México: ¿por qué somos tan proclives a no arreglar los problemas nacionales?

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+ Formato de la toma de protesta no soluciona nada

 

Quién sabe por qué los mexicanos tenemos cierta proclividad por la evasión de los problemas, antes que generar soluciones de fondo. Un ejemplo de eso se encuentra en la reforma política que esta semana fue declarada como válida en la Constitución General de República, en la que se modifican los supuestos en los que el Presidente Entrante puede rendir la protesta que marca la misma Carta Constitucional. La modificación bordea el problema, no lo resuelve.

¿Qué contiene esta reforma constitucional? Contiene parte de los puntos que propuso el propio presidente Felipe Calderón hace dos años, cuando propuso la inclusión de la iniciativa ciudadana, las candidaturas independientes, la iniciativa preferente del Presidente de la República, y otros mecanismos para hacer una democracia más efectiva.

Además, tal y como quedó la reforma también se estableció que habrá un mes más para el plazo de revisión a la Cuenta Pública anual, se estipuló la ratificación por parte del Senado de los integrantes de los órganos reguladores del Estado en materia de Telecomunicaciones, Energía y Competencia Económica, se establecen mecanismos de sucesión en caso de ausencia absoluta del titular del Poder Ejecutivo Federal y, lo que nos interesa en este momento, se establecen alternativas para la toma de protesta del Presidente de la República, ante los representantes de las Cámaras Federales e incluso ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

En este sentido, las modificaciones al artículo 87 de la Constitución incluyen la posibilidad de que el presidente electo tome protesta en cualquier lugar si no puede hacerlo en el Congreso de la Unión, sólo se requeriría la presencia de la Mesa Directiva de las Cámaras del Congreso o, en su defecto, ante el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

“Si por cualquier circunstancia el presidente no pudiere rendir la protesta (…) lo hará de inmediato ante las Mesas Directivas de las Cámaras del Congreso de la Unión (…) En caso de que el presidente no pudiere rendir la protesta ante el Congreso de la Unión, ante la Comisión Permanente o ante las Mesas Directivas de las Cámaras del Congreso de la Unión lo hará de inmediato ante el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación”, versan los dos párrafos que se añadieron al artículo 87 de Carta Magna. Sin embargo, no se dan indicaciones sobre el lugar de la toma de protesta, por lo que ésta podría realizarse en cualquier otro lugar físico, sólo con el requisito de que estén presentes quienes se mencionan en el texto.

En un primer momento, esta parece ser una solución irremediable para un escenario indeseable como el que vivimos los mexicanos en 2006, cuando los partidos de izquierda trataron de impedir que el presidente Felipe Calderón Hinojosa rindiera protesta ante la Cámara de Diputados. Aunque hubo una gran polémica por la forma en que debiera ocurrir ese acto, a todos quedaba claro que para que el Presidente tuviera plenamente esa investidura constitucional, era necesaria la protesta que contempla la propia Constitución de la República.

Sin embargo, más allá de que se pudiera estar haciendo un “amarre en el dedo antes de la cortada”, lo que queda claro es que de todos modos no hay una idea clara y concreta de lo que debiera ser una solución verdaderamente de fondo para eso. El choque entre el panismo y las izquierdas en 2006 se dio no sólo por el resultado de la elección presidencial, sino sobre todo por la falta de madurez de las fuerzas políticas, que no supieron procesar un momento tan complejo como ese, y reaccionaron poniendo en riesgo la institucionalidad en aras de defender, de uno u otro lado, el triunfo de sus respectivos candidatos.

 

LA INMADUREZ NO

SE CURA CON REFORMAS

En efecto, el 2006 marcó un momento por demás complejo para nuestra nación. Ante lo apretado del resultado electoral, todos querían tener la razón y trataron de defenderla aún a costa de lo que esto pudiera costarle al país. Ante las amenazas de boicot a la toma de protesta del nuevo Presidente de la República, todos optaron por tomar sus previsiones por la línea dura, y no a través de cualquier otro arreglo. Nadie estuvo dispuesto a ceder ninguna de sus posiciones (porque lo que se disputaba era el poder presidencial). Y por esa razón todos se fueron a tratar de defender sus posiciones teniendo como espada y escudo a la institucionalidad. Eso era inaceptable. Y eso no fue resuelto.

En esta lógica, ¿alguien cree que con esa reforma se podrá remediar una nueva crisis? Evidentemente no. Lo único que hace esa reforma es ampliar las posibilidades de la toma de protesta, pero no garantiza que esta se lleve plenamente a cabo, o que sea verdadera consecuencia de un proceso democrático y tolerante en el país. De todos modos, las adversidades y las afrentas que se abrieron entre facciones y partidos hace seis años continúa latente, y los vacíos que existen en las normas procesales y sustantivas en materia electoral, continúan haciendo viable la posibilidad de denunciar un fraude. Eso no fue resuelto por la reforma. Y por eso, aún con sus modificaciones, todo (todo) puede volver a ocurrir.

Pongamos un ejemplo. Aunque hoy el movimiento de Andrés Manuel López Obrador no tiene la aceptación popular de hace seis años. Sin embargo, aún con eso, el tabasqueño sí tiene a varios miles de incondicionales que, solos, sí podrían ser capaces de poder volver a poner en jaque la posibilidad de que el nuevo presidente tome protesta en cualquiera de los supuestos que contempla la reforma política promulgada por el presidente Felipe Calderón esta semana.

Eso demuestra que de todos modos el problema de fondo no está resuelto. No lo está porque de todos modos la crisis política continúa ahí, y lo único que se hizo fue maquillar el momento de la toma de protesta, pero sin dar un cauce a los problemas en que derivan cuestiones como la de la toma de protesta.

 

¿PROBLEMA SIN SOLUCIÓN?

La falta de entendimiento político parece ser un problema sin solución, al menos en nuestro país. ¿Cómo hacer que el partido perdedor acepte su derrota, si cayendo frente a otro por 200 mil votos, o por 4 millones, de todos modos dice que hubo fraude y que por esa razón hay que poner en riesgo la institucionalidad? La amenaza del boicot a la toma de protesta hoy de nuevo cobra vigencia. Por eso el problema de todos modos no está resuelto. Y por eso, esto parece ser un amarre en el dedo antes de la cortada.

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