El que obedece no se equivoca

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Carlos R. Aguilar Jiménez

Si no tiene alguien que tomar decisiones, si lo que uno tiene que hacer cada día o toda su vida depende de instrucciones u ordenes de alguien más, la responsabilidad respecto de resultados no incumbe al que obedece, así que los directores, líderes o presidentes podrán fallar, pero ellos serán los que se equivoquen no uno; actitud o condición que libera al militante sumiso u obediente empleado de cualquier responsabilidad individual o consecuencia social.

 Obedecer sumisamente, someterse voluntariamente a lo que los demás o alguien con poder económico o político decida, es una servidumbre voluntaria que aplica no solo a cuestiones de trabajo y actividades cotidianas, sino también a ideologías, religiones y política de estado. Todas las arbitrariedades cometidas por los regímenes despóticos del siglo pasado y principios de este, como la invasión rusa a Ucrania o asesinatos de mujeres y periodistas en México, podrían haberse evitado y evitar si los ciudadanos se preguntaran: ¿Por qué debo hacer eso o por que debo creer tal publicidad? La mansedumbre y obediencia de sociedades o grupos mayoritarios que creen promesas de lideres populistas han tenido siempre consecuencias indeseables, que hoy gracias a las redes sociales que posibilitan la población se entere de casi todo, a diferencia de otros tiempos cuando la única información era la del gobierno, facilita sea relativamente sencillo detectar a tiranos que generalmente se resisten a entregar cuentas reales, manejando siempre sus propios datos y publicitando todos los días lo que los demás deben aceptar como verdad oficial. Se supone que los dogmas religiosos o políticos no debieran tener lugar en contiendas intelectuales, porque la validez de toda afirmación depende de su coherencia y sustentabilidad, no de una declaración por autoridad o mayoría, porque es un hecho que el fanatismo político por el actual partido en el poder no ha desparecido ni se acabará mientras persista la intención de idealizar obras y líderes, a sustituir los argumentos por declaraciones oficiales, impedir el progreso científico y la refutación lógica por motivos sectarios o tratar de conservar ideas según criterios de ideologías anacrónicas, tal como sucedió con la inauguración del nuevo aeropuerto en la ciudad de México, una obra que sirvió a al actual gobierno para descalificar la ingeniería civil, políticas, infraestructura y todo lo que se realizaba, como corrupción, fraude, estafa, sobreprecios y neoliberalismo, sin que en ninguna circunstancia se haya condenado o denunciado a alguien por tales hechos delictivos, desperdiciando miles de millones de pesos invertidos y construidos para pagar indemnizaciones y cancelación de contratos, para erigir una central avionera que de internacional, únicamente, tiene un vuelo enviado por el tirano de Venezuela, y que a quienes obedecen ciegamente y creen con mansedumbre bovina y por eso no se equivocan, les parece, según la publicidad oficial, no solo una gran obra e infraestructura similar a las de aeropuertos de Paris o Houston, sino que es ejemplo y símbolo de la lucha contra la corrupción.

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