta municipal de su comunidad, sólo por el hecho de ser mujer. Esto no era totalmente cierto, ni totalmente falso, porque en efecto, se le había impedido participar como candidata; y ello le negaba la posibilidad final de acceder al cargo. Ante tal denuncia, no hizo falta hacerse una pregunta que podría haber sido clave: si de haber participado libremente, ella pudiese haber ganado o no la alcaldía.

A partir de entonces, Eufrosina abanderó la causa de muchas mujeres, por un tema al que ha sido políticamente incorrecto cuestionar: los usos y costumbres. Antes y después de Eufrosina, hay quienes defienden hasta la muerte las formas que denominan “milenarias” de organización política. Una de esas formas, es la del asambleísmo. Otra, inmaculada, intocable, e incuestionable, es la de los usos y costumbres.

Habría sido un mayor escándalo de trascendencia nacional, e internacional, el hecho de que fuera un partido político el que le hubiera negado la posibilidad a Eufrosina de competir como candidata a una alcaldía. Un velo mayor de antidemocracia se hubiera posado sobre el sistema político del país, y México se habría hecho acreedor a todo tipo de críticas en el concierto de las naciones.

Sin embargo, lo que tendríamos que comenzar a ver con mayor claridad es este punto: si se deben seguir manteniendo intocados los usos y costumbres en Oaxaca, aún cuando éstos han demostrado que, en muchas de sus aristas, son violatorios de las garantías constitucionales de las personas.

La mejor muestra de ello —porque en nombre de los usos y costumbres se le impidió ejercer sus derechos políticos a votar y ser votada, se le discriminó por ser mujer, y se atentó contra su esfera jurídica y su dignidad humana— es precisamente Eufrosina Cruz Mendoza.

 

¿CONTRADICCIONES?

Lo lógico sería suponer que una representante de los grupos indígenas de Oaxaca en el Congreso del Estado, tendría como principal misión justamente la de luchar por la preservación de las culturas étnicas, así como sus formas tradicionales de determinación. En ese sentido, parecería una contradicción que una mujer indígena como la diputada Cruz Mendoza, esté luchando por defender a las de su género de los abusos y transgresiones a las garantías individuales que se cometen a partir del ejercicio de los usos y costumbres.

Ahí es justamente donde la diputada Eufrosina Cruz tendrá que comenzar a demostrar el basamento real de sus pretensiones. Suponer que debe impulsar cambios a la ley, para que a las mujeres indígenas se les respete el voto bajo el sistema de usos y costumbres, es algo más que un error: tanto la Constitución General de la República, como la particular del Estado, y la ley electoral estatal, establecen que las comunidades indígenas tienen el derecho de utilizar sus formas tradicionales de organización y determinación política, pero sin transgredir el marco mínimo de derechos y obligaciones que otorga la misma Ley Fundamental.

Como puede verse, en el estado actual de la ley, existe la obligación de no impedir el ejercicio de derechos políticos a cualquier ciudadano de la República —como Eufrosina— que no tiene impedimento alguno para hacerlo efectivo. El problema, en realidad, se encuentra en cuestiones prácticas, que no serán remediadas a través de modificaciones legales que de todos modos serían ignorados por las comunidades en las que, habiendo o no Constitución y leyes, eligen bajo los mismos esquemas a sus autoridades políticas.

En la posibilidad de hallar coincidencias reales sobre ese tema, es donde se encontrará el quid del posible trabajo político-legislativo de la diputada Cruz Mendoza. Tendrá que quedarle claro que una cosa es la sola denuncia pública por agravios que son innegables, inocultables y condenables, y otra encontrar la fórmula adecuada para llevar a los hechos las ideas que tanto ha promovido.

No parece fácil armonizar los usos y costumbres con el respeto a todas las garantías constitucionales de los ciudadanos. Más bien, pareciera que donde termina el garantismo e inician las violaciones a derechos humanos, comienza también el costumbrismo. Qué bien si Eufrosina logra hacer algo para que las mujeres sean respetadas y tomadas en cuenta en comunidades donde se utilizan las formas tradicionales de determinación. La verdad es que ese reto, más bien parece una misión imposible.

 

DE LUTO

El autor de este espacio, envía un abrazo solidario y cariñoso a sus entrañables amigos Juan Pablo y Rubén Vasconcelos Méndez, así como a toda su apreciable familia, por el sensible fallecimiento de su hermano Darío. Nos unimos a este dolor profundo, y manifestamos nuestras más sentidas condolencias. Descanse en paz.

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