México: país de una política contradictoria

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+ Democracia vs realidad: la entendemos mal

¿Se puede tomar en serio un partido, o un grupo político, e incluso un país, en el que se toman decisiones que son simultáneamente contradictorias? ¿Se puede creer aquella idea de que una nación es democrática, cuando se establece una sobrerregulación y al mismo tiempo todos los actores institucionales actúan como candidatos, jefes políticos o líderes morales de sus facciones partidistas? ¿Podemos creer que somos una democracia, cuando la realidad nos indica que somos mucho menos que eso? Algo así ocurre, a pesar de nuestro avance democrático aparente, aquí en nuestro país en estos mismos días.
Y es que, en efecto, aludiendo a la popular frase de un comediante mexicano, en este país “como se dice una cosa, se dice otra”. Veamos si no. Porque el ejemplo actual de todo se llama Partido Acción Nacional, y en lo específico, está demostrando su proclividad a la contradicción a partir de dos de las decisiones más importantes que ha tomado de cara al proceso electoral del presente año.
Mientras en la contienda presidencial, dicho partido está aferrado a seguir el dictado presidencial y a no permitir el reconocimiento de quien es la inminente candidata presidencial, para la jefatura de Gobierno del Distrito Federal tomó la decisión exactamente contraria. ¿No parece una contradicción que mientras a Josefina Vázquez Mota se le están intentando atajar todos los caminos para llegar a la candidatura presidencial, en la capital del país se designó, por la vieja vía del “dedazo” a Isabel Miranda de Wallace como abanderada?
El asunto no es menor, ni se trata sólo de nombres. Pues en el ámbito federal ha quedado perfectamente establecido que Josefina Vázquez Mota no sólo es la aspirante mejor posicionada para obtener la candidatura presidencial, sino que, a la luz de la contienda política, sería la única opción que tendría Acción Nacional para revertir la tendencia al desmoronamiento que actualmente lleva. No se ve otra posibilidad, más que el golpe de timón a sus políticas tradicionales, y la presentación de una apuesta fuerte, por novedosa, a la sociedad, para poder al menos ser competitivo frente a los otros dos candidatos presidenciales.
Sin embargo, queda claro que el objetivo presidencial es no dejar pasar a Vázquez Mota. En la carrera presidencial, el presidente Felipe Calderón Hinojosa no se ha dejado allanar, y tampoco ha ponderado el interés superior del partido por encima de las aspiraciones de su grupo. No. Él tiene su candidato presidencial, que se llama Ernesto Cordero Arroyo. Y hará hasta lo imposible por tratar de imponerlo como abanderado presidencial panista.
Para tratar de conseguir ese objetivo se han valido de todo. Trataron de “doblarla” a partir de la sola decisión presidencial; trataron también de desacreditarla por su condición de mujer y por una supuesta deslealtad al mandatario; intentaron relacionarla con lo peor de su partido y de la política nacional. Y hasta trataron de inducir una encuesta previa para definir si era o no la más aceptada por el panismo nacional, y a partir de eso generar el impulso que le hace falta al proyecto sucesorio presidencial.
A pesar de todo —incluso de sus propios errores y deficiencias, que no son pocos— Vázquez Mota sigue adelante. Y toda esa batalla, por una supuesta democracia que sólo se reconoce cuando es benéfica al proyecto presidencial, se enfrenta a una decisión unilateral de imponer como candidata a Miranda de Wallace.
Y es que, es cierto, Miranda es una mujer con un altísimo índice de aceptación entre los votantes. Ella podría representar también una opción ciudadana seria y consistente frente a los políticos tradicionales. E incluso habría de ser la vía buscada por muchos capitalinos en su intento por generar nuevos escenarios para su gobierno. Sí, en todo hay razón.
El problema, de hecho, no es ella, sino la democracia incongruente y contradictoria que profesa su partido. ¿Por qué a Miranda se le impuso a través de una aplanadora, mientras se quiere jugar a la democracia interna simplemente para no reconocer que Josefina Vázquez Mota es la mejor posicionada? Simple: porque mientras la primera fue propuesta del Presidente, la segunda representa el desafío a su figura y la fuerza determinante que intenta tener en el panismo. Y parafraseando otro refrán: al Presidente sí le gusta la democracia, pero sólo en la casa de su compadre.

¿CANDIDATO O PRESIDENTE?
Qué lamentable que los mexicanos no reaccionemos ante los intentos claros de avasallamiento de la democracia, a manos de los mismos actores que, desde las instituciones del Estado, debieran resguardarla. El Presidente de la República, por ejemplo, juega abiertamente como un actor electoral determinante, mientras que la democracia se deshace en intentos por resguardarla a partir de una sobrerregulación de normas electorales, que no están haciendo sino reprimir la participación de los ciudadanos y negar la posibilidad de que éstos tengan toda la información que necesitan para razonar su voto.
La realidad política es agobiante. Porque digan lo que digan, millones de mexicanos estarían dispuestos a cambiar su voto por una despensa o por una cantidad de dinero, por las difíciles condiciones económicas en que viven. Pero al mismo tiempo, quienes sí tienen posibilidad de razonar y decidir su voto, hoy no pueden ver un debate en televisión, gracias a la sobrerregulación electoral y a la indeterminación del Instituto Federal Electoral.
Y por si esto fuera poco, vemos que una banda paralela se encuentra el Presidente también buscando incidir abiertamente en la vida interna de su partido, a los gobernadores haciendo lo propio respecto a sus propios colores partidistas, y a los actores esenciales del Estado tratando de incidir en el proceso electoral para tratar de conseguir futurismos políticos personales o de los grupos que representan.

DEMOCRACIA CONTRADICTORIA
Esto no debiéramos verlo como “normal”. No es normal que el Presidente decida como jefe de partido. No son normales las abiertas contradicciones ideológicas o de práctica política en que incurren los partidos para satisfacer a sus dirigentes. No es normal que andemos por la vida prodigando la democracia pero ejerciendo y estimulando el autoritarismo que tanto daño nos hace. El problema es que todo va tan rápido que nadie se da cuenta de que esto ocurre. Y seguimos apostando por el autoritarismo y por la subsistencia de las prácticas que todos decimos detestar.

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