Reviven certamen para exhibir su falta de compromiso
En memoria de mi padre, don
Ismael Humberto Ortiz Romero.
Es una lástima que la LXII Legislatura haya revivido el premio al periodismo cultural “Andrés Henestrosa”, para hacerlo terminar en otro de los desastres a los que nos tiene acostumbrados el Congreso cuando se mete a querer jugar a la responsabilidad, la equidad y la democracia. En todos los casos en los que ha tratado de hacer creer a la ciudadanía que de veras puede participar en las convocatorias que ha lanzado para diversos certámenes, lo único cierto es que el común denominador es que siempre ha terminado defraudando a todos. Y esta no fue la excepción.
En efecto, como ya lo sabemos ayer se hizo la entrega formal del citado premio a la reportera Diana Manzo, por un reportaje publicado en los diarios El Imparcial de Oaxaca, y La Jornada, en el Distrito Federal, sucesivamente. Hace tres días, un grupo de reporteros de la fuente cultural en varios medios estatales, hicieron pública su inconformidad no tanto con el fallo del premio, sino eminentemente con las condiciones que enmarcaron la organización y el otorgamiento del mismo.
La molestia de los reporteros culturales puede ubicarse en dos cuestiones: primera, en el ánimo descalificador y de menosprecio al trabajo que realizan los reporteros oaxaqueños dedicados a asuntos culturales; y segunda, en la poca seriedad y compromiso mostrados por la Comisión de Cultura de la LXII Legislatura, que encabeza el diputado Rafael Arellanes Caballero.
Sobre la primera de esas cuestiones, los reporteros firmantes sostienen que “quienes participamos en buena lid y otorgando un voto de confianza a los organizadores del premio, lo hicimos con el propósito de mostrar que sí habemos y que también han existido profesionales dedicados a informar día con día del acontecer cultural, cada vez más pujante, en la ciudad y el estado, contrario a lo que afirmó el C. Jorge Magariño, único integrante del jurado que se presentó el día indicado para dar a conocer el fallo, en el sentido de que hasta hace poco tiempo existían dos o tres reporteros culturales…”.
Frente a esa actitud, evidente, de poco conocimiento de la actividad periodística que se realiza en Oaxaca en temas de cultura, los reporteros señalan que la aseveración del integrante del jurado, expresada en el acto en que entregó el dictamen del citado premio al Congreso del Estado, revela ignorancia y menosprecio hacia quienes ejercemos el periodismo cultural en Oaxaca, por lo cual —señalan— cuestionamos la legitimidad del certamen, ya que no se puede descalificar de antemano al gremio, si en teoría se evaluó de manera responsable profesional. Tal descalificación de nuestra parte, obedece además, a que el jurado no aplicó los tres criterios con los que aseguró haber evaluado cada uno de los trabajos periodísticos participantes, a decir: recursos narrativos, factor noticioso y trascendencia social.
Así, luego de señalar la evidente inequidad que provoca el hecho de que los propios integrantes del jurado desconozcan y menosprecien la actividad periodística que se realiza en el ámbito de la cultura en Oaxaca, los reporteros señalan también la irresponsabilidad de los encargados de la organización de dicho evento en el Congreso del Estado.
En su misiva, acusaron al diputado Arellanes Caballero de haber incurrido en una “ligereza” “al tratar de aprovecharse de un certamen que buscó renovar con una convocatoria imprecisa, y con la sorpresa de revelar tras el cierre de la misma, un jurado improvisado”. Por lo tanto —rematan—, la convocatoria como sus organizadores y jurado, no contribuyen al desarrollo del periodismo cultural, porque lo que debería ser un estímulo se convierte en una burla o denostación al ejercicio del periodismo cultural en Oaxaca.
LAS PIFIAS DEL CONGRESO
Por varias razones, es muy lamentable que todo esto haya ocurrido. Primero, porque como lo dicen los reporteros inconformes, más allá de quién haya ganado el premio, lo que resulta francamente contradictorio es que este sea un motivo de inconformidad y confrontación, y no un aliciente para realizar un mejor trabajo periodístico en un rubro tan prolífico como el de la cultura.
Segundo, porque se supone que cuando en enero de 2014 se revivió este premio al periodismo cultural, se hizo con la intención nada menos que de honrar la memoria de don Andrés Henestrosa en el mes de su aniversario luctuoso, y se estableció la realización de una semana cultural a partir de este año, sobre la cual hasta hoy no se ha hecho aún anuncio alguno, a pesar de que en el decreto para revivir este certamen, se estableció que a partir de 2015 se realizaría una semana cultural para enmarcar el fallo y la entrega del premio, y para ello también se dispuso la incorporación de una partida presupuestal sobre la cual —sobra decirlo— no se tiene noticia alguna de su existencia o destino.
Además de todo esto, existe una tercera razón que agrava las dos anteriores: con estos hechos el Congreso del Estado una vez más demuestra su incapacidad para organizar un concurso y entregarle un resultado aceptable, comprobable y legitimado a la ciudadanía, que es a quien convoca a participar.
Esto mismo, aunque en su propia circunstancia, es lo que ha pasado cuando el Congreso ha llamado a la ciudadanía a participar en los procesos de selección de Ombudsman, de integrantes de la Comisión de Transparencia, de quienes en su momento integraron el Consejo General del IEEPCO, y todos los demás órganos sobre los cuales el Poder Legislativo tiene facultad de nombramiento, y que se supone que debía hacerlo a partir de la valoración de perfiles, la equidad en el proceso, la responsabilidad en el desarrollo y preservación de las reglas establecidas, y la emisión de un fallo legitimado y, por ende, sin posibilidad de ser repudiado por los participantes.
INCONFORMIDAD, RAZONABLE
No ha sido así, y sabemos que en todos los casos la inconformidad no ha aflorado en supuestos “depositarios” de verdad absoluta o actividad alguna, o de “caníbales” feroces enojados por el solo hecho de no haber ganado. Si hacemos memoria, veremos que en todos los casos, en todos, el Congreso ha entregado malas cuentas, con procesos desaseados, deslegitimados, irresponsables, utilizados como mecanismo para formalizar acuerdos políticos, y con una enorme deuda a la ciudadanía. Frente a eso, en nada se diferencian la cuestionadísima elección de Arturo Peimbert en la DDHPO, o de los impresentables integrantes de la Cotaipo, con este premio… que también terminó en desastre.
Sin duda una (otra más) lamentable actuación del congreso local…