+ Polémica, innecesaria en estos tiempos
Anteayer, El presidente Felipe Calderón anunció que enviaría al Congreso de la Unión una Iniciativa con Proyecto de Decreto para cambiar el nombre de nuestro país de Estados Unidos Mexicanos a México. Esto desató una nueva polémica respecto al nombre oficial de nuestro país, y a la innecesaria insistencia por cambiarlo. Sería, en todo caso, más importante saber por qué nuestra nación lleva ese nombre, qué variaciones ha tenido a lo largo del tiempo, y qué circunstancias han sido determinantes para ello.
En efecto, en primer término es necesario establecer que el nombre de Estados Unidos Mexicanos proviene directamente de la Constitución Federal vigente, que precisamente tiene como nombre oficial “Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos”. Esa denominación ha sido criticada y tachada de copia del nombre del país de nuestros vecinos del norte del continente. Muchos han dado a entender que el símil es producto de una copia y de la falta de imaginación y capacidad de establecer un nombre propio para nuestra nación. Quienes dicen lo anterior, en realidad no consideran que tal nombre conlleva mucho más que una simple imitación y que eso es justamente lo que debemos conocer.
México ha tenido distintas formas de organización política, y eso se ha traducido en el nombre que ha recibido nuestra nación en distintos tiempos. Cuando recién se luchaba por la independencia, se habló de un “Imperio Mexicano”, o de una “América Mexicana”, para luego terminar concibiendo la idea de que la nuestra debía ser también una “República Mexicana”. Si distinguimos entre cada una de esas acepciones veremos que la idea de nación fue variando, junto con la forma en que se concebía la organización del poder en la nación que entonces era incipiente.
De hecho, en las Constituciones que ha tenido nuestro país se han visto reflejadas esas variaciones. El generalísimo don José María Morelos y Pavón concibió a México como la América Mexicana. Los partidarios de la formación de un imperio la concibieron como tal. Y finalmente, cuando en 1824 triunfaron los federalistas y elaboraron la primera Constitución mexicana, denominaron a la nación como Estados Unidos Mexicanos, fundamentalmente para remarcar la esencia federalista de la corriente política triunfadora, y del destino y la forma que tendría la organización política en nuestro país. Por eso, la Constitución de 1824 ya denomina de ese modo al país, y lo remarca con al menos siete menciones expresas en los 171 artículos que la componían.
Sin embargo, México no siempre fue una república federal. Apenas unos años después de promulgada la primera Constitución, la forma federal fue repudiada y entonces se emitieron nuevos documentos constitucionales de tipo centralista, en los que el poder se concentraba en el Poder Ejecutivo, desaparecían los Estados como entes libres y soberanos en lo relativo a su régimen interior, y entonces se resolvió denominar a la nación simplemente como “República mexicana”, pues la autoridad política era electa periódicamente por el pueblo, pero sin la posibilidad de reconocer a cada una de las partes del país como constitutivas de una Federación.
Esto cambiaría en 1857, cuando de nuevo triunfaron los liberales sobre el conservadurismo y reinstalaron la forma federal bajo radicales principios, que plasmaron en la nueva Constitución Federal emitida ese año. Y aunque pudiera pensarse que al regresar la forma federal y triunfar los liberales también volvió la denominación “Estados Unidos Mexicanos”, esto en realidad no fue así.
¿Por qué? Porque esa denominación tiene una clara referencia a la nación estadounidense. Y no olvidemos que entre las leyes constitucionales centralistas de la década de los 30’s del siglo XIX, y el restablecimiento de la República Federal a finales de la década de los 50’s de aquel siglo, ocurrió una terrible guerra entre las dos naciones, a partir de la cual se consumó el despojo de más de la mitad del territorio mexicano, para que Estados Unidos de América duplicara su extensión y se presentara ante el mundo como la nación ávida y expansionista que ha sido desde entonces. Quizá por eso, la radical Constitución federal de 1857 no hace referencia alguna al término “Estados Unidos Mexicanos”, y simplemente se presenta como “Constitución Política de la República Mexicana”.
ORÍGEN DEL TÉRMINO
En un artículo publicado en el periódico El País (http://bit.ly/PFpzO2), Alfredo Ávila aporta sobre el tema los datos siguientes: “El nombre de México tiene una trayectoria previa al surgimiento de la nación en el siglo XIX. Su origen es prehispánico, limitado al de las ciudades lacustres de México Tenochtitlán y México Tlatelolco. La etimología parece hacer referencia al asentamiento en medio de un lago: “Mexi” es la luna o el centro del maguey, “co” significa “en donde está”. Tras la conquista española del siglo XVI, la ciudad que sirvió de cabeza al reino de Nueva España fue llamada México, por lo que se podía usar ese nombre para todos los dominios que se gobernaban desde esa capital. Muy pronto se pueden hallar referencias al Seno Mexicano (el Golfo de México) y en 1590 el Orbis terrarum de Petrus Plancius señalaba a toda la parte norte del Nuevo Mundo como “America Mexicana”, es decir, eran regiones que dependían de la ciudad de México.
“A finales del siglo XVIII, Francisco Xavier Clavijero publicó su Storia antica del Messico, lo que contribuyó a llamar con este nombre a los dominios españoles en América del Norte, en especial en Europa y en Estados Unidos. Sin embargo, el término “mexicano” se usó durante el periodo colonial únicamente para designar a las personas que vivían en la ciudad de México o a quienes hablaban náhuatl, la “lengua mexicana”, y no para la generalidad de los habitantes de Nueva España. El vocablo “novohispano” fue inventado en el siglo XX, de modo que nunca nadie lo empleó para identificarse.
¿MÉXICO O ESTADOS UNIDOS MEXICANOS?
La verdad resulta hoy intrascendente la polémica, dado que aún cuando la segunda es la denominación oficial de nuestro país, todos llamamos simplemente “México” a nuestro país. Ambas denominaciones se encuentran en la Constitución. Y lo cierto es que el nombre oficial es hoy una evocación a un federalismo sobre el cual, además, ya no hay polémica. Ésa fue la forma política que prevaleció, y cambie o no el nombre, de todos modos la república y el federalismo persistirán con todas sus bondades y altibajos.