+ No más cheques en blanco ni diputados becados
Entendiendo que existe, o que debe existir, independencia plena entre los representantes de los poderes Ejecutivo y Legislativo, y que también debe haber autonomía entre los ámbitos estatal y federal, ello no significa que el trabajo de quienes representan a los poderes públicos de Oaxaca deba de ser aislado ni distante ni disperso. Hoy que están constatados los triunfos y las derrotas electorales, así como los nuevos equilibrios que existen entre partidos y facciones políticas locales, debe construirse una agenda común en beneficio de Oaxaca. Si ésta no existe, entonces tendremos autoridades administrativas que actúan solas, y representantes populares que ostentan el cargo como meras becas.
La experiencia propia de Oaxaca indica que independientemente de la correlación de fuerzas políticas en el poder, el trabajo coordinado siempre es a favor de la entidad. El no hacerlo, sin embargo, significa una enorme oportunidad perdida para partidos y gobernantes, y un descrédito asimismo importante para las fuerzas políticas y para las coaliciones que dicen ofrecer alternativas diferentes y mejores a las tradiciones, pero que sólo entregan resultados testimoniales.
En efecto, hoy existen experiencias de los dos tipos en Oaxaca. La primera de ellas, fue la que se dio en 2006, cuando ante las complejas condiciones particulares de la entidad, y ante el conflicto magisterial y popular, ocurrió un triunfo sin precedentes de las entonces fuerzas de oposición en Oaxaca, que ya aglutinaban al Partido de la Revolución Democrática, Partido del Trabajo y Convergencia, y que, en aquellos tiempos, ganaron nueve de las once diputaciones federales y los dos escaños en el Senado de la República.
Como su triunfo no tenía referencias, y era inesperado —hasta por los mismos ganadores—, nadie se tomó la molestia de preguntar si los nuevos diputados electos tenían agenda legislativa, si tenían también disposición de trabajar coordinadamente con el gobierno estatal, o si, en su defecto, contaban con alternativas para no reconocer a una administración entonces repudiada, pero que no por ello dejaran de hacer el trabajo legislativo y de gestión para el que fueron electos.
El resultado fue que nunca hubo trabajo a favor de nada en la entidad. Aquellos diputados ocuparon sus escaños únicamente para aprovechar la ocasión y para fustigar al gobierno de Oaxaca, pero no para verdaderamente hacer un trabajo representativo de las necesidades urgentes e importantes de la entidad, o para conseguir beneficios directos para los oaxaqueños. Su paso por el Congreso de la Unión fue únicamente de referencia, pero no hubo nunca aspectos constatables de que hubiesen hecho algo positivo por su partido, por su grupo político o por la entidad.
En el otro extremo se encuentra la curiosa situación de los diputados federales de la legislatura saliente. Éstos, a pesar de contar con una bancada estatal fuerte y avasallante perteneciente al Partido Revolucionario Institucional, no regatearon al gobierno estatal la posibilidad de trabajar juntos en la construcción de mejores presupuestos y condiciones económicas para la entidad.
A pesar de ser de partidos políticos distintos, hubo siempre interés, o hasta conveniencia mutua por un trabajo conjunto —aunque, ciertamente, sin una agenda específica, y sin coordinación real más que para los temas presupuestales y prioritarios para la entidad. De todo esto, al final, se puede desprender que si aún no habiendo agenda común hubo buenos resultados, los beneficios habidos para Oaxaca de haber un trabajo verdaderamente ordenado, habrían sido mucho mayores a lo conseguido.
El problema es que, hasta hoy, no existe referencia alguna de coordinación entre partidos y entre ámbitos de poder; y tampoco existe una visión clara de quien detenta el poder en Oaxaca (el Gobernador del Estado) en el sentido de asumir su papel preponderante para convocar a todos los ganadores de las pasadas elecciones, a construir una ruta clara de trabajo, y un conjunto de compromisos a favor no sólo de ellos o de sus intereses partidarios, sino de la entidad.
AGENDA POR OAXACA
Nuestra entidad tiene un conjunto de asuntos importantísimos más allá del presupuesto. Se entiende que hasta ahora, gobierno estatal y diputados federales hayan trabajado juntos en la construcción de mejores gastos autorizados por la federación a la entidad, porque finalmente de eso obtienen todos beneficios tanto para sus partidos, como para las comunidades que representan, e incluso para ellos mismos. Sin embargo, este debiera ser el momento de ver más allá y de asumir responsabilidades superiores a las que hasta ahora se han asumido.
Por ejemplo, debiera ser prioridad de toda la próxima Legislatura federal que representa a Oaxaca, la defensa efectiva, política, del territorio oaxaqueño de Los Chimalapas, que fue despojado por la entidad vecina de Chiapas. Ese asunto no ha tenido un buen escenario a favor de nuestro estado no porque no le asista la razón, o sólo porque tengan una defensa jurídica desastrosa, sino sobre todo porque en la Federación nadie se ha querido hacer responsable de la necesidad urgente de una defensa articulada y fuerte a favor de la entidad, por parte de todos aquellos que representan a Oaxaca ante los poderes federales.
Hay, aparte de eso, todo un conjunto de temas que debiera ser motivo de un trabajo coordinado, permanente y hasta temático entre los diputados federales y senadores, y el gobierno de Oaxaca. Esta posible coordinación y relación no tendría por qué significar una visión injerencista entre poderes y ámbitos de gobierno, sino más bien debiera ser vista como el aprovechamiento de todos los espacios que tiene la entidad ante los poderes públicos.
CHEQUE EN BLANCO
No hacerlo así significaría darle, de nuevo, un cheque en blanco a nuestros diputados y senadores, para que únicamente se den la dulce vida en la capital del país, para que tengan un salario de privilegio, y para que tengan canonjías prohibidas para la mayoría de los ciudadanos. Su curul o escaño debe ser sinónimo de compromiso y no de privilegio. El problema es que hasta hoy, nadie parece tener una visión de conjunto ni de las necesidades de fondo que tiene nuestra entidad, y que podrían ser atendidas —o cuando menos encauzadas— sin ningún problema desde el Congreso de la Unión. Qué lamentable que no sea así.