+ Cambios y unidad palidecen ante maniobras
Hoy en el PRI oaxaqueño, se enfrentan de manera tajante las viejas tradiciones con la necesidad de mantener una unidad endeble y cuestionada. Estando a horas de definir las candidaturas a las diputaciones locales, pueden apreciarse las consecuencias del choque entre las apariencias de unidad e inclusión que pretendieron dar, y la preservación de las viejas prácticas relacionadas con el acuerdo cupular y la imposición de candidatos. Sin una efectiva labor política y de legalidad, es imposible empatar ambas cuestiones. Por eso el PRI se enfrenta a lo que aparenta ser otra irremediable ruptura.
En efecto, por lo menos en tres ocasiones se han intentado hacer sendas “operaciones cicatriz” al interior del priismo, y las tres, según lo visto, han fracasado. La primera se hizo el año pasado, cuando enviaron como primer delegado con funciones de presidente a Jorge Esteban Sandoval, que poco pudo y quiso hacer para generar un proceso de sanación al interior del priismo. A lo más que llegó, fue a incluir a algunos cuadros marginados en el Comité Directivo Estatal, y a tratar de dialogar con todas las corrientes que se encontraban en la ruta de la confrontación. Sin embargo, al no dejarse cooptar por ninguno de los grupos éste optó por su salida en noviembre pasado.
En su relevo vino Salvador Sánchez, que tampoco hizo mucho. En realidad, éste llegó trayendo como “cascabel” a Alejandro Avilés, que no iba al PRI a realizar proceso de inclusión o de reconciliación alguno, sino a cuidar los intereses de su grupo político. El margen de acción de Sánchez fue nulo, y una vez que comprobó que lo habían traído a Oaxaca sólo a legitimar las maniobras del grupo del ex gobernador Ulises Ruiz para acaparar el mayor número posible de candidaturas, y que ni siquiera habían dejado en sus manos las decisiones más obvias y el manejo presupuestal del CDE del PRI, también optó por irse.
El tercer proceso de inclusión parecía ser el definitivo. Desde el CEN priista enviaron a Juan José Moreno Sada a encabezar los trabajos del tricolor, acompañado del ex gobernador de Puebla, Melquiades Morales, como delegado general del CEN. En apariencia, esta tercera renovación buscaba dos efectos: primero, el establecimiento de límites a las pretensiones del grupo del ex gobernador Ruiz; y segundo, la generación de un proceso de inclusión y reforzamiento de las estructuras políticas del PRI de cara a la elección de diputados que se avecina.
En esa tesitura parece entenderse, por ejemplo, que el registro de aspirantes a cargos de elección popular se haya alejado de las prácticas del pasado; aunque, de entrada, todo parece que esa aparente apertura tendrá un final desafortunado. ¿Cuál era la tradición priista? La práctica usual consistía en que los únicos aceptados a los “procesos internos” (es decir, los precandidatos) eran registrados, con la cargada, en un solo bloque de 25 aspirantes.
Eso daba la idea de que esas eran las fórmulas “oficiales”, y que todo aquel que se registrara al margen de esa práctica lo hacía o por rebeldía, o por el ejercicio de un derecho que para las decisiones priistas era inocuo, o simplemente por hacerse el aparecido, pero que en realidad todo estaba definido y el acto de registro era como un “pre-destape” de quienes luego serían candidatos.
Todo eso ocurría, claro, cuando había Gobernador priista, y cuando el orden, la disciplina y los amagos políticos al interior del PRI, se hacía desde el Palacio de Gobierno. ¿Por qué erraron en esta práctica? ¿Dónde estuvo la falla? Y, sobre todo, ¿Por qué, por un aparente error de “cálculo democrático”, tienen hoy atorada una definición que en otros tiempos habría sido una de las menos trascendentes?
SE HICIERON BOLAS
En tono triunfalista, desde diciembre el entonces delegado con funciones de Presidente del CDE (Salvador Sánchez) decía que por cada distrito electoral había por lo menos seis cartas fuertes para pelear las diputaciones, y que había igual número de cuadros priistas dispuestos a ir a buscar las presidencias municipales. Quizá por eso, para dar una imagen de fortaleza y de gran capacidad de convocatoria y de cuadros con posibilidades de triunfo, el PRI estatal abrió la posibilidad del registro a casi todo aquel que quisiera participar como precandidato. El problema es que si eso lo hicieron bien, están fallando en todo lo demás. ¿Por qué?
Porque descuidaron tanto el tema legal, como la operación política. Lo legal, en el sentido de que en estos momentos, por la sola dilación, cualquier resolución de la Comisión de Procesos Internos del PRI ya viola las disposiciones de la convocatoria. Además, en aras de privilegiar los acuerdos cupulares, terminarán negando registros a quienes sí cumplen con los requisitos. Y digan lo que digan, esas resoluciones no soportarán la revisión por parte de los tribunales jurisdiccionales, que se atiborrarán de recursos de impugnación una vez que todos los agraviados recurran a defender sus derechos.
Eso último, evidencia que la operación política ha sido también nula. Antes, la tradición imponía que el Gobernador priista dictaba la lista definitiva de candidatos, y a todos los que se habían quedado en el camino o les ofrecía una alternativa (cargo, prebenda o dinero), o una amenaza abierta, para evitar la ruptura. El problema es que hoy no hay Gobernador que ponga orden al interior del PRI. Por eso, para hacer transitar el acuerdo cupular, debieran haber procesado el orden y la disciplina con formas verdaderamente políticas de negociación de posiciones y espacios. No lo hicieron. Y por eso hoy tienen atorado el anuncio de las candidaturas.
¿Qué queda? En realidad es poco. Si nada sale del curso que lleva hasta hoy, la dirigencia de Moreno Sada quedará empañada por esta gran ruptura en varios de los distritos electorales. Él mismo, no ha tenido ganas, ni capacidad, de hacer una mejor operación política, porque según parece, su margen de intervención es también aparente. Y todo quedará reducido a la frase eterna del gatopardismo, que por más que intentan, sigue siendo pecata minuta en el PRI: “Algo debe cambiar para que todo siga igual”.
RUPTURAS
Un punto álgido está en Huajuapan, donde grupos como el de Celerino Salazar podrían generar un gran cisma ante la imposición de Baruc Alavés como candidato a diputado. Otra gran ruptura podría generarse aquí mismo en Oaxaca de Juárez. Sería una historia priista más, de quien tuvo entrada de caballo, y podría tener salida de burro.