Segego: el problema no era Martínez Álvarez; es estructural

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Primero Irma Piñeiro Arias, luego Jesús Martínez Álvarez y ahora Alfonso Gómez Sandoval Hernández lidiaron, lidian y lidiarán con una Secretaría General de Gobierno que, estructuralmente, está confeccionada para no cumplir con sus funciones. Al margen de la guerra permanente que existe entre quienes integran el gabinete de gobierno, es evidente que los mismos cambios institucionales han tenido la lógica permanente de debilitar al área de gobierno para trasladar ese poder a espacios más cómodos y en los que se pagan menos costos políticos por el ejercicio del poder. Mientras eso no cambie, todo aquel que sea Secretario de Gobierno se enfrentará a los mismos problemas, y terminará sucumbiendo por ellos.

En efecto, cuando Irma Piñeiro llegó a la Segego, lo hizo sin ningún respaldo político y, valga decirlo, sin mucha idea ni capacidad de sus funciones. Su paso por la dependencia dejó en claro que nunca fue bien vista en el gabinete, y que su gestión era sólo testimonial para cubrir el requisito de la pluralidad en la conformación del gobierno. Por eso, cuando llegó Jesús Martínez a esa Secretaría, se pensó que, siendo cercano al grupo gobernante, y teniendo experiencia en el ejercicio del poder, éste sí sería un Funcionario políticamente fuerte y con capacidad de coordinar y decidir al interior del gobierno.

Los hechos, sin embargo, pronto dejaron ver que eso no ocurriría. Martínez Álvarez sabía perfectamente que el poder no le vendría de la nada. Y como fácticamente el Jefe del Ejecutivo no le había dado la calidad suficiente para disponer dentro del gabinete, buscó hacerlo por la vía de una reforma que institucionalizara la fortaleza de la Segego. Así lo intentó cuando, en el ajuste que se hizo en diciembre de 2011 a la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo, intentó que se estableciera al Secretario de Gobierno como Jefe de Gabinete, cuestión que finalmente no prosperó.

Esa, aunque poco se toma en cuenta, fue la derrota que marcó a Martínez Álvarez como un funcionario intrascendente dentro del gabinete y dentro de los temas importantes para el Gobierno del Estado. Pues cuando se presentó el proyecto de modificación a la Ley Orgánica, por lo menos desde tres Secretarías (Finanzas, La Consejería Jurídica y la Jefatura de la Oficina de la Gubernatura) se vetó tal disposición.

Comenzó así una medición de fuerzas, en la que valieron poco los argumentos jurídicos de por qué esa figura de la jefatura de gabinete sí debía existir (y de hecho sí debe existir), y todo se redujo a intrigas, a golpes bajos, a presiones y a chantajes dentro del gabinete y hacia el propio Gobernador del Estado, y finalmente pudieron más los que se oponían a que las modificaciones a la Ley Orgánica tuvieran esa lógica, y lejos de fortalecer a la Segego, terminaron quitándole atribuciones, dependencias sectorizadas, y fuerza política a Martínez Álvarez.

Esa debilidad, en los hechos, tiene varias vertientes. La primera de ellas, es que la Secretaría de Gobierno perdió el peso del control político que tenía antes. Ni Piñeiro ni Martínez ni tampoco Gómez Sandoval podrán tener los márgenes de control que la Segego tuvo en otros tiempos, porque hoy en día el Secretario General de Gobierno es ajeno completamente a las tareas de seguridad pública, a las relacionadas con el manejo de los recursos económicos, y a los temas que tienen que ver con el uso de la fuerza.

Sin esos tres controles, y sin la certeza del peso político suficiente que sólo puede darle el Gobernador a su encargado de la política interna, la Segego se convierte en una oficina “caza chambas” —y de hecho eso es en la actualidad— que se dedica a “cachar” conflictos sociales para intervenir en ellos y tener algo de trabajo con qué entretenerse, pero sin tener funciones estructurales encaminadas generar condiciones de gobernabilidad en el mediano y largo plazo.

 

PERFIL DEL SECRETARIO

Por antonomasia, se entiende que quien ocupa una Secretaría de Gobierno es, en sí mismo, un personaje fuerte. Eso no ha funcionado en Oaxaca durante esta administración, por el hecho de que, por una errónea conceptualización de la pluralidad en la conformación del gabinete, y por las luchas internas dentro de éste para ganar posiciones o poder, no existe la verticalidad natural que debe existir entre quien detenta el poder y lo delega, y los que quedan como delegados y responsables de ejercer directamente las funciones. Aquí la horizontalidad, la ausencia de reglas claras, y la falta de institucionalidad de varios de los que integran el gabinete, han provocado crisis recurrentes que, en este caso, apuntan a un Secretario de Gobierno de perfil bajo.

Esto parece un contrasentido, que no debe imperar. Gómez Sandoval tiene la nada sencilla misión de no convertirse en ese Secretario de Gobierno de perfil bajo sólo para satisfacer a quienes erróneamente así lo exigen; y debe también encontrar la forma de fortalecerse no sólo en el ánimo del Gobernante y de quienes integran el equipo de gobierno, sino también en el ámbito de las atribuciones y la fuerza institucional que debe tener la Segego.

En este último caso, debe recuperar las herramientas que son indispensables para el control político de cualquier escenario. Es impensable, por ejemplo, que hoy el Secretario de Gobierno tenga un perfil más bajo (es decir, que sea menos escuchado, menos atendido y menos tomado en cuenta) que otros funcionarios que no debían tener intervención en el manejo político de los asuntos del Estado, pero que sí lo hacen dados los espacios vacíos que existen tanto en las atribuciones legales como en la práctica de gobierno que se ha dado en los últimos años.

Si todo eso no se entiende, Gómez Sandoval únicamente irá a la Segego a seguir padeciendo —en un círculo vicioso— los mismos problemas por los que sucumbió Piñeiro y Martínez, y a seguir tratando de hacer el trabajo que, a veces parece, muchos dentro del gabinete no quieren que se haga a favor de Oaxaca.

 

LENGUARAZ

Con todo y sus confrontaciones internas en el gobierno, Jesús Martínez duró mucho en ese cargo que dejó el sábado. Si algo le provocó problemas fue su incapacidad natural para aguantarse en público a hablar de los temas que seguramente discutió hasta el cansancio en el ámbito privado. Haber dicho, por ejemplo, que el gabinete era un “desbarajuste”, debió haberlo hecho a la par de presentar su renuncia con carácter de irrevocable. Con todo y que siempre tuvo razón, lo aguantaron mucho.

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