Gobierno de coalición: ¿meta inalcanzable?

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+ Lucha electoral venció a lucha democrática

 

Ayer, un grupo de personajes de la vida política e intelectual del país, publicaron un desplegado en el que manifiestan su disposición para formar una coalición de gobierno, basada en reglas claras y un programa específico que, desde sus respectivas responsabilidades, sería compartido por todos los firmantes del acuerdo. ¿Por qué esta propuesta se parece más a una especie de “llamado desesperado”, que a un posible “paso natural” que estuviera dando nuestra democracia?

El contenido del llamado hecho ayer, mediante una publicación en los principales diarios de la capital del país, parece concordante con la realidad nacional. En él, aseguran tener el objetivo común de “consolidar la democracia constitucional en México para dar respuestas a las exigencias de justicia, equidad, desarrollo y seguridad”, y sostienen que “en una democracia las ideas políticas nos hacen diferentes pero no nos hacen enemigos (…) Hemos construido el pluralismo democrático en el Congreso pero no en el gobierno. Debemos dar los pasos que faltan para superar esta contradicción y consolidar nuestra democracia constitucional. El ejercicio del poder en la pluralidad implica la cooperación de las fuerzas políticas.”

De ahí que sostengan el deseo de contar con “un sistema político que haga compatibles las diferencias propias de una democracia y las conductas cooperativas propias de una república. El programa de gobierno debe contar con apoyo mayoritario de los representantes de la Nación. Si ningún partido dispone de mayoría en la presidencia y en el Congreso, se requiere una coalición de gobierno basada en un acuerdo programático explícito, responsable y controlable, cuya ejecución sea compartida por quienes lo suscriban.” ¿Será esto posible en una democracia como la nuestra?

De entrada, queda clara la necesidad imperiosa que tiene el Estado mexicano de llegar a un estado distinto al de la inmovilidad que ahora prevalece. En los últimos 11 años, México ha transitado exitosamente por el camino de la alternancia y la pluralidad política, pero ha tenido pésimos resultados en la construcción de acuerdos y de decisiones consensadas.

La mejor prueba se encuentra en el hecho de que, hoy, todos los personajes, grupos, facciones y partidos políticos, tienen plena posibilidad de luchar por el poder, y desde el poder; pero que el resultado de esa lucha permanente, no necesariamente significa un mejor gobierno para los ciudadanos, y tampoco un mejor panorama para quienes ejercen el poder, y quienes se aparecen como representantes de las fuerzas de oposición.

Por eso, e independientemente de ese llamado, es evidente que más allá de los pragmatismos, lo que la clase política mexicana necesita es explorar nuevas formas de ejercer el poder, pero que éstas sean distintas a la suerte de canibalismo e inmovilismo que hasta ahora ha resultado. Aunque hasta hoy el resultado no es del todo malo, es evidente que éste sí tiene muchos puntos cuestionables que deben ser enmendados en el futuro cercano, si es que los gobiernos siguientes pretenden garantizar la estabilidad y el futuro a sus ciudadanos.

 

¿DEMOCRACIA VS DEMOCRACIA?

En ese sentido, pareciera que la lucha electoral le va ganando, por amplia ventaja, a la lucha democrática. ¿De qué hablamos? De que hoy la competencia por el poder es más intensa y permanente que nunca, pero que eso no ha redundado en mejores condiciones, ni en la construcción de acuerdos efectivos, a favor del país. Y eso, aquí y en China, es altamente preocupante.

De ese punto parece partir la disposición manifiesta de esos personajes de la vida pública del país, por estimular la construcción ya no sólo de acuerdos, sino de un programa conjunto, que contenga la posibilidad de abordar algunos de los temas más importantes para el país, pero que en esa posibilidad de discusión se encuentre también la probabilidad de aprobación y ejecución.

Y es que aunque ya es un lugar común aquello de la “falta de consensos”, de la “parálisis que vive el país”, lo cierto es que las condiciones adversas que hoy prevalecen no son culpa sólo del PAN, sólo del PRI o sólo de las fuerzas de izquierda. El gran problema de nuestra democracia, es que la lucha electoral ha cegado recurrentemente a los actores y fuerzas que también debían velar por el bienestar de la democracia y la gobernabilidad, pero que en aras de la lucha electoral, dejan de lado toda posibilidad de alcanzar acuerdos a favor del país, y no sólo de sus intereses o conveniencias particulares.

Por eso, independientemente de que sea a través de un gobierno de coalición, o del establecimiento de intereses, temas y programas comunes para ser consolidados independientemente de que un partido o grupo gane la mayoría en el Congreso y al mismo tiempo la Presidencia de la República, lo que en México necesitan ser exploradas son alternativas a esa falta de acuerdos que hoy ahoga las decisiones más importantes que aún no se han tomado.

Queda claro que el país, y las fuerzas políticas, no pueden seguir teniendo el rumbo que actualmente llevan. Es claro que más allá de las posiciones partidistas, lo que se debe solucionar es la falta de acuerdos y de compromisos claros por parte de las fuerzas políticas. En el mejor de los casos, debiera haber un gran consenso sobre ciertos temas, para ser impulsados independientemente de los vaivenes políticos del momento, o del hecho de que todo se siga determinando en función de quién gana y de quién pierde el poder.

Los ciudadanos debemos saber para qué quiere nuestro voto, cada partido o candidato que se presente en 2012. Todos debemos exigirles, a cada uno de ellos, compromiso democrático, programas firmes, y una actividad de verdad verificable. Del mismo modo, debíamos desterrar el “cheque en blanco” que hoy le damos, en cada elección, a nuestra clase política. El poder público ya no debe seguir estando tan lejos del bien común. Por eso es importante explorar todas las figuras posibles, con tal de que algo pueda significar un compromiso más firme, de la clase política y la sociedad, a favor del país.

 

LA “MESA” DE IXCOTEL

Qué descubrimiento el hecho por el Gobierno del Estado, de la existencia de la llamada “mesa directiva” en el reclusorio de Ixcotel. Esa “organización interna” del Penal, es viejísima. Sólo que las actuales autoridades no la habían querido reconocer, y menos desmantelar. ¿Lo habrán hecho con el cateo de ayer? Abundaremos.

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