+ Sitio Oficial, transparencia no es su fuerte
Es cada vez más evidente que la fragmentación de funciones y temas entre las distintas facciones que conforman el grupo gobernante, está a punto del fracaso. Hoy, a pesar de algunos esfuerzos genuinos, los más importantes problemas de gobernabilidad y orden en la entidad continúan latentes debido no a que éstos sean irresolubles, sino a que parece imposible homogenizar y ordenar al equipo de trabajo que acompaña al Gobernador del Estado. Mientras eso continúe, seguiremos viendo tumbos y conflictos que bien podrían evitarse.
En efecto, la actual administración lleva alrededor de 20 meses de gestión, que hoy alcanzan a rebasar la curva natural de aprendizaje de todo gobierno, y que incluso debiera constituir ya un punto importante de perfeccionamiento de las tareas públicas que les fueron encomendadas. Sin embargo, lejos de eso, lo que se ha visto es a un gobierno que no alcanza a tener la eficacia esperada, debido a que el Gobernante no cuenta con todo el apoyo de sus funcionarios —como debiera ser natural—, debido a que, en general, éstos se han dedicado más a cuidar sus parcelas de poder, y a tratar de incrementarlas, que a verdaderamente estar dispuestos a pagar el costo de hacer gobierno. El problema es que todos quieren ganar, pero al mismo tiempo nadie está dispuesto a sacrificar algo de sus capitales en aras de un mejor gobierno.
Este asunto genera una disyuntiva. Todo aquel que sabe cómo funciona la tarea de gobierno, sabe que para tener resultados hay primero que arriesgar la legitimidad y el radio de acción que se tiene al alcanzar el poder. En ese sentido, el bono democrático que tiene el actual grupo gobernante, es un cheque político inmejorable que, sin embargo, para pasar de la sola rentabilidad electoral a la eficacia ejecutiva, necesita ser puesto a funcionar a través de decisiones firmes y coordinadas, y de la toma de riesgos en conjunto.
Eso es lo que, hasta ahora, casi nadie ha querido asumir dentro del Gobierno del Estado. ¿Por qué? Porque hoy, contra toda lógica, todos dicen estar dispuestos a ser parte de este “histórico momento” político por el que atraviesa la entidad —y por ende todos pretenden subirse al “carro” de la alternancia de partidos en el poder, y de las supuestas respuestas que ese cambio debe traerle a la gente—; pero al mismo tiempo, todos se dedican a cuidar solamente el espacio que tienen, y a torpedear a sus compañeros de gobierno para tratar de desbancarlos no por ineficientes, sino para tomar ellos los lugares que queden vacíos.
Esa ha sido, en gran medida, la lógica del sinsentido que ha prevalecido entre los integrantes del gabinete de gobierno. Todos, sin excepción, han buscado la oportunidad de encabezar a los tres grupos que, por decir lo menos, existen dentro de la administración estatal. Todos, sin excepción, han buscado entorpecer el trabajo de quienes no son parte de sus respectivas facciones. Y más de uno ha tratado de provocar un ánimo de “purga” en el Gobernante, para que éste tome decisiones y homogenice el gabinete de gobierno, pero sólo a favor de uno de los grupos.
Es evidente que algo así difícilmente ocurrirá en estos momentos. Aunque administrativa y ejecutivamente es claramente inoperante, hoy no existe una alternativa clara a la necesidad que tiene el gobernador Gabino Cué Monteagudo de mantener los equilibrios no sólo en sus funcionarios (que de hecho son lo de menos), sino en los grupos, facciones y hasta partidos que cada uno representa.
Esto porque, si en las condiciones actuales (en los que existe una coalición que tiene mayoría en el Congreso, y que facilita la toma de muchas de las decisiones relacionadas con el proyecto político de la administración estatal) la gobernabilidad y la relación del Gobernante con sus aliados es compleja y a veces hasta tirante, esa convivencia sería mucho más compleja (quizá hasta imposible) si se pulverizara la coalición de partidos en el Congreso y en el gobierno, y entonces el Gobernador tuviese que acordar y consensar no sólo con sus opositores “reales” del PRI, sino que debiera entablar sendas negociaciones con cada uno de los partidos políticos para conseguir su anuencia para ciertas decisiones.
TODOS CONTRA TODOS
El problema es que, como todos los integrantes del gabinete pertenecen a alguna de esas facciones, y que el Gobernador tiene muy pocos aliados incondicionales —y que de esos, sólo unos cuantos se encuentran en alguna posición oficial importante—, entonces el resultado es que, finalmente, cada quien cuida el espacio en el que se encuentra (y el poder que acumula), dejando en segundo plano la visión global de gobierno que debía haber para estar dispuestos en sacrificar algo de lo propio (legitimidad, capital político, espacios de poder y hasta prebendas y manejo de recursos) en aras de que a todo el régimen le fuera mejor.
A partir de eso puede entenderse con toda claridad el fracaso de “llamados a la rectificación” como los que ha intentado hacer el secretario General de Gobierno, Jesús Martínez Álvarez. Éste no se equivoca cuando dice que el gobierno tiene fallas y que debe ser ajustado cuanto antes por el Gobernador del Estado. No miente, y sin embargo lo único que han provocado sus llamados es incrementar el nivel de encono que todos tienen en su contra.
Y eso sería intrascendente si todos fueran sólo miembros de una familia o integrantes de una empresa. El problema es que todos son parte de un gobierno, y que, de entrada, todos los adversarios que ha acumulado el Secretario General de Gobierno, lo hacen pagar dejando sueltos los problemas de la gobernabilidad que, finalmente, terminan no sólo afectándolo a él, sino provocando daños incalculables (y en algunos casos, irreparables) a todos los oaxaqueños.
Lo más grave es que no está cerca un cambio sustancial. En el fondo, Martínez Álvarez quisiera esa limpia en el gabinete, pero sólo para que esas posiciones fueran entregadas a su grupo. Eso mismo quieren todos. Por tanto, la limpia no ocurrirá. El problema es que Oaxaca paga las consecuencias de la manutención de ese caro equilibrio que permite el atropellado tránsito del gobierno actual.
¿Y LA TRANSPARENCIA?
¿Alguien se ha tomado la tarea de revisar el portal de transparencia del Gobierno del Estado de Oaxaca? Ese, que debiera ser uno de los rostros más presentables de un gobierno democrático, es en realidad un pequeño gran desastre. ¿Quién es el responsable? Abundaremos.