+ El gobierno cambia: ¿la sociedad también lo hará?
Se ha traído y llevado hasta el cansancio, la conminación o exigencia de que el gobierno de Gabino Cué Monteagudo emprenda la fase superior de la alternancia de partidos en el poder: esto es, que siente las bases de una auténtica transición a la democracia. ¿Cómo lograrlo? Es lo que nos hemos preguntado en más de una ocasión, enumerando una serie de necesidades básicas tanto del andamiaje jurídico, como del sistema democrático, e incluso de la forma en cómo debería ejercerse, idealmente, la administración gubernamental. Sólo que, hasta ahora, en general, los oaxaqueños hemos desatendido —gravemente— una necesidad asimismo básica de toda transición democrática: ¿Qué haremos nosotros, los ciudadanos, para fomentar y estimular dicho proceso?
La pregunta no es menor. Porque, en general, la expectativa sobre el gobierno de Gabino Cué, así como su grado de legitimidad, hoy está en uno de sus puntos más elevados. El ahora Gobernador del Estado ganó los comicios con un amplio margen sobre todos sus oponentes. Y no sólo eso, sino que también importantes grupos de la ciudadanía se han volcado a su favor, o cuando menos le han manifestado su disposición a darle el beneficio de la duda sobre el proyecto político que encabeza.
Así, en función de ello, el Gobernante ha venido delineando una serie de reformas constitucionales y legales, disposiciones administrativas, y cambio de actitudes, a través de las cuales plantea iniciar ese proceso de transición que tanto ha prometido. Dispuso, desde el primer momento, una profunda reforma administrativa con la que pretende eficientar las labores administrativas del gobierno estatal; ha venido enviando al Congreso, una serie de reformas legales por medio de las cuales pretende edificar un entramado institucional dotado de mayor claridad, certeza en la rendición de cuentas, y cercano a la gente.
Sin embargo, en todo esto debe estar bien sabido algo: que cualquier reforma que emprenda el nuevo gobierno, no será ni la mejor ni la más acabada que necesita Oaxaca. Esto tiene un fundamento sencillo: las inercias de mucho tiempo no se pueden romper en un periodo tan corto de tiempo como un sexenio, así como tampoco se pueden modificar de un solo golpe todos los esquemas políticos que hasta ahora han prevalecido. Se puede hacer mucho impulsando todas esas reformas que sienten bases sobre un gobierno más democrático, y teniendo un grado importante de disciplina en cuanto al manejo de los recursos y la forma en cómo se ejerce el gobierno.
¿Qué queremos decir con esto? Que, evidentemente, nosotros, desde la sociedad, tenemos también ser parte de ese proceso. Hasta ahora, no sólo en Oaxaca sino en el país, a los ciudadanos se nos ha vendido la idea de que con el voto contribuimos a la democracia y a tener mejores gobiernos. Eso es cierto, aunque no por completo. ¿Por qué?
Porque a través del sufragio, los electores le damos certeza y legitimidad a los procesos electorales, y contribuimos a formar la decisión mayoritaria sobre el rumbo que queremos tanto para el gobierno, como para nuestros problemas sociales, económicos y políticos más trascendentales.
Pero ello de ninguna manera equivale a suponer que nuestra única responsabilidad con la democracia es la de votar, o que con ello se termina nuestro compromiso con el gobierno o la sociedad, y mucho menos a que después de salir de la casilla de votación, luego de haber emitido nuestro derecho al voto, se acaba nuestra responsabilidad o cuando menos la necesidad de estar interesado en lo que ocurre en el ámbito político.
Es evidente que aquí y en China, un solo régimen de gobierno no tiene la potestad, la permanencia o la fuerza suficiente como para hacer todos los cambios que se propone. Por ello, sin duda, los ciudadanos deberíamos jugar un papel más proactivo en cuanto a la democracia, siendo no sólo agentes pasivos, sino activos, de los cambios que todos queremos.
SOCIEDAD CON CONCIENCIA
En efecto, nosotros como sociedad también deberíamos tener más conciencia y compromiso con nuestra realidad. Están tan equivocados aquellos que creen que a partir del 1 de diciembre Oaxaca es un estado nuevo en el que las cosas pueden cambiar como por arte de magia, como aquellos que creen que su contribución a la democracia está hecha y acabada con el solo ir a votar. Mucho más errados, están todos los que suponen que el gobierno debe cambiar, pero todos los demás agentes sociales no. ¿A qué nos referimos?
A que nosotros los ciudadanos deberíamos ser más conscientes de que el gobierno por sí mismo no puede cambiar la realidad. Es decir, hablando con un sentido más práctico podríamos decir, por ejemplo, lo siguiente: ¿Si únicamente cambia o evoluciona el gobierno cambiará Oaxaca? La respuesta es no. ¿Y si el gobierno emprende una profunda modificación social, pero desatiende su relación con las organizaciones sociales, Oaxaca cambiará? Tampoco. ¿Y si cambian todos ellos, pero los partidos políticos se convierten en fuerzas retardatarias e intransigentes, algo evolucionará? Mucho menos. ¿Y si cambiaran todos, y los particulares no? De ninguna forma.
Tendríamos que referirnos con mayor particularidad al papel de la ciudadanía organizada en todas sus vertientes. ¿Cómo queremos que Oaxaca cambie, si todas las organizaciones sociales, gremiales o políticas, deciden continuar instalados en la política del chantaje, la dádiva o la coacción? ¿Cómo querer que ahora las formas políticas sean distintas, si en el ámbito partidista únicamente habrían intercambiado papeles los partidos que representan hoy y ayer al oficialismo y la oposición?
Los ciudadanos comunes y organizados debemos comprender que todo cambio debe ser integral, y que por tanto nadie se puede hacer ajeno a él. Deberíamos organizarnos para exigir de mejor modo, para tener una participación más seria y activa en los asuntos públicos; para proponer y exigir al gobierno que cumpla lo que promete. Y sobre todo, para ser sus más feroces vigilantes de los procesos a través de los cuales se hace el gobierno, se manejan las finanzas y se dispone de los recursos.
CIUDADANOS DESENTENDIDOS
Deberíamos comenzar a no estar satisfechos, pero manifestar esa insatisfacción en cuestiones productivas y positivas. No se trata de desilusión o desánimo, sino de poder tener la posibilidad de siempre poder exigir (y exigirnos) mejores resultados. De lo contrario, todo proyecto de cambio será un simple desbalanceo. Y estará encaminado al fracaso.