+ Tradición bélica: las derrotas nos forjaron… sin saber hacia dónde
Este día exaltamos el llamado “grito” de la independencia, y nos inundamos de fervor patrio. Esa algarabía que nos enseñan en la escuela, y que nos infunden a través de los llamados héroes de bronce. En el aura inmaculada de quienes nos dieron patria, se encuentran borrados todos los episodios oscuros y cuestionables, y sólo quedan resaltados aquellos en los que hay heroísmo, patriotismo y defensa de la nación. Ese sentimiento, puro pero maniqueo que nos envuelve, a veces nos impide ver que la verdadera exaltación debiera estar tanto en la paz como en la guerra, y sobre todo ver —y asumir— que la historia es mucho más que un conjunto de guerras, de héroes martirizados, y de villanos execrables. Al final, debiéramos entender nuestro pasado en toda su gama de matices, y no en los blancos y negros que insistentemente nos presenta la historia oficial.
En efecto, es muy curioso cómo, por ejemplo, la historia de México, en sus guerras con el extranjero, está plagada de derrotas, intrigas y traiciones, pero cómo al mismo tiempo eso se convirtió en el más claro signo del patriotismo y del orgullo e identidad nacional de las generaciones posteriores. Pareciera que en cada derrota se forjó el sentimiento y la vanidad del mexicano; y en cada evocación a los momentos de guerra —que en otro país nadie quisiera recordar— se exalta nuestro honor contemporáneo. Y lo increíble no es sólo eso, sino que hoy en día lo sigamos machacando.
En ese sentido, todos los mexicanos tenemos contacto desde nuestra primera infancia con el himno nacional, que es uno de los grandes cantos bélicos que existen. En él se conjugan múltiples y variados llamados a la guerra y a la defensa de nuestro país. Lo curioso es que dicho canto en realidad no tiene un origen tan heroico como su letra, y en realidad tiene tantos claroscuros como estrofas, de las cuales hemos ido sabiendo paulatinamente, junto con algunas interrogantes como la relacionada a que los derechos no le pertenecen al Estado mexicano, sino a los Estados Unidos de Norteamérica.
Sobre esto, el periodista Juan Manuel Alegría hace ya algún tiempo daba pautas concretas sobre el origen santanista de nuestro Himno Nacional, y sobre su vocación violenta. Alegría señalaba en aquel escrito —y coincidimos plenamente con esa visión— que el Himno Nacional es de naturaleza bélica o violenta, de arenga a la guerra y a perder la vida por la patria; “mocho” (por donde quiera aparece Dios), lo cual no debe asombrar, se creó en tiempos violentos y religiosos; por lo demás, así son los versos de la mayoría de himnos. Aparte, es un falso canto nacional, pues se hizo servilmente para glorificar al peor dictador de México: Antonio de Padua María Severino López de Santa Anna y Pérez de Lebrón.
Es un disfraz, continuaba el periodista, con alabanza a su “Alteza Serenísima”, el cual el mismo convocó para hacerse gloria. Claro que la mayoría de los mexicanos lo ignora, pues, desde hace mucho, los versos alusivos al máximo vendedor de nuestro país fueron eliminados, como estos: Del guerrero inmortal de Zempoala / Te defiende la espada terrible, / Y sostiene su brazo invencible / tu sagrado pendón tricolor. / ¡El será del feliz mexicano! / en la paz y en la guerra el caudillo, / porque él supo sus armas de brillo / circundar en los campos de honor.”
CLAROSCUROS
Esta dualidad de nuestro himno nacional, se termina de enmarcar cuando, por ejemplo, en ese mismo escrito, Juan Manuel Alegría se refiere al pasado del autor del himno nacional, Francisco González Bocanegra, y su historia personal que está más cerca del conservadurismo y el apoyo a las causas proimperales, que a la República actual en la que el himno nacional sigue siendo la más grande exaltación del sentimiento patrio.
El 12 de noviembre de 1853, dice Juan Manuel Alegría, fue cuando se publicó la convocatoria para un Himno Nacional. Ya sabemos quién lo ganó: un poeta medio mexicano (que también le hizo un himno a Miramón, el fusilado junto a Maximiliano), Francisco González Bocanegra, sobrino del expresidente José María Bocanegra, quien fue Ministro de Relaciones con Santa Anna. El 5 de febrero de 1854, esa letra fue premiada por un jurado formado por tres amigos del jarocho, poetas conservadores: José Joaquín Pesado, Manuel Carpio y Bernardo Couto. Y, ya con la música del catalán Jaime Nunó (premiado en agosto), fue estrenado el 15 de septiembre en el Gran Teatro Santa Anna.
Al final, nuestro autor hace una propuesta que no está de más que se tomara en cuenta: Es difícil, por el nacionalismo (o patrioterismo) que priva en el país (lo resentirían en los estadios), pero, ya es tiempo de pensar en convocar a otro himno que hable de héroes verdaderos no de un dictador; de la dignidad, de la superación, otros valores, no el de la agresión. Tampoco ha habido ningún concurso que lo haya premiado como el segundo más bello del mundo. Aparte, los derechos del Himno están en EE. UU (aunque la ley de los derechos de autor en Estados Unidos dice que el Himno es del dominio público, ya que fue estrenado antes de 1909).
Hoy, pues, que es una fecha muy mexicana debiéramos reflexionar con mayor seriedad la forma en cómo concebimos nuestros símbolos patrios, y la forma que les queremos dar para el futuro. No se trata de querer reformar todo, como tampoco de que continuemos repitiendo inopinadamente lo que nos enseñaron que era “lo mexicano” y que recurrentemente exaltamos de forma vacía, en fechas como ésta. Al final, el mexicanismo tendría que ser mucho más que eso, y tendría que estar encaminado a una forma más adecuada de concebir los elementos que nos identifican como mexicanos. Solos, y vacíos, el grito y el himno nacional son tan vacíos, porque evocan algo con lo que no necesariamente todos los mexicanos nos identificamos (la guerra), y dejan de lado otros aspectos que debieran ser igual de predominantes que el sentimiento bélico.
TERMINAR CON EL MANIQUEÍSMO
Haríamos bien con comenzar por eso. Ninguno de nuestros héroes nacionales fue incólume. Ninguno. Hay otros que ayudaron a la patria, pero vivieron y ejercieron el poder tanto tiempo que dejaron de ser héroes para convertirse en traidores a la patria. ¿Sabemos algo sobre eso? ¿Nos interesa? México es un mosaico de pensamientos e ideas políticas, igual que como lo fue hace 150 o 200 años. Por eso ayuda tan poco esa visión de los buenos y los malos con la que se insiste en seguir enseñando la historia de nuestro país.