URSE: polo educativo que debe ver al futuro

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+ Abrirse a la sociedad: necesidad inaplazable

 

Dentro de unos días, la Universidad Regional del Sureste definirá su destino para los próximos tres años. Al elegir nuevo Rector, sería bueno que quienes integran su Consejo de Asociados reflexionaran sobre las necesidades de esa Casa de Estudios no sólo en la medida que lo han hecho hasta ahora: es importante que esa Universidad, como todas en Oaxaca, logre dar el salto para convertirse en un polo de interacción con todas las corrientes de pensamiento, con todos los centros educativos, y con todas las instituciones, instancias y organizaciones —civiles y gubernamentales— con las que hasta ahora no tiene relación.

La URSE, como institución privada de educación superior, tiene un origen diametralmente distinto al de todas las universidades de su tipo en Oaxaca. Ésta, a diferencia de todas las demás, emana no de un afán de lucro o de la búsqueda de un negocio por parte de un grupo de inversionistas, sino de un conflicto político que marcó el rumbo de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca a finales de los años setentas. En medio de aquel conflicto, la creación de la URSE se dio como un intento de garantizar la subsistencia educación superior, que entonces corría graves riesgos en medio del movimiento estudiantil de aquellos años.

Aunque, por el momento y las condiciones en que surgió, durante años hubo ciertos cuestionamientos hacia esa Universidad, lo cierto es que ésta ni tuvo un nacimiento inconfesable, ni se forjó a la sombra del poder —a la distancia puede verse que no había razón para ello—, y mucho menos ha entregado malas cuentas a la sociedad oaxaqueña.

Como persona jurídica, logró alcanzar la estabilidad financiera que muchas instituciones no tienen; como institución académica, ha entregado a la sociedad oaxaqueña profesionistas exitosos y comprometidos. Y como oferta educativa particular, se ha mantenido como una prestigiada isla de laicidad, independencia y accesibilidad, en medio de un mar de ofertas educativas dominadas por el elitismo, por los altos costos, o por los dogmas religiosos.

En ese sentido, queda claro que la URSE ha sabido adaptarse tanto a sus necesidades como al dinamismo de la sociedad oaxaqueña. Quienes la vieron nacer hace 34 años, seguramente no imaginaron que esa Universidad —que inició actividades en un espacio que era utilizado como bodega de cacharros del gobierno estatal, en la que cada alumno tenía que llevar la silla en la que se sentaría, y en la que los catedráticos no contaban ni siquiera con gises y pizarrones— tendría más de dos mil alumnos; que poseería dos campus universitarios, y mucho menos que contaría con instalaciones y servicios de primer nivel. Dígase lo que se diga —y pesar de los escollos y las malas decisiones, de las que no ha sido ajena esa Universidad—, hoy nadie puede negar que todo eso se logra en base a la disciplina, al orden y al sostenimiento de la calidad académica como principal oferta a la sociedad.

Sin embargo, independientemente de que se quieran o no dar por válidos todos esos argumentos, queda claro que la responsabilidad social y académica de una Universidad como la que ahora señalamos, no se termina ahí. Y por eso mismo es necesario dar los pasos siguientes para que siga siendo una institución viable y competitiva en el mediano plazo.

 

PASOS A FUTURO

Hoy, por ejemplo, la URSE cuenta con importantes acreditaciones que la avalan a nivel nacional como una institución de calidad en la educación superior. No obstante lo anterior, su grado de vinculación con la sociedad y con todo tipo de organismos civiles y gubernamentales sigue siendo un paso pendiente. Es necesario que, por eso mismo, las personas que tienen capacidad de decisión sobre esa Universidad comiencen a dejar atrás los recatos excesivos y las reservas que han tenido por más de tres décadas, y se decidan a llevar a esa Casa de Estudios a niveles que hasta ahora no han explorado. ¿De qué hablamos?

De que a la URSE, sin duda, le hace falta establecer vínculos más estrechos con una sociedad que le ha permitido tener el lugar que hoy ocupa en Oaxaca. Es decir, la URSE debe asumirse no sólo como una institución educativa más, sino que debe tomar parte activa en la colaboración social y ciudadana que tanto hace falta en nuestra sociedad.

Debe ser, por tanto, una Universidad más librepensante, más abierta a todas las opiniones, más interactiva con la sociedad, y más atenta a sus necesidades. También de ese modo se debe honrar su determinación de ser una universidad competitiva, pero accesible a las clases populares; y comenzar a ser una institución con más capacidad de vinculación frente a un universo enorme de oportunidades, que debe ser permanentemente explorado y aprovechado por quienes tienen la fortuna de ser parte del ámbito académico.

Para lograr todo eso —además de preservar e incrementar sus bonos académicos y los temas en los que se ha ocupado hasta ahora—, los cambios siempre son oportunidades. Hoy, por eso, en la competencia por la rectoría de la Universidad que libran el director de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Alejandro Reyes Sánchez, y el actual rector interino, Benjamín Smith Arango, debe comenzar a permear ese sentido de apertura, de cambio y de renovación, que tanta falta le hace a esa Casa de Estudios.

El primero de ellos, es un académico de gran experiencia en las labores docentes, fundador de la Universidad, que ofrece un atractivo proyecto de trabajo encaminado justamente a generar las condiciones para una Universidad de futuro, más abierta y vinculada con una sociedad que exige más compromiso de sus instituciones educativas; y de acuerdo a su desempeño, el segundo representa el proyecto de continuidad del largo rectorado que encabezó el hoy extinto doctor Joaquín Cabrera Juárez.

Ojalá que los integrantes del Consejo de Asociados tomen la mejor decisión. Ojalá que lo hagan pensando no sólo en el momento actual, sino en lo que esperan a mediano y largo plazo de la importante institución que hasta ahora han logrado construir.

 

MALA INFORMACIÓN

Los empleados de base del Gobierno estatal, que dependen de la Secretaría de Seguridad Pública, están aprovechando cualquier pretexto para “subirlo” a su lucha interna por la dirigencia sindical. El problema es que, aunque no existe controversia, la SSPE no logra articular una explicación que desactive las protestas. La ley no obliga a nadie. Pero, al menos en este caso, el pez por la boca está muriendo. Abundaremos.

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