Tránsito del Estado: Dirección, a subasta

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+ Pondrán “a Iglesia en manos de Lutero”

 

Entre los integrantes de las corporaciones policiacas que dependen de la Secretaría de Seguridad Pública Estatal, comenzó a circular como un documento interno la convocatoria para seleccionar al próximo Director de Tránsito del Estado. Esta decisión, además de riesgosa, pone en claro la contradicción entre lo que dijeron al iniciar la administración y lo que hacen ahora, y el descuido que tienen los mandos policiacos estatales de una instancia tan importante como esa.

A grandes rasgos, la convocatoria referida establece, limitativamente, que sólo podrán competir por el cargo de Director de Tránsito del Estado, aquellos elementos pertenecientes a las corporaciones de la Secretaría de Seguridad Pública, que demuestren tener estudios de nivel medio superior, y que reúnan ciertas condiciones y exámenes de probidad y proximidad social, además de conocimiento de la labor que tiene encomendada realizar esa corporación.

Aunque de entrada esta pareciera ser una convocatoria democrática, incluyente, y que podría tomar en cuenta la experiencia de los mismos elementos, en realidad puede ser también un problema de alto riesgo para la ciudadanía.

Si el mismo secretario de Seguridad Pública, Marco Tulio López Escamilla, llegó hace apenas unos meses a Oaxaca preocupado porque las corporaciones estatales no están certificadas, porque tampoco han pasado todos los elementos por el proceso de control de confianza, y porque no hubo depuración de posibles malos elementos, no parece tener una explicación lógica el hecho de que hoy pretendan entregar la dirección de una corporación a elementos que no son del todo confiables, y que apenas si pueden demostrar preparación académica de nivel medio superior —es decir, preparatoria o bachillerato.

Pero además, si existe una corporación policiaca estatal que despierta dudas e recelo entre la ciudadanía, sin duda esa es Tránsito del Estado. Son viejas, y abominables, las historias de cómo ahí se ha anidado la corrupción; de cómo desde los mismos mandos policiacos se fomentaron prácticas “culturales” como la de la “mordida”, la renta de delegaciones regionales, el pago de cuotas semanales, y el establecimiento de tarifas para el uso de patrullas, motocicletas, o para la designación de zonas de la ciudad en las que es alta la incidencia de imposición de infracciones, o el cobro de “ayudas” para no sancionar a los automovilistas.

Si bien es cierto que mucho de todo esto fue generado por los mandos policiacos (directores, subdirectores, delegados regionales, etcétera), lo cierto es que lo que se creó fue una auténtica red de colaboración para la corrupción, en la que también los agentes fueron parte, y fungieron —o han fungido— como el eslabón ejecutor de esas conocidas cadenas de corrupción.

Por esa razón, ante la falta de mecanismos de control y de candados para evitar la corrupción, y ante la ausencia de instrumentos de certificación de confianza, y de una auténtica depuración interna entre los agentes, los mandos policiacos han cambiado —y ha habido ahí todo tipo de personajes, desde los que escalaron toda la cadena de subordinación hasta llegar a la dirección, hasta los que llegaron ahí por casualidad o por decisión arbitraria del Gobernador del Estado— pero las prácticas y la corrupción han seguido siendo exactamente las mismas.

(DES)CONFIABILIDAD

Dice la convocatoria, por ejemplo, que los aspirantes al cargo de Director de Tránsito del Estado, deben demostrar que tienen proximidad social. Es decir, que han interactuado favorablemente con la sociedad, y que ésta tiene posibilidad de reconocerlos como autoridad y como garante del orden en la labor que desempeñan.

¿Existe posibilidad de demostrar esa proximidad social? Tal parece que no. Y es así porque la proximidad social —es decir, la interacción entre el representante de la ley y el ciudadano— únicamente puede darse en seis momentos o lugares perfectamente definidos: en la casa, en el trabajo, en la escuela, en las calles, en las carreteras o en los sitios de esparcimiento.

De entrada puede preguntarse: ¿En algún momento, antes o ahora, los agentes de tránsito han participado en labores de prevención, de orientación y concientización, que den la pauta de que, en efecto, existe esta proximidad social? Incluso, ¿cómo podría demostrarse que la ciudadanía confía o reconoce la labor de los agentes de tránsito, cuando éstos tienen una ascendencia y una historia que apunta en un sentido exactamente contrario al que se pretende?

Más bien, lo que esa convocatoria parece ser, es una peligrosa balandronada que puede poner a Tránsito del Estado en manos de los peores. No se duda que dentro de la corporación existan elementos de valía que puedan hacer un trabajo efectivo. Sin embargo, más allá de la “proximidad social”, lo primero que debió haber habido fue un proceso escrupuloso de depuración, y de establecimiento de mecanismos de control de confianza, para verdaderamente tener certeza de que quienes son parte de la corporación tienen la capacidad, el conocimiento y el sustento de honorabilidad suficiente ya no digamos para actuar como mando, sino para generar confianza con la ciudadanía en el trato directo.

Finalmente, contrario a lo que se piensa, este no debe ser un asunto ni de falsa “democracia” ni autoengaños. Las decisiones deben ser lo suficientemente firmes y sustentadas porque lo que está en juego es la seguridad de los ciudadanos. Por eso mismo, las decisiones tomadas al respecto debían abarcar muchos más aspectos que los establecidos en la convocatoria.

En todo caso, si se pretende poner a consideración la designación de un mando policiaco, debía también abrirse a la sociedad, para que ésta tuviera un mayor rango de participación y de incidencia en la decisión.

Dejar esto en el rumbo que lleva hasta ahora, no significa más que echar una moneda al aire, y dejar a que sea el azar, o la suerte, la que determine algo que debía estar regido por el principio de que en esos cargos deben estar los mejores, y los más honestos y capacitados, hombres y mujeres que requiere un estado como el nuestro. Mucho cuidado con tomar decisiones aventuradas, o equivocadas.

OFICINA OLVIDADA

Se supone que el 1 de julio debe haber Director de Tránsito del Estado. Nada menos que ocho meses después de arrancada la administración. ¿Pensarán que este asunto no urge? ¿O será que la tardanza es reflejo de lo “mucho” que les importa esa Dirección? Ambas, son preguntas.

1 COMMENT

  1. LO DE LA CONVOCATORIA PARA DESIGNAR AL NUEVO DIRECTOR DE TRANSITO SOLO FUE UN CIRCO, EN REALIDAD MARCO TULIO LOPÉZ ESCAMILLA ES PROTECTOR DE FRANCISCO ANAYA LOZANO, QUIEN SE HA DEMOSTRADO QUE ES UN CORRUPTO. SOLO FUE PARA CALMAR LOS ANIMOS EN LA CORPORACION PERO EL SEGUIRA SIENDO DIRECTOR DE TRANSITO DE ESTADO.

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