+ Discusión sorda y actores mudos: sólo eso tenemos
La decisión tomada en estos dos últimos días por el pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, respecto a las llamadas “leyes antiabortos”, tiene alcances que quizá la mayoría de las personas aún no alcanzamos a comprender.
Y si en gran parte del país es así, lo es mucho más en un estado como el nuestro, que tiene una sociedad esencialmente conservadora, pero que al mismo tiempo es gobernada por fuerzas políticas que predominantemente se dicen liberales, pero que callan, y se hacen los desentendidos, frente al avance constitucional de los dogmas y las expresiones renovadas del conservadurismo.
El asunto no es menor. Aunque pareciera que Oaxaca es una entidad ajena a la discusión que ahora mismo inunda de nuevo a la escena nacional por las resoluciones jurisdiccionales respecto al aborto, lo cierto es que, al únicamente tomar en cuenta la forma en cómo aquí fue establecida una disposición constitucional “antiaborto”, lo que debiera estar ocurriendo es un debate amplio, aquí en nuestro entorno doméstico, no sólo respecto a las posturas a favor o en contra de esa medida, sino a todo el universo de temas colaterales que trae aparejada esa disposición, respecto de las cuales nadie se hace responsable.
¿De qué hablamos? De que, en un primer momento, todos se hacen ajenos al asunto. El grupo anteriormente gobernante guarda silencio para que nadie les cuestione su actuación; los actuales, como saben que es un tema polémico que no les conviene abordar (porque respetan aquellos cánones de lo “políticamente correcto”), también se hacen a un lado. Y hasta las organizaciones civiles que debieran pro derechos humanos y de la mujer, estar abonando a ese debate, también están callados.
Todos callan, es cierto, aunque las implicaciones no son menores. Porque el establecimiento de la norma, y su falta de discusión y reconocimiento de los alcances que ésta tiene, deja sin respuesta una serie de preguntas que sin duda son vigentes, y que debieran hacerse también, todos aquellos que, sin ningún reparo, se dicen a favor o en contra de una medida (el aborto) que puede o no estar avalada por el Estado.
En este sentido, el jurista mexicano, y juez de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, Sergio García Ramírez, señala lo siguiente: “Al estudiar el suicidio y la eutanasia nos preguntamos si es plausible imponer la vida a quien no la desea, e incluso la padece: es decir, si la vida misma es, además de un derecho, un deber inexorable. En el caso del aborto debemos reorientar la pregunta e indagar si es adecuado imponer a la mujer la vida de otra persona, más allá de sus deseos, o incluso a pesar de la violencia ilegítima.
“¿Existe un deber de maternidad, incluso en condiciones adversas, no queridas por la mujer o sufridas por ella, que implican la primera imposición y acarrearán, quizás, la segunda? ¿Tiene la mujer libre disposición de su cuerpo, o esa libertad se halla sujeta a determinadas contingencias y a ciertas normas que subordinan su voluntad y deciden, al subordinarla, todo su futuro? ¿Qué hacer frente a la decisión de la mujer de interrumpir el embarazo: poner a su disposición los medios para que lo haga con el menor riesgo posible para su salud, o negarle esta posibilidad y abrir la puerta a procedimientos clandestinos, engañosos, insalubres, torpemente ejecutados, que entrañan violación de la ley o acarrean notorios peligros para las mujeres encinta, sobre todo las que carecen de recursos —que son la inmensa mayoría— para obtener atención médica calificada, en su propio país o fuera de él?”
Un debate amplio con este contenido debió haber ocurrido en Oaxaca —e incluso debiera estar ocurriendo ahora mismo—. El problema es que todos han decidido levantar los hombros y asumir el tema como extraño a nuestro entorno, cuando no es así.
PROBLEMA MORAL…
Y DE SALUD PÚBLICA
El gran problema que prevalece en nuestra sociedad es que, independientemente de que sea o no una actitud deliberada, tendemos a confundir los alcances de una norma jurídica con las discusiones morales o de conciencia. Y es que, como lo dice el propio doctor García Ramírez en su texto “Una reflexión jurídica acerca de la muerte”, lo que está en litigio no es si el aborto es bueno o malo moralmente, sino si debe o no ser penalizado por el poder estatal.
Sobre ese aspecto en particular, nadie se hace responsable. Porque todos (defensores de la vida, y personas o grupos a favor del derecho de las mujeres a decidir sobre su maternidad) centran la discusión en los aspectos positivos o negativos de la medida, pero poco se preocupan por ver las consecuencias que tienen esos dos polos que se encuentran en constante choque.
El problema es que, al menos en Oaxaca, una minoría ya decidió —y lo hizo a favor de atajar una posible ley “pro aborto”, a partir del establecimiento de un candado constitucional que protege la vida desde el momento de la concepción—, sin haber satisfecho la necesidad establecer los medios y las herramientas jurídicas para garantizar que ese derecho a la vida fuese pleno, y ni siquiera haber establecido con precisión las posturas morales o de conciencia que los actores públicos —por el alcance colectivo de sus decisiones— debieran manifestar de cara a la sociedad.
Así, en el primero de los aspectos, en Oaxaca se legisló “a favor de la vida”, pero los grupos que respaldaron esa decisión “olvidaron” establecer los mecanismos para hacer de la vida protegida, un derecho pleno. Porque independientemente de lo que se diga, queda claro que aquí ningún individuo tiene garantizada la posibilidad de una vida plena, de un desarrollo decoroso, e incluso ni siquiera de un nacimiento en las condiciones mínimas de atención médica y seguridad que se requieren.
¿NADIE ES RESPONSABLE?
Aferrarse al derecho a la vida sólo declarativamente, no es más que demagogia. ¿Qué medidas tomó el anterior gobierno, y el actual, para garantizar los derechos mínimos a todos esos niños abandonados o no deseados que, aún con su derecho a la vida plenamente salvaguardados, de todos modos se encuentran en una situación de desventaja? ¿Qué han hecho por el DIF, y por los pocos organismos civiles y oficiales, que se encargan de esas labores? ¿Qué importa, finalmente, si estamos a favor o en contra del aborto, si de todos modos no existe ni siquiera el reconocimiento de que la vida trae aparejados muchos más derechos que al menos aquí no existen? Ante todo esto, los actores públicos sólo callan.
Y para no engañarnos ni engañar a otros tenemos la guia suprema que es el Evangelio de Jesús, esa es la Verdad, el Camino, la Luz y la Vida; quien acude al Maestro y Señor Jesús para ser guiados por El, no fallan.
Para no engañarnos ni engañar a otros, tenemos la guia suprema que es el Evangelio de Jesús, ese es la Verdad, el Camino, la Luz y la Vida; quien acude con fe, con humildad, con caridad y con confianza, al Maestro y Señor Jesús para ser guiados por El, no fallan. La sobebia, el odio y la equivocación, los encontramos en el rechazo a Jesús (Dios y hombre) y a Dios (Padre y Espíritu Santo), a ejemplo de Satán, el soberbio engañador, que rechazó a Dios y después a Jesús. “Amor y paz en Dios a todos.”.