En Guerrero retumban los ecos de Oaxaca

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+ Aquí, todo negado; allá, sin temor a crisis

Ayer estalló la violencia en la capital guerrerense, y con ella se pusieron en evidencia una serie de factores que estuvieron presentes en el conflicto popular y magisterial de Oaxaca en el 2006, y que aunque aquí fueron negados, allá están siendo aceptados con toda naturalidad, como si fueran parte del Estado de Derecho, de la normalidad, o de la democracia.

En efecto, son al menos siete aristas de la realidad las que están reeditadas. Y llama la atención que a pesar del discurso sancionador y de repudio a todas las formas de violencia y de quebranto al Estado de Derecho, en Guerrero todo esté ocurriendo a plena luz del día, como si el Estado (Federación, Estados, Municipios) no hubieran aprendido ninguna de las lecciones del largo conflicto magisterial en Oaxaca. vale la pena hacer un recuento de esta situación, que en otro país sería motivo de colapso de quienes están al frente de las instituciones.

Así, bajo la premisa de que todo lo que en Oaxaca se intentó negar y disimular durante el conflicto magisterial de 2006, en Guerrero está ocurriendo como si fuera parte de la normalidad, debemos observar lo siguiente:

  1. La incapacidad del gobierno estatal para garantizar el Estado de Derecho en Guerrero. En Oaxaca, hace ocho años, el gobierno de Ulises Ruiz fue igualmente incapaz de detener la ira magisterial. Luego del desalojo, el gobierno guardó a la policía, y los maestros –acompañados de los grupos inconformes, que luego crearon la APPO- tomaron el control de la vía pública durante meses. Es exactamente lo mismo que está pasando en Guerrero, con la diferencia de que, por una conveniencia común y coyuntural del gobierno federal y local, en Oaxaca nunca se aceptó que había ingobernabilidad, mientras que en Guerrero se habla de repudio, de “debilidad institucional” y de colusión de autoridades con criminales, guerrilleros, y demás.
  2. La ausencia federal. En Oaxaca, el gobierno federal sólo intervino cuando un ciudadano norteamericano fue ultimado en una refriega entre elementos policiacos e integrantes de los grupos inconformes, pero eso fue más de cuatro meses después de que había crisis e ingobernabilidad. En Guerrero, el gobierno federal actuó enviando a las fuerzas federales a Iguala, sólo para que la comunidad internacional diera cuenta de que la federación se estaba haciendo cargo del problema. Pero los hechos de ayer, demuestran que ese control es sólo aparente, y que el gobierno federal sigue estando tan ausente del verdadero control de la crisis, como en su momento lo estuvo del manejo político y policiaco de la crisis de Oaxaca.
  3. El radicalismo magisterial desbordando en violencia, sin ningún cuestionamiento de fondo de la ciudadanía. En 2006, los maestros de la CNTE ganaron las calles después de ser desalojados. Recibieron un respaldo ciudadano masivo, que se tradujo en al menos cuatro megamarchas que contabilizaron, cada una, cientos de miles de participantes. Luego vinieron las acciones de resistencia, que también fueron apoyadas por la ciudadanía. ¿Por qué ocurrió esto? Porque a la gente le indignan los actos de represión, como en Guerrero la detención-desaparición de 43 normalistas. Por eso no es raro ver que si bien la ciudadanía no está participando activamente en los disturbios, tampoco los está condenando. Esa tendencia continuará, irremediablemente, hasta que la violencia se vuelva en contra de los ciudadanos, y entonces varíen las formas de esta lucha.

 

RELACIONES PELIGROSAS

  1. La relación guerrilla-magisterio, está a la vista. En Oaxaca siempre se negó la relación y la colaboración entre la Sección 22 y el EPR. Se negó a pesar de que la coexistencia de esos grupos era palpable durante el conflicto, en la implementaciones de acciones de ofensiva y defensiva que no eran producto de la imaginación espontánea de ciudadanos, sino del asesoramiento de personas bien entrenadas en métodos de guerrilla urbana. Curiosamente, en Oaxaca no fue la 22 quien aceptara la participación de guerrilleros en la resistencia popular, sino el propio EPR. Éste, cuando se dio la detención-desaparición de sus milicianos en Oaxaca, en mayo de 2007, aceptó públicamente que “ellos como otros de nuestros militantes participaron desde la base en el movimiento magisterial-popular de Oaxaca motivados por su conciencia de clase y alta sensibilidad humana. Ese sería el único ‘delito’ por el cual se efectuó su ilegal detención y se les impone un castigo de lesa humanidad” (Comunicado emitido por la Comandancia Militar de Zona en Hidalgo, el 12 de junio de 2007). En Guerrero, esa relación no se sospecha, sino que constituye una de las principales líneas de investigación para entender la desaparición de los normalistas.
  2. La relación guerrilla-narco. En Oaxaca hubo siempre señalamientos muy específicos de la “tolerancia” de la Sección 22 y la APPO a grupos de la delincuencia organizada en barricadas como la de Cinco Señores o Brenamiel. Y, en base a la razón contenida en el numeral anterior, se hace evidente que también existe una conexión entre grupos de la guerrilla que tienen enfrentamientos con el narco, y en medio de los cuales se encontraban los normalistas.
  3. La relación crimen organizado-Estado. En Oaxaca esa fue una de las sospechas sempiternas, que también dieron luces cuando grupos bien pertrechados, que no eran policías, integraban las Caravanas de la Muerte. Pero en Guerrero es tan clara la relación narco-Estado, que por eso el mismo gobernador Ángel Aguirre tiene un pie fuera del gobierno, y el edil de Iguala, José Luis Abarca gobernaba, a plena luz del día, de la mano del cártel Guerreros Unidos.
  4. El respaldo de fondo a un asunto que en la forma es reprobado. Sí, la ciudadanía en Oaxaca siempre respaldó al magisterio, hasta que sus métodos se volvieron contra los mismos ciudadanos. Lo mismo va a pasar en Guerrero. Ayer los normalistas quemaron oficinas públicas, y nadie reprobó nada. Pero sólo es cuestión de tiempo –y quizá sea en momentos irremediables- cuando esto ocurra.

 

COLOFÓN

La situación de Guerrero es casi tan grave como la de Oaxaca. Sólo que allá todas las variables juegan en contra de la Federación, que es la única capaz de hacer cambiar el estado de cosas. Lo alarmante es que el presidente Enrique Peña Nieto no parece encontrar el medio exacto para abordar la crisis. Y el gobernador Aguirre, ajeno a toda vergüenza, se burla en la cara de todos los mexicanos diciendo que no dejará su cargo.

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