Problema no está resuelto: ¿dejarán que se pudra?
El gobierno de la República tomó una decisión importante el viernes cuando decidió desalojar a los profesores de la Sección 22 del SNTE del zócalo de la Ciudad de México, y ahora debe demostrar que su capacidad política es más que el solo acuerdo del Pacto por México, y que su interés de fondo es por la educación a ras de suelo, y no sólo por ver concretadas las reformas estructurales como una pose y como un triunfo político del Presidente de la República. El problema de la CNTE no está resuelto, y el gobierno ahora debe demostrar que sabe hacer política.
En efecto, el problema no sólo no se resolvió el viernes con el desalojo de maestros de la Plaza de la Constitución en la capital del país, sino que con esa acción se les dio motivos para continuar lejos de las aulas. Al gobierno del presidente Enrique Peña Nieto le interesaba mucho que el zócalo estuviera despejado el fin de semana, para poder llevar a cabo el tradicional Grito de Independencia la noche de anoche, y para que se desarrollara en condiciones normales el Desfile Militar del 16 de septiembre, particularmente en este que es un año emblemático por conmemorarse el centenario del Ejército Mexicano. Pero, ¿ya sabe el gobierno federal qué hará con los maestros una vez que pase la celebración de la independencia?
El problema de fondo, a nuestro juicio, es el siguiente: los maestros de Oaxaca cumplen hoy su quinta semana de paro. En Oaxaca, un millón 300 mil niños y jóvenes que cursan su educación básica en escuelas públicas, no han iniciado el ciclo escolar. Los mismos maestros están metidos en una espiral de radicalismo que los tiene sin laborar, sin salario, y sin muchas posibilidades de acuerdo. El movimiento magisterial fue, como siempre, tomado por los radicales que aprovecharon los recovecos de la negociación –y la urgencia del gobierno por desocupar la plancha del zócalo– para tomar el control. Es decir, que no hay clases. Y no hay claridad en qué solución se le dará al conflicto.
En este sentido, consideramos que el desalojo del viernes no sólo no fue solución al conflicto magisterial, sino que agravó las cosas y alejó la posibilidad de solución. La acción policiaca, está visto, no arregló nada frente a una dirigencia magisterial que no necesita más que unas horas para reorganizarse y regresar por lo que les quitaron. Y lo más grave es que la acción policiaca le dio razones (la gran mayoría poco válidas, aunque frente a los hechos eso ya es lo de menos) a otros grupos que sólo estaban esperando ese momento para enquistarse al movimiento magisterial e ir a protestar juntos.
Todo eso está pasando. Ayer domingo, el magisterio de la Sección 22 anunció que el miércoles irá a recuperar su plantón en la plancha del zócalo de la capital del país; pero ya no lo harán solos, sino que ahora irán junto con otros grupos como el SME, Morena, y varios más (hasta los anarcopunks) que nada tienen que ver con el conflicto magisterial, pero que ahora están regodeándose porque tienen motivos para hermanarse con una lucha, para abrir márgenes de negociación con el gobierno federal (que antes no los consideraba) y para tratar de sacar ganancias de la prolongación de este movimiento que tiene un costo social elevado, pero un costo educativo que es incalculable.
ABRIR LA POLÍTICA
Hasta ahora el gobierno federal ha hecho otras cosas, pero no política con el magisterio. Sus vías de solución han sido las siguientes: que los maestros acepten la nueva ley, porque el acuerdo de partidos políticos logró aprobarlas en las dos cámaras legislativas fueron aprobadas. Fue eso, o la solución policiaca de disolución. La Secretaría de Gobernación no ha querido ceder en las exigencias magisteriales, y tampoco ha fomentado una solución al nivel del gobierno de Oaxaca. ¿Entonces?
Podríamos pensar que lo más fácil para el gobierno federal, en estas condiciones, es dejar que el problema se traslade a Oaxaca y aquí se pudra. El problema es que en estos momentos, el tema magisterial ya no es un tema local ni regional (de Oaxaca o del sureste del país) y más bien es un tema toral perfectamente fijado en la agenda pública nacional. Hagan lo que hagan, los maestros de Oaxaca continuarán teniendo atención nacional hasta que efectivamente regresen a clases y den por terminada la actual jornada de lucha.
Hay una razón clara para ello: este conflicto se generó por la decisión del gobierno federal por las reformas en materia educativa, y la resistencia del magisterio oaxaqueño. En este escenario, el gobierno de Oaxaca quedó rebasado ante la dinámica nacional. Por eso, mientras los maestros sigan en la Ciudad de México (o incluso si regresan a Oaxaca, pero continúan con el paro de labores) y no inician el ciclo escolar, la responsabilidad de fondo será del gobierno federal, y el costo lo pagará el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, a quien se le cargará el costo de no poder resolver este problema.
Por eso, lo que pase en esta semana será determinante. La Secretaría de Gobernación debe hacer un manejo quirúrgico del asunto para diseccionar bien el problema, para separar a los elementos ajenos al tema magisterial, para negociar ya no sólo con el dirigente magisterial, Rubén Núñez (que claramente fue rebasado por los grupos radicales de la Sección 22, que reventaron el acuerdo de la entrega del zócalo, y que son quienes empujan fuerte para regresar a él el miércoles) sino para construir entendimiento con quienes justamente no quieren un arreglo.
Y sobre todo para que, al margen del tema estrictamente policiaco, este conflicto pueda ahora sí tener una solución de fondo que permita el regreso de los maestros a las aulas, y el fin de este paro que puede continuar de forma indefinida, a costa de los niños y jóvenes que no tienen clases, y también a costillas de los miles de profesores que (por recuperar sus quincenas perdidas, o realmente por convicción, o por preocupación por el daño que están provocando) ya quieren regresar a clases.
OTRO 2006
Algunos por alarmistas, otros por soñadores, pero no faltó quien todo el fin de semana se la pasó diciendo que estábamos en la antesala del 2006. Pero, de risa, no fueron más que un puñado de chavos banda (o normalistas… casi lo mismo) quienes se dedicaron a molestar a la ciudadanía. Protestantes que hacían barullo sólo en el día, porque en la noche había que ir a ver la pelea del Canelo, o a dar El Grito. Nada habrá de otro 2006. La ciudadanía, creemos, sí aprendió la lección.