+ Federación debe hacer algo más que inyectar recursos
Existe una razón republicana y federalista por la que el Titular del Poder Ejecutivo Federal acude regularmente a las entidades federativas: lo hace —y lo debe hacer permanentemente—, además de para supervisar obras o acudir a eventos de gran relevancia, como una forma de refrendar el pacto federal y la correspondencia política entre el gobierno de la República, con los estados que le dieron origen a esa unidad nacional. Bajo esa perspectiva, si el Presidente anuncia que brindará todo su apoyo a Oaxaca, tendrá que hacerlo bajo esquemas muy concretos, y no sólo como un recurso discursivo vacío de contenido.
En efecto, a través de su cuenta de Twitter, la tarde del miércoles el gobernador electo de Oaxaca, Alejandro Murat Hinojosa, informó de una reunión de trabajo que sostuvo con el presidente Enrique Peña Nieto. De acuerdo con la información, el Presidente de México le reiteró a Murat Hinojosa la voluntad de respaldar al gobierno oaxaqueño, con la intención de mejorar las condiciones de progreso en favor de los oaxaqueños. “Me reuní en Los Pinos con Alejandro Murat Hinojosa, gobernador electo de Oaxaca, a quien le reiteré la voluntad del gobierno federal de respaldar al gobierno estatal, con la intención de mejorar las condiciones de progreso en favor de los oaxaqueños”, expresó a su vez el Presidente a través de un comunicado.
Retóricamente, e incluso como símbolo, es muy relevante la relación de trabajo que debe existir entre el Presidente y el Gobernador de cualquier entidad federativa. Particularmente, Oaxaca ha enfrentado una prolongada lejanía entre los últimos tres Gobernadores, y los correspondientes Presidentes de la República, básicamente a partir de las diferencias partidistas que ocurrieron desde que en el año 2000 ocurrió la primera alternancia de partidos en la Presidencia, y luego profundizada por los profundos problemas políticos que ha enfrentado la entidad en los últimos 16 años.
Ha quedado claro, en ese tiempo, que Oaxaca ha pagado con creces el costo de la pérdida de esa relación entre los dos ámbitos de gobierno. Si bien, en los últimos años ha habido un incremento importantísimo en los presupuestos federales hacia la entidad, es evidente que la debilidad institucional de Oaxaca, y la fría relación entre el gobierno de la República y el Ejecutivo estatal impidieron que esos montos se reflejaran en un mejor panorama para la entidad. ¿De qué hablamos?
De que, independientemente de la abultada corrupción que se ha denunciado en los últimos años en el manejo presupuestal a nivel estatal, también ha habido un problema importante en el tránsito de esos recursos. Oaxaca ha padecido el no contar con los montos necesarios para el pago de los paripasos con los que se acceden a recursos federales etiquetados, y de no poder franquear esos obstáculos —relativos— por no contar con las relaciones institucionales y políticas necesarias para tener un mejor trato de quien decide gran parte de la inversión federal, que es la Secretaría de Hacienda.
INGOBERNABILIDAD
Lejos de cualquier relación institucional, civilizada o madura, el resultado de esa sinergia negativa entre la federación y el estado ha dado como resultado un problema gravísimo de ingobernabilidad, que se ha ahondado por la resistencia federal y los cálculos políticos para la administración de las crisis. De nuevo, Oaxaca ha padecido por no tener capacidad de enfrentar solo sus problemas, pero también por no recibir el apoyo federal en el tiempo y la forma requeridos.
El problema magisterial da una pauta concreta de ello. Oaxaca ha enfrentado la beligerancia de la Sección 22 del SNTE, que creció a sus niveles actuales primero por la decisión federal de no intervenir en el tema; después, por hacerlo sólo para desactivar alimentando la voracidad magisterial; y finalmente, interviniendo en la crisis —luego de casi diez años de sometimiento del gobierno estatal a manos de la Coordinadora— para tratar de solucionarla con un “más de lo mismo”.
Por eso, concretamente, habría que preguntarse cuál es ese apoyo que necesita Oaxaca del gobierno federal, y en qué términos debe ocurrir para verdaderamente generar un cambio en la percepción que se tiene de la relación federación-estado, en las particulares condiciones actuales. Queda claro que 2017 no será un año de grandes presupuestos ni de grandes inversiones, y que más bien lo que tendría que verse es una actitud de disposición más concreta por parte del gobierno federal para demostrar que Oaxaca sí tiene futuro.
El Presidente tendría que venir reiteradamente a Oaxaca; dar seguimiento a los proyectos, las inversiones y los problemas de la entidad; y generar un clima general de respaldo al nuevo Gobernador de Oaxaca, como una forma inicial de establecer una relación que, finalmente, no tendría que ser entre gobernantes emanados del PRI, sino de personas comprometidas con las responsabilidades para las que fueron electas.
ACELERADOS
Sorprende la candidez y el arrojo con la que siguen lanzando listas de posibles integrantes del nuevo gobierno. Lo más curioso es que no atinan ni en los nombres de quienes ya están más enfilados en las responsabilidades, como los que serán titulares de las áreas de Oficina de la Gubernatura, Administración, Finanzas y Contraloría. Todo lo demás, es una moneda al aire, y lo seguirá siendo quizá hasta minutos antes de que se hagan los anuncios correspondientes, el mismo 1 de diciembre.