Oaxaca y los signos del aislamiento magisterial

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+ 2006-2014: historia de cómo acabar con liderazgo

 

Justo en el mes de agosto de 2006, la Sección 22 del SNTE se ganó, a pulso, el liderazgo nacional de la oposición política llevada al límite de la praxis política. En ese momento, ya estallado el conflicto magisterial y popular en Oaxaca, la Sección 22 consiguió aglutinar el apoyo y respeto de todo tipo de organizaciones disidentes en el país: desde los llamados “atencos” del Estado de México, hasta de organizaciones clandestinas que, así como diversos grupos de lucha social, hicieron presencia en la capital oaxaqueña para colaborar en la crisis que intentaba derrocar al gobernador Ulises Ruiz. Hoy, sin embargo, con todo y que en México nos encontramos en el momento emocionalmente más álgido de las reformas estructurales, el magisterio oaxaqueño está más solo que nunca.

En efecto, la historia actual del magisterio bien podría llamarse “¿Cómo terminar con un liderazgo avasallante en sólo ocho años”. Esto porque hoy es evidente que la Sección 22 viene atravesando por un proceso aceleradísimo de pérdida bases sociales y de respeto entre las organizaciones disidentes del país. Dicho estatus, la 22 se lo ganó “a la buena” cuando en agosto de 2006 consiguió terminar de volcar al estado de Oaxaca —había comenzado en dos meses antes, en la coyuntura del desalojo fallido— en contra del entonces gobernador Ruiz, que era emblema político del priismo de Roberto Madrazo Pintado.

Al lograrlo, el magisterio consiguió el respaldo y colaboración unánime, de las más importantes organizaciones y fuerzas políticas disidentes al gobierno en México. Sólo a partir de ello pudo explicarse que en Oaxaca hicieran presencia prácticamente todas las organizaciones de lucha social, que en ese y otros momentos habían librado batallas menos robustas con el gobierno federal.

Asimismo llegaron a la entidad representantes de los partidos de izquierda, que entonces también estaban identificados con sectores radicales y que buscaban la forma de cobrar la afrenta de que a Andrés Manuel López Obrador le hubieran robado —en su concepción— la Presidencia de la República. Incluso, en 2006 en Oaxaca también participaron organizaciones como el EPR, que en sus propias palabras permitieron la participación de varios de sus integrantes en calidad de “luchadores sociales”.

En los años que median entre el 2006 y la actualidad, la Sección 22 del SNTE de Oaxaca se ubicó en el escenario nacional como una organización sólida y disciplinada, que era de las pocas capaces de presentar una oposición real a los intereses del gobierno en turno. La sola presencia del magisterio en Oaxaca, provocó que el presidente Felipe Calderón visitara la entidad apenas unas cuatro o cinco veces en toda su gestión. Y que desde el inicio de su mandato, el presidente Enrique Peña Nieto no haya puesto un pie en la entidad. En ambos casos, el resquemor presidencial se ha centrado en la reserva a la posibilidad de venir a agitar un avispero que no les conviene azuzar, o en provocar un problema que se puede prevenir simplemente evitando su presencia en la entidad.

Así, si la sola capacidad de movilización y firmeza del magisterio provocan esas reservas en el gobierno federal, el proceso de reformas también abría una expectativa de que el magisterio oaxaqueño tomara por lo menos una parte del liderazgo nacional en la movilización en contra de lo que ellos denominan como la entrega del país a los capitales e intereses extranjeros.

Ello sí ocurrió en un principio. De hecho, desde la administración del presidente Calderón, la Sección 22 fue una de las pocas organizaciones políticas en el país que abiertamente manifestó y prestó apoyo a los trabajadores de Luz y Fuerza del Centro, cuando esa compañía fue liquidada por un decreto presidencial. Y, de hecho, cuando se aprobó la reforma educativa (que fue la primera del paquete de reformas estructurales del presidente Peña Nieto), la 22 no sólo manifestó su oposición con movilizaciones y paros de labores masivos en Oaxaca, sino que también tomó de forma abierta el liderazgo nacional de la CNTE, demostrando que en esencia el poder controlador del magisterio disidente de Guerrero, Michoacán, Oaxaca y Chiapas, se encontraba fundamentalmente en el seno del movimiento democrático magisterial oaxaqueño.

 

MAGISTERIO, AISLADO

Frente a todas estas muestras de liderazgo nacional del magisterio como organización disidente al gobierno federal y las reformas estructurales, debemos preguntarnos: “¿Qué pasa ahora?” La pregunta no es ociosa: hoy, cuando las reformas constitucionales y legales federales son un hecho, y el magisterio oaxaqueño está dando la batalla más importante de su existencia (porque es la última gran oposición que les queda por presentar), resulta que la Sección 22 del SNTE se ve sola, aislada, sin mayor capacidad de movilización, y sin respaldo de los grupos más importantes que los apoyaron en otros tiempos.

Y es que llama la atención que a diferencia de otros tiempos, hoy no haya un solo sindicato, organización, grupo de lucha social, e incluso movimiento armado, que manifieste alguna postura, respaldo o hasta crítica al magisterio local. Parece, más bien, que el conjunto de situaciones que ocurren en el país, obligaron a bifurcar los intereses de todas esas organizaciones, y en ellas el magisterio oaxaqueño comenzó a demostrar que a diferencia de lo que afirmaba en años anteriores (que su lucha era por el país), hoy su verdadero interés se encuentra focalizado en no perder los privilegios salariales y de condiciones de trabajo, que ha ganado a base de sus años de lucha particular en Oaxaca.

La situación es clara: mientras algunos de los grandes grupos de lucha social buscan frenar la reforma energética o la entrega del petróleo a capitales extranjeros, el magisterio oaxaqueño está luchando porque se contrate a los normalistas o porque se apruebe una ley educativa local que sólo involucra sus intereses como trabajadores, y no los de toda la población.

 

S22, SE QUEDA SOLA

Pareciera, además, que ese aislamiento es también una especie de reproche por preferir su lucha particular a la lucha por el país, y por no saber mantener un liderazgo nacional en el que muchos genuinamente creían, pero que ellos se encargaron de minar con sus desviaciones ideológicas, con los titubeos de su resistencia en la lucha contra la reforma educativa (no han podido reponerse de la derrota de su plantón en la Ciudad de México), y por sus acciones de resistencia meramente testimoniales.

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