+ La tele, omnipotente de nuestro tiempo
No han pasado más de tres semanas desde que se reveló en los medios informativos de la capital del país, la exigencia de una investigación ministerial motivada por la acusación violación, que una menor de edad formuló en contra del cantante Kalimba. En unos cuántos días vimos una rara actuación eficaz de la justicia mexicana. Acostumbrados a ver la impunidad y la ineficiencia de las autoridades por todos lados, hace dos días nos fuimos a dormir con la noticia de que a menos de 24 horas de que se le libró una orden de aprehensión al también compositor, éste fue aprehendido a través de una “Ficha roja” de la Interpol, aún cuando se encontraba en territorio de otra nación. Tanta diligencia de la autoridad en medio de este México surrealista, no puede más que conducirnos a la sospecha.
Aunque en México dicen los principios constitucionales que todas las personas son inocentes hasta que se les demuestre lo contrario; y que, asimismo, toda persona tiene derecho a ser oída y vencida en juicio formulado ante autoridad competente, lo cierto es que para el común de los mexicanos Kalimba es culpable desde el día en que el presentador de noticias de Televisa, Carlos Loret de Mola, lo confrontó, enjuició y sentenció pública y sumariamente, frente a millones de espectadores, a través de su noticiario matutino de televisión.
¿Qué ocurrió entonces? Que en un desesperado intento de defensa, Kalimba decidió no sólo enfrentarse a la justicia del Estado, sino también a los tribunales de la televisión. Aunque la acusación ministerial en su contra fue radicada en la ciudad de Chetumal, Quintana Roo, el asunto se convirtió en un escándalo nacional cuando las principales televisoras del país, (Televisa, en particular) decidió emprender una escalada de información previamente determinada para enjuiciar al cantante.
Así, los noticieros de televisión dieron amplísima cobertura al asunto. Luego de varios días de acusaciones continuas, el cantautor decidió dar la cara en el noticiario matutino de esa cadena televisiva. Ahí, Loret de Mola decidió erigirse en Agente del Ministerio Público, y Juez, para en un solo momento conocer la causa, obviar la presentación de cualquier otra prueba que no fuera una confesión, cerrar la instrucción del proceso, para luego juzgar y sentenciar a quien de antemano ya había sido señalado como culpable.
Este es, sin duda, el peor escenario. Aunque la justicia del Estado apenas comenzará a conocer formalmente del asunto (si nada extraordinario ocurre, hoy sábado Kalimba será presentado ante el juez quintanarroense para que rinda su declaración preparatoria, y de ahí se fijen las condiciones del auto de formal prisión, de sujeción a proceso o de libertad que se le podría librar), para la gran mayoría el cantante ya es culpable.
En estas condiciones, es no sólo temerario, sino políticamente incorrecto e incluso desatinado, asegurar categóricamente —como aquí lo hacemos en este momento— que Kalimba es inocente. ¿Por qué ceñirse a una postura que parece de antemano perdida, que es también disparatada, y que incluso parece machacona y odiosa?
Porque lejos de los reflectores de la televisión, nosotros debíamos comenzar a ver con más detalle eso: que todos aquellos que son acusados de un delito deben ser considerados inocentes hasta que se les demuestre lo contrario. En función de ello, la visión general debería ser menos inquisitiva y considerar que todas las probanzas y actuaciones deben hacerse ante las autoridades que corresponde, y que todo lo demás que diga la televisión no es más que abono para la tervigersación y utilización discrecional de la justicia.
Veamos si no.
EFICACIA SOSPECHOSA
El pasado martes se cumplieron 10 años de que Joaquín Guzmán Loera, alias “Chapo Guzmán”, se escapó del penal federal de (supuesta) máxima seguridad de Puente Grande, Jalisco. Aunque nuestro sospechosismo es exacerbado y paranoico, resulta que justamente ese día, 18 de enero, el gobierno federal anunció la aprehensión de José Jorge Balderas Garza, alias “El JJ”, en un espectacular operativo realizado por la Policía Federal, y derivado de acciones de inteligencia encabezadas por agentes federales. Dos días después, Kalimba fue detenido.
Asegurar que esos tres hechos tienen una conexión causal, podría parecer hasta ofensivo de nuestra parte. Son simples casualidades de la vida, de las cuales no tiene control ni el gobierno federal, ni los grupos criminales, y mucho menos los presuntos atacantes sexuales de menores de edad, que también se dedican a la música, la composición y a ser estrellas juveniles.
Sin embargo, resulta que la fuga del Chapo Guzmán marcó el inicio de esta sangrienta guerra entre el gobierno federal y las bandas criminales, que no sólo ha teñido de sangre al país, sino que también ha acelerado el proceso de envenenamiento de millones de jóvenes mexicanos que hoy son adictos a alguna de las drogas comerciales.
El Chapo Guzmán, además, encabeza el cártel de la delincuencia organizada que más sangre derrama, que más muertos produce, y que tiene más impunidad no se sabe si por la incapacidad del gobierno para detenerlos, o por la existencia de algún acuerdo o complicidad. Todo esto inició, hace diez años cuando el Chapo se escapó de la prisión donde se encontraba, hace justamente una década.
Pues resulta que aunque nada de esto tiene conexiones causales formales, justo cuando la sociedad mexicana debía llegar a punto climax de cuestionamientos y recriminación al gobierno federal por esta evidente inacción para aprehender al capo de la droga, es detenido el JJ y Kalimba. Curiosamente, ambos tienen vínculos estrechos con el mundo de la farándula artística (y por tanto atraen mucha atención), pero son elementos irrelevantes para los verdaderos problemas de impunidad que tiene nuestro país.
Si el JJ no le hubiera disparado al futbolista Salvador Cabañas, y no tuviera un hijo con la famosa “Chiva”, hoy podría seguir operando libremente todos los negocios ilícitos en los que estaba involucrado; del mismo modo, si no hubiera sido Kalimba el acusado de violación, seguramente el presunto atacante de esa menor de edad estaría libre, cruzando cualquiera de las dos fronteras que tiene México.
¿ESO ES JUSTICIA?
Es lo que debíamos preguntarnos. Esta es una acción insignificante e intrascendente de la justicia: le dan pan y circo al pueblo para que crea que este es un país de leyes; pero los grandes criminales viven en la impunidad absoluta.
concuerdo contigo, y tanbien es bueno estar enterado,tanbien deseo comentar sobre este caso acerca de la entrevista realizada de loret mora periodista de televisa, al ” jj ” se vio muy “DOSIL” a comparacion de la entrevista que le relizo al Kalimba.